¡Paro mundial!

Una mujer es una magia
Apolonia, 3 años

¿Acaso sólo en España y en Argentina las mujeres morimos por el hecho de ser mujeres? ¿O es que en nuestros países la violencia de género no se visibiliza de la misma forma? ¿Cuántas mujeres han muerto en Venezuela en lo que va de año por causas “pasionales”? ¿Quién lleva la cuenta de estos femicidios? ¿Son los medios de comunicación un vehículo para enmascarar una realidad que desencadenaría la organización popular que haga frente a esta clase de terrorismo contra las mujeres? ¿Tienen que morir las mujeres para considerar que las palizas, las ablaciones, las violaciones, las vejaciones, disminuciones, segregaciones por causa del género no son una forma de vivir muerta?

A Lucía Pérez en Argentina la empalaron. Antes, a cuántas mujeres en el mundo.

Recientemente a Betsy Herrada de 38 años de edad, el ex marido le disparó por la espalda y la decapitó luego de una discusión. Esto ocurrió en el estado Miranda, en Venezuela. A Hasna Abdallah Hosein y a su hija, su pareja las atacó hasta producir la muerte de la primera y heridas graves en la segunda, a pocos metros del Ministerio Público en Caracas. Lo mismo que a Yang Chuon Ho y a Alexandra del Carmen Gómez junto a su hijo, a quienes asesinaron sus compañeros  ¿Cuentan estos casos como femicidio? Ocurrió ensañamiento, los asesinatos muestran desprecio por la vida de las mujeres, se impuso el poder de los hombres, todos contienen la idea de la posesión de la mujer como objeto. Entonces cuentan como femicidio. Y son apenas 4 casos aleatorios de los cuales una puede encontrar constancia en pocos medios. Ay, de los que nunca llegan a la caja boba.

Según la La Ley Orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia, el femicidio es “la forma más extrema de violencia de género, causada por odio o desprecio por su condición de mujer, que degenera en su muerte, producida tanto en el ámbito público, como el privado”.

El femicidio es una de las 21 formas de violencia que contempla la Ley, en su artículo 15, y fue incluida en 2014

Hasta cuándo debemos cerrar las piernas, darle la presa más grande al hombre, bajar la voz, comportarnos como señoritas, no andar “sola” (esto quiere decir sin hombres) por aquí o por allá, hasta cuándo debemos vivir con miedo. Cuántos infanticidios siguen llenando de machos a la India y a China, porque nacer mujer es “regar el jardín del vecino”.

Desde la humildad de mi voz, pero con la fiereza de ser mujer y madre de cuatro mujeres más, hermana de una y de todas, hija de otra, me sumo a la propuesta de un paro mundial, en el que la mayoría de los países nos sumemos, que tiemble la mitad del mundo que nos refleja, un día, dos, cuantos queramos: PARAR, porque debemos parar de morir nada más que por ser mujer; porque se nos crea más débiles, cuando soportamos la carga en que han convertido a este planeta con el trabajo, nuestro otro trabajo (el doméstico), sin remuneración a cambio, para que además nos maten; PARAR porque si nuestra vida no importa que tampoco importe la plusvalía que genera nuestro trabajo para el amo. PARAR para que cambie todo, las condiciones económicas, pero también las sociales, los paradigmas culturales.

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A los victimarios de Lucía, al par de hombres que la drogaron, la violaron, la torturaron, la empalaron hasta que el corazón se detuvo por el dolor, “la justicia” estudia qué clase de pena imponerle, porque por lo menos uno es de familia acomodada, y ambos se dicen “evangelistas” para obtener el beneficio de la intocabilidad una vez hecho presos. La aplicación de las leyes, allá y acá, pasan por el tamiz de la condición social. Porque si tienes dinero, las causas se engavetan, y si la presión popular es muy fuerte, el circo establece un parapeto que luego tiran al tarro una vez las luces se encienden para otro morbo. Si fuera por la aplicación de justicia, las condiciones de desigualdad, el paro mundial debería incluir a hombres y mujeres. Mientras la conciencia colectiva se organiza, las mujeres morimos en manos del sistema este que establece la superioridad masculina, valiéndose de la mansedumbre femenina. Y la mansedumbre no tiene edad, tampoco clase social, menos raza, todas somos Lucía, nos duele como a Lucía, como a la madre de Lucía ¿A quién no se le detiene el corazón ante el terror? Por eso, #NiUnaMenos.

“No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido
nada más amado que lo que perdí.
Perdóname si hoy busco en la arena
esa luna llena que araba el mar…

Si alguna vez amé, si algún día
después de amar, amé
fue por tu amor, Lucía, Lucía
¡Ah Lucía!”

(Lucía de Serrat)