Metro de Caracas, mercado bendito

Si de algo estoy seguro, es que no debemos creer en ningún momento que lo hemos visto todo. De por sí, quienes hacemos uso del servicio del Metro de Caracas sabemos que tenemos, como mínimo, rezar un rosario para llenarnos de paciencia ante todos los problemas que en la actualidad dificultan el sistema y que claramente sabemos que podemos enfrentar.

Ya saben, retrasos, tren con fallas, vagones sin aire -o con aire, pero que no los encienden-, la inseguridad, más retrasos, más trenes con fallas y bueno, así vamos. Le damos a repetir. A toda esta odisea le agregaré, así como por “ñapita” los famosos y populacheros vendedores, los «metrobodega» con su discurso al caletre e inigualable, con labia, con su llévelo todo que comerse las uñas no es bueno. A esos a los que todos –o casi todo el mundo- les compra, los de las mejores ofertas.

Y ese es el problema. Ahora resulta que el subterráneo se convirtió en el impelable marcadito capitalino que te acompaña hasta donde viajes, que si no le compras a uno, le terminas comprando a otro. Ahí no hay pele.

Entre tanta gente y ese calorcito que a veces a uno le da, hay que ser tolerantes con la gran cantidad de vendedores que escurridizamente ofrecen su caramelitos de menta, los tostoncitos o los chicles para que “compartamos y disfrutemos” y también para recordarnos que en cualquier supermercado o establecimiento los vamos a comprar a un precio más elevado.

‘“Llévenselo a los chamito’ que les preguntan cuando llegan a la casa: ‘Mamá, papá, ¿qué me trajiste?’ Mi gente, usté le dice: ‘te traje esto’”. Me quedo con esa labia, dame dos.

Les digo que no debemos creer en ningún momento que lo hemos visto todo porque un día, mientras viajaba en la Línea 2 del sistema, escuché desde lo lejos: “Bueno gente, aquí llegaron los chupis ‘Goal Ice’ para la calor, que son como los Bon Ice, pero Goal Ice. Diferentes nombres, pero con los mismo apellidos”.

¿De verdad? ¿Esto es en serio? ¿Dame tres? Y peor aún, hubo personas que se los compraron. No sé exactamente en qué momento los vendedores del Metro de Caracas ganaron tanto terreno y cómo los ciudadanos perdimos -permítanme incluirme- el completo respeto por las normas que anteriormente eran tan estrictas.

Claro, el principal motivo es que hay quienes les compran. Porque si no les compro, habrá otro que sí lo hará. Entonces la parte dos comienza cuando viene el chamo con una caja de cartón, una pala y un cepillo para barrer la basura que los cochinos lanzan de los «dulcitos» y «gusticos» que le compran a esos mismos vendedores. Es como una cadena y bueno, ¡trabajo para todos! Tú vendes, ellos compran, ensucian y yo barro, tremendo negocio. ¿Cuándo sale el que pasa un coletico?

Más allá de todo eso, hay que ver con mucha preocupación cómo las políticas de cuidado y mantenimiento en el Metro de Caracas no han funcionado. Los chamos se escudan o, según algunos trabajos periodísticos que he realizado, los mismos funcionarios policiales los “matraquean” y dejan que sigan vendiendo hasta que los vuelven a pescar. Otra vez le damos a repetir. No hay que omitir que estas actividades promueven el vandalismo y peleas dentro de los vagones entre los populacheros y los pasajeros.

En otra experiencia, vi cómo un vendedor “discapacitado” le sacó una pequeña navaja a un señor porque se estaba quejando por el simple hecho de que “se monta uno y se baja otro”; además, a veces en los vagones «no cabe ni un alma» y ellos se aprecian de empujar a los demás para hacer espacio y caminar por todo el tren ofreciendo toda su mercancía de «dos por uno».

Esto poco a poco se va adentrando en nuestra rutina hasta que se vuelve costumbre y lo llegamos a ver con normalidad. Yo espero que en mi país no abunden los vendedores informales, los facilistas, y mucho menos los aprovechadores. A las autoridades, ¿qué hacemos entonces? ¿Esperamos que el Metro de Caracas se convierta en una feria de frutas y hortalizas los fines de semana? ¿Que vendan pollo y pescado? ¿Dónde se hace la cola?

@Luisdejesus_