Lilian ¡no vayas a vender el sofá!

Lilian, en primer lugar, mis respetos. Luego, una confesión: te envidio. Tienes la abuela que no tengo. Cien años. Cien bellos años. No puedo menos que desearle mucha, mucha, mucha salud. Te lo digo de corazón, confiando en tu palabra de mujer.

Pero caramba Lilian, también de corazón, te confieso otra cosa: me gustaría saber cómo rayos haces para conseguir dinero en efectivo, en cuáles bancos tienes tus cuentas (porque debes tener varias), y cómo haces para convencer a sus gerentes de que cada retiro te lo den en una cajita de madera tannnnn bonita que con mucho gusto la usaría como sofá en mi casa.

Lilian, la vaina es admirable ciertamente. Consigues 200 millones de bolívares con la misma facilidad que viajabas a diferentes partes del mundo diciendo que vivías bajo una dictadura, la misma que ahora te permite transitar a bordo de la camioneta de tu hermano Franco con el sofá de mi casa dividido en cuatro partes, porque eran cuatro cajas ¿no?.

¿Cómo haces Lilian? Alguna fórmula mágica debes tener para agarrar plata sencilla con tanta sencillez, que me obliga a recordar la caleta que uno siempre en el florero para comprar una chupeta en los momentos de antojo.

Lilian, ¿tú no eres mentirosa verdad? Te lo pregunto porque en cada incursión planetaria que hacías, jurabas, perjurabas y dabas alaridos porque supuestamente en tu país (que ahora creo no es el mismo mío), todo el mundo se moría de hambre porque no había ni medio para ir al abasto. Y si eso era así mi querida Lilian, mi sofá no hubiese aparecido en la camioneta de tu hermano Franco. Las cuentas, Lilian, empiezan a no cuadrarme.

Perdona por favor mi brutalidad pero hay otra cosa que no termino de entender, por más vueltas que le doy al acertijo. ¿Por qué no usas las transferencias bancarias a las que apelamos los hijos de Juana, justamente por no conseguir el sencillito que sí tienes tú? ¿Por qué no esgrimes la tarjeta de crédito, y ni tan siquiera la del popular débito? ¿A cuál clínica estás esclavizada, que te obliga a llevar nada más y nada menos que mi sofá para darte ingreso? Verga (y disculpa la palabra, pero ya me estoy enojando), a nadie se le hace eso Lilian. Cuando desees, te acompaño a la Asamblea Nacional Constituyente, y juntos denunciamos esa arbitrariedad que parece te están aplicando esos bichos malos de la medicina privada. En un CDI, no te lo hubieran hecho. Te lo juro por esta ¡muá!

Liliencita (te llamo así, porque la injusticia en tu contra hasta me invita a tomarte cariño), debes cuidarte, cuidar la camioneta de Franco y también mi sofá porque en el país del que tanto reniegas, la policía está pila. Muy pila. Sería terrible que pensara que esos recursos tenían un objetivo diferente a la abuelita. Yo no quiero que nadie sospeche de la palabra de esa paladina de los derechos humanos en que te convirtieron los laboratorios del cientificismo burgués, y termines perdiendo hasta mi sofá. No sabría cómo soportar tantas carreras en el mismísimo último inning del partido.

A última hora, Lilian, me entero de tres cosas terribles que tienen que ver contigo y, obviamente, con mi cada vez más lejano sofá. La primera de ellas es que fuiste imputada, lo que me lleva a exclamar: ¡Qué está pasando Dios mío! ¿De cuando acá una catirota como tú, ve su nombre en la prensa, encharcado por un atisbo de justicia? ¿cómo es eso de que puedes ir a parar a la cárcel por tener un chicherito en el florero de la casa pa’ comprar una chupeta?

En segundo lugar: te dieron tu parao en Maiquetía, cuando pretendías viajar (hay quien le llama huir), en primera clase para denunciar el acoso del régimen que ve un preso político en cuanto sofá se le cruza por el medio. Insólito, mi estimada.

Pero con la mano en el corazón mi admirada gladiadora de los shows con lacrimógenas, lo que me tiene los pelos de punta es lo tercero. Y eso tercero tiene que ver con tu abogado defensor, mi heroína. Salió a inventar que los 200 palos eran para una fundación de niños pobres. ¿A quién se le ocurre, carajo? ¿No y que eran pa’ la abuelita, Lilian? ¿cómo es la vaina mi querida vocera de la Resistencia? ¿Será que la abuelita es la presidenta de la mal llegada fundación y tú nunca lo dijiste y ahora tu «defensor» pide ese comodín, para más bien enredar el juego?

Lilian, estoy nervioso. Muy nervioso por todo esto que está pasando. No me veo sin ese sofá, con diciembre encima. ¿Dónde carrizo ahora dejará el Niño Jesús sus regalos? Iba a ser en el sofá, pero por los vientos que soplan, esa fantasía corre peligro.

Te lo ruego Lilian, te lo suplico: usa el disfraz de Caperucita que tanto te ha valido para que te crean todo, y no permitas que me quede sin sofá. No lo vendas. No permitan que fulminen mis sueños.