¿Cuánto vale el trabajo voluntario?

Todas y todos hacemos siempre algún trabajo voluntario. Las mujeres, en la sociedad patriarcal impuesta por el capitalismo, trabajan -en un alto porcentaje de cada jornada- de manera voluntaria. Quienes lo hacen en empleos remunerados suelen sacrificar el estudio y la recreación para poder dedicarse a eso que llaman “trabajos del hogar” (y que anteriormente aparecían registrados y atribuidos a la mujer, en los documentos legales de  nuestro país como “oficios propios de su sexo”), cocina, aseo del hogar, de los enseres, “lavar los pañales y ponerse a coser” y hasta atender al marido “que llega cansado de trabajar”.

El valor es una categoría económica que el capitalismo asocia al precio, al intercambio monetario que se puede establecer por algo en el mercado. Todo, hasta los productos  no tangibles, artísticos, estéticos o “intelectuales” son susceptibles de ser equiparados por la moneda de curso legal en  cada país donde se mercadean “bienes” para el consumo o la “satisfacción” espiritual. Sólo Marx -también sus seguidores- consiguió entender y explicarnos la diferencia entre el valor de uso  que tiene cualquier producto en una determinada sociedad y el valor de cambio que, en el capitalismo, se impone a todo objeto (sujeto o bien objetivable) para meterlo en todas las relaciones de desigualdad generadas por la explotación para la acumulación de capital en las pocas manos de los pocos dueños de los medios de producción.

Dentro de estos parámetros que invocamos para establecer este Diálogo en la acera, el trabajo voluntario no tiene ningún valor,  en términos de mercado. Precisamente por eso lo denominamos “voluntario”. Es un trabajo extra, reivindicador, movido por objetivos espirituales, estratégicos, políticos o propiamente revolucionarios. El “trabajo voluntario” es una tarea militante y transformadora que, generalmente, ejecuta el individuo o los individuos que, de manera organizada, se proponen conseguir unos fines que resaltan o pretenden resaltar el valor de uso por encima del valor de cambio.

 En Nuestramérica, uno de los ejemplos más significativos del trabajo voluntario es el que se desarrolló durante los primeros años de la Revolución Cubana, con sus líderes, dirigentes y conductores, incorporados a esas actividades. Emblemática es la figura actante, pero también los razonamientos y arengas de Ernesto Che Guevara, predicando con el ejemplo y la palabra acerca de la importancia del trabajo voluntario para hacer la patria libre, igual y socialista: “sus cuadros deben dictar cátedras de laboriosidad y  sacrificio, deben llevar, con su acción, a las masas, al fin de la tarea revolucionaria, lo que entraña años de duro bregar contra las dificultades de la construcción, los enemigos de clase, las lacras del pasado, el imperialismo”…

Es el concepto del trabajo voluntario como escuela práctica creadora de conciencia: “lo importante es que los hombres (y las mujeres, obviamente) vayan adquiriendo cada día más conciencia de la de la necesidad de su incorporación a la sociedad y, al mismo tiempo,  de su importancia como motores de la misma”.

El trabajo voluntario, como instrumento de aprendizaje por emulación e intercambio de saberes, aproxima al ser humano a su liberación, a la desalienación frente a las acciones y consecuencias de la explotación capitalista, el individuo “comienza a liberar su pensamiento del hecho enojoso que suponía la necesidad de satisfacer sus necesidades animales mediante el trabajo. Empieza así a verse retratado en su obra y a comprender su magnitud humana a través del objeto creado,   del trabajo realizado”, tal como lo señala el propio Che Guevara.

En Venezuela, hoy, con casi dos décadas de Gobierno Revolucionario Bolivariano y Chavista, la propuesta del trabajo voluntario, desde el ejemplo de los líderes del proceso transformador que adelantamos, empieza a ser inminente. En días recientes observamos a las trabajadoras y trabajadores del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, desarrollar una jornada de trabajo voluntario, encabezado por esa gran líder del movimiento popular venezolano, creadora, cantora y poeta, Alejandrina Reyes, quien ocupa la responsabilidad ministerial para acompañar las culturas desde el equipo que encabeza el camarada presidente Nicolás Maduro. La estructura patrimonial de Las Torres del Centro Simón Bolívar, en el Silencio, Caracas, fueron aseadas con meticulosidad por el trabajo voluntario que propuso y encabezó Reyes, con la solidaridad de empleados de Cultura y de otros grupos voluntarios del Gobierno de Distrito Capital.

Un ejemplo a seguir, un voluntariado a emular. Quien lo haga, podrá comprobar la factibilidad de nuestra Revolución, su carácter prefigurador de la liberación y la desalienación por el trabajo: “Perdónenme si insisto una y otra vez –nos apunta Che- pero es que sin trabajo no hay nada. Todas las riquezas del mundo, todos los valores que tiene la humanidad son nada más que trabajo acumulado. Sin eso no puede existir nada”…

Ilustración: XulioFormoso