La billetúa historia de Perla y el CDM de Ramón

Mi amiga Perla trabaja en una “reconocida empresa”, como antes se autocalificaban las organizaciones privadas que pretendían distinguirse de la gerencia estatal que no sin motivos, bien ganada tuvo -en muchos casos- sobre sus hombros el crucifijo de la ineficiencia y la corrupción.

El transitar del tiempo ha demostrado que ambos males no son exclusividad de la administración pública. De hecho, el condenable desagüe de millones y millones de dólares a través de Cadivi primero y Cencoex después, demostró que las firmas del capital privado no son precisamente el Santo Niño de Atoche. Dicho esto, volvamos con Perla.

Hace días ameritó, con urgencia, una importante cantidad de dinero en efectivo. Como la necesidad obliga, y presa como estamos todos y todas de la tenebrosa situación que vivimos para obtener “sencillo”, empezó a indagar en la “reconocida empresa” cómo hacen sus compañeros y compañeras de trabajo para hacerse de algunos billetes. Y…eureka, se topó con Ramón, a quien de ahora en adelante llamaremos el «CDM de Ramón”.

A este sujeto no le escasea el papel moneda, porque en su casa se rebusca vendiendo cerveza a diario y -con mayor fuerza- los fines de semana cuando recibe de sus vecinos el dinero que vaya usted a saber cómo carrizo obtienen. Lo cierto es que a partir de cada lunes, cuando todas y todos caminamos mamando y sin amigos, el CDM de Ramón se jacta de estar buchón. En una de esas, Perla tuvo la fortuna -malhadada, por cierto- de topársele.

Resumamos el asunto: el CDM de Ramón le puso a la orden los 100 mil bolívares que ella requería. Él, infernalmente solidario, le cobró Bs 120 mil. O sea, le vendió 100 mil bolívares contantes y sonantes en 120 mil que ella debió transferir a su asquerosa cuenta bancaria.

El suplicio estuvo a punto de replicarse en otro arrebato de angustia por parte de Perla, sucediendo que no se concretó porque el CDM de Ramón -vista la papaya de ganar dinero sin hacer nada ni invertir capital alguno-, aplicó una de Dólar Today: había incrementado la «tasa» especulativa con la que puñalea a sus «compañeros» de trabajo.

Más allá de Perla, de su búsqueda de efectivo y del desgraciado del CDM de Ramón, no deja de sorprender el ánimo parasitario que emerge del alma de cierto sector de la población. Se trata de un conjunto de miserables bien categorizados como lumpen, de acuerdo a la teoría marxista y que no desaprovechan tragedia humana por alarmante que parezca para hacerse de cochinos ingresos.

Felizmente, en sentido contrario avanza -nunca ha dejado de hacerlo- una arrolladora masa de mujeres y hombres que heroicamente y para asombro de buena parte del mundo, resisten los ataques planificados desde el exterior y auspiciados por traidores a la Patria que encuentran en despreciables seres como el CDM de Ramón, ruines pero útiles fichas para intentar socavar a la Revolución Bolivariana. Para alegría de las grandes mayorías, se quedarán con las ganas. 

¡Chávez vive…la lucha sigue!