¿Quién une a los contrarios?

Bueno… “¡Hablando se entiende la gente!”. Tal como hemos repetido hasta el cansancio, acompañando las órdenes del Comandante en Jefe de la Defensa Integral de la Patria, Nicolás Maduro, en el momento cuando el enemigo de clase pretendía conducirnos a una  guerra y acabar con nuestra democracia, participativa y protagónica, con nuestro gobierno y con la Revolución Bolivariana y Chavista: ¡Hablando se entiende la gente!

La unidad de los contrarios ha sido explicada por la dialéctica (tanto hegeliana como marxista y posterior a estos filósofos) a través de la síntesis a la que se llega al oponerse a una tesis, la antítesis a ésta. Hecha ley, la dialéctica de los contrarios establece que todo lo objetivo se expresa en entidades contrapuestas que luchan permanentemente entre sí, pero que al hacerlo, constituyen la unidad de los contrarios. El líder de la ya centenaria Revolución Rusa, Vladimir Illich Ulianov Lenin, la considera fundamentalmente, como núcleo de la dialéctica.

Por extensión al campo de las relaciones sociales de clase y su lucha en el presente de explotación capitalista, las contradicciones antagónicas entre proletarios y burgueses, son propias e irreconciliables entre ellas y sólo pueden ser resueltas con la revolución que encabezan trabajadores, campesinos, el poder popular, el proletariado.

Todo se mueve en una dialéctica que convoca al universo a avanzar. En una dialéctica que también convoca a las sociedades hacia su propio desarrollo, gracias a la revolución. En este caso, así como hay contradicciones antagónicas (entre clases), también las hay entre afines que en el campo de las ideas pueden representar tendencias o también formas de luchas.

Es en este punto donde llegamos a encontrarnos con el tema de la unidad, dentro de la Revolución Bolivariana y Chavista.  La experiencia venezolana de construcción del socialismo a la Bolivariana, siguiendo el liderazgo y legado de Chávez, es aún temprana para adelantar conclusiones sobre ella. Pero eso no significa, tampoco, que debemos esperar algún punto histórico para la reflexión, la crítica y la rectificación, cada vez que sea necesario (tengamos siempre presentes las Tres erres de Chávez, para estar prestos al Reimpulso, o al Golpe de  Timón). Lo cierto es que, en el contexto original de nuestra revolución chavista, el nacimiento del partido  que encabeza el proceso que, visiblemente, se inicia en 1992, con la rebelión popular del 4 de febrero, tiene por antecedente otras organizaciones patrióticas precedidas por el “Juramento ante el Samán de Güere”.

El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) es una organización revolucionaria no definida como comunista, aunque mantiene afinidades con la organización leninista del partido de la revolución proletaria. Su estructura se conforma con antecedentes de base, pero sobre todo por la iniciativa del Comandante Hugo Chávez de resolver la convocatoria de unidad, acercando a diversos factores, organizaciones y partidos “anti-sistema” que –individualmente- renunciaron a sus distintas adscripciones para inscribirse en esta nueva militancia organizativa.

Convertida por su accionar y trabajo político en mayoritaria, esta organización no es que se haya propuesto convertirse en hegemónica entre sus pares del Gran Polo Patriótico, pero lo es en buena lid.

Y ruego se me disculpe el enfoque personal, pero voy a recordar que soy caraqueño (pero no voto en Caracas), comunista, bolivariano y Chavista. Soy, también, militante del PSUV. Partido éste, al que me incorporo, por convicción revolucionaria y confianza plena en el compromiso de clase proletaria y liderazgo de Chávez.

Hoy avanzamos hacia un nuevo proceso electoral para escoger en diciembre, de este año, a los alcaldes y alcaldesas de nuestros municipios. Figuras estas que deben representar al Gobierno más cercano al pueblo -el de las alcaldías-, directamente, según la estructura del Estado, hasta el presente, en Venezuela.

Caracas -el municipio Bolivariano Libertador- quizás no cuente con candidatos opositores, en esta oportunidad. Por su parte, el PSUV ha propuesto a la compañera Erika Farías como su candidata. Otros dos revolucionarios de probados créditos, también comprometidos, con la Revolución Bolivariana, con el socialismo y con el chavismo, han sido postulados como candidatos, desde fuerzas revolucionarias distintas a las del PSUV. Son los casos de los camaradas Oswaldo Rivero (Cabeza’e mango) y Eduardo Samán.

A simple vista, el voto Chavista de Caracas tendría tres opciones para escoger a su alcalde. Lo cual puede interpretarse como expresión de auténtica democracia; pero también como una división del voto revolucionario o un desafío hacia la manera como el partido mayoritario, creado por Hugo Chávez, PSUV, presentó su candidatura electoral en la capital de la República.

De haber candidatos opositores en esta contienda, el chavismo acudiría debilitado a estas elecciones. Sin embargo, por la coyuntura actual, parece que estamos ante una medición de liderazgos y fuerzas, dentro del propio chavismo.

¿Para qué sirve la unidad en este caso? Soy partidario firme de la unidad del pueblo, de la unidad del proletariado y, por tanto, de la de los revolucionarios. La unidad debe ser, fundamentalmente, para vencer. Y no para vencer en unas elecciones, sino para vencer al enemigo histórico, al capitalismo y a su fase superior, que es el imperialismo. La unidad debe ser para alcanzar una nueva síntesis en el desarrollo de las fuerzas productivas.

El ejemplo de Caracas aparece confuso hasta hoy, pero lleno de contundentes elementos de reflexión, al interior del Partido. La aparición de tres candidaturas diferentes, dentro de la misma causa revolucionaria Chavista, no puede calificarse a priori (no es buena ni mala en sí) ni debe servir para estigmatizar a quienes optaron por candidaturas nuevas y no psuvistas.

La unidad de las y los revolucionarios, es necesaria y posible, pero debe comenzar a plantearse mucho más allá de los procesos electorales. La Revolución no es para ganar elecciones sino para ganar el poder (que no es el gubernamental. El cual, de paso, ya lo tenemos), para ganar el socialismo, para construir la sociedad de los iguales, el comunismo.

Es oportuno, entonces, este tiempo para revisarnos por completo, desde nuestra trinchera y –sobre todo- desde el compromiso de clase proletaria. El asunto no es solamente electoral. Es, fundamentalmente, de Unidad para vencer y no para vencernos sectariamente entre nosotros mismos. ¡Hablando se entiende la gente!

Ilustración: Xulio Formoso