La justicia y el poder político

La justicia en algunos países pareciera haber perdido la independencia y encontrarse emparentada al poder político, tal como lo es en algunas naciones latinoamericanas y en Argentinópolis.

Volviendo a las viejas definiciones del colegio secundario, donde se daban materias como Instrucción Cívica (la cual era una materia que en realidad di como docente, ya que en mi época de secundario, pleno proceso militar, no era mucha la Instrucción Cívica que recibíamos), recuerdo cuánto énfasis ponían nuestros maestros en enseñarnos que Poder Judicial es uno de los tres poderes de un estado democrático, junto al Legislativo y el Ejecutivo y que, los poderes eran autónomos e independientes. Esto es el ideal, en la teoría, en la práctica es otra la historia.

En la práctica tenemos una Justicia que no se escapa a la idiosincrasia de nuestro país y de otros países en el mundo. Una Justicia oportunista, una Justicia que privilegia la burocracia sobre la eficiencia, en la cual se utiliza más los vericuetos y las argucias legales que las leyes mismas, una Justicia planeada para que solamente puedan llegar a ella los que tienen la plata para abonar los honorarios.

Una justicia es oportunista cuando,  aprovechando situaciones de caos entre los poderes, no deja pasar la oportunidad para obtener beneficios propios, negociando entre las partes involucradas, de la misma forma que los abogados de los pleitos comunes lo hacen en juicios civiles o penales, para negociar mayores beneficios para sus clientes y para ellos.

La Justicia cuando actúa como mediadora entre los poderes, actúa buscando un beneficio propio, más que la equidad. Igualmente, se deja sobornar por el poder político que muchas veces la usa, o pretender usarla en beneficio propio. Se pueden citar miles de casos de neto corte penal y delictivo que han sido “tocados” por la política para demorar su resolución, desde el caso de María Soledad Morales, pasando por García Belsunce, Nora Dalmaso, Cromagnon, explosión de la Fábrica Militar de Río Tercero, entre otros donde había actores del poder político involucrados o se utilizaba un hecho delictivo (una muerte o varias más precisamente) para fines políticos (derrocar o remover a contrario).

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Este usar que el poder político hace de la Justicia, tiene su precio y es el de una Justicia banal que, como un boomerang se vuelve en contra de su creador, ante una oferta mejor de la contraparte. Es decir, no siempre el gobierno de turno es el que mejor oferta tiene.

El poder político, además le ofrece (a cambio de ciertos privilegios en los tribunales menores) no tocar el viejo esquema burocrático judicial que permite mantener una justicia de vericuetos y argucias legales, donde el ciudadano común se pierde en un laberinto Kafkiano, frente a una justicia eficiente y rápida como propone la Carta Magna Argentina, la Constitución (creo que existe una sola cosa más desdeñada y de adorno que la Constitución Argentina y es la Carta de Derechos Humanos de las Naciones Unidas), que no daría los beneficios económicos que le da como está hasta ahora.

Quizás, no haya pruebas, quizás todo lo que digo es opinión popular, quizás sea todo cierto o no, quizás haya una parte de la Justicia que quiere ser independiente y eficaz, pero por lo que se lee en la crónica diaria de nuestro país y de otros países, la justicia es independiente, porque los fiscales y jueces pueden elegir libremente quién les paga mejor.

DesdeLaPlaza.com/Nito Biassi/ Buenos Aires