El pulso de las inauguraciones olímpicas

Por: Carlos Arellán Solórzano

Las galas de inauguraciones olímpicas son una demostración de carácter que bien tienen en cuenta eso de que no hay nada más poderoso que una primera impresión.

Son un desafío más complicado que levantar la infraestructura de los juegos, porque se trata de un instante fugaz con la ambición de permanecer para siempre en la memoria de la gente.

Para conseguirlo hay que tener espíritu innovador, y solo quienes tienen ese hierro, alcanzan la trascendencia napoleónica que definía la inmortalidad como la capacidad de seguir sobreviviendo en la memoria de los hombres.

Con ese atrevimiento, Barcelona 92 se ha convertido en la edición más espectacular de todos los juegos olímpicos de la era moderna, y lo hizo desde el primer día, cuando con osadía probó encender el pebetero de una manera distinta a las anteriores.

Un arco y una flecha fueron la metáfora de una ambición que apuntaba alto y que inauguró un nuevo renglón, que no solo hizo trabajar a los ingenieros y arquitectos de las ediciones siguientes, sino también a los creativos con espíritu sensible por el espectáculo, reclutados con la misión de pensar una versión más potable de hacer propaganda.

Atlanta 1996 no consiguió el cometido de hacerle sombra a la ciudad catalana, pero la imagen de Muhamed Alí, anciano y con los temblores del Parkinson prendiendo el pebetero, conmovieron a una audiencia mundial que recuerda al campeón de los pesos pesados eternamente joven, irreverente y en blanco y negro.

https://www.youtube.com/watch?v=80wMMFAcweQ

Pasando por alto a Sidney y Atenas, Beijing 2008 hizo una manifestación de carácter con un espectáculo simétrico, sincronizado y con un alarde tecnológico que dejó una onda expansiva de bocas abiertas que confirmaban la envergadura de un país que no solo sabe producir en serie y barato.

El encendido del pebetero se la ingeniaron con un hombre corriendo en el aire y por los bordes del estadio olímpico “Nido de Pájaro”, mientras que a su paso se desplegaba un pergamino, que bien es la alegoría de un paso irrefrenable de una potencia que reclama su espacio vital en el primer mundo.

En cambio Londres no creo que haya conmovido la fibra de los millones de espectadores a pesar de las muecas cómicas de Mr Bean, o la epopeya de la revolución industrial en Inglaterra que nos ha legado el desarrollo manufacturero actual, mas sí consiguió atraernos con la añoranza de una época sellada con el fuego de The Beatles y Hey Jude.

https://www.youtube.com/watch?v=RKlcaDwQiIY

Con este preámbulo de nuevos retos, Río 2016 sacó el músculo y vació el océano sobre el Maracaná. Nos advirtió sobre el futuro sin árboles y la posibilidad de un Apocalipsis de mares inundando ciudades si no actuamos a tiempo, a la vez que nos sobaba la visión de los tiempos venideros con el garbo de una chica caminando por Ipanema, con esa cualidad bien suramericana de contemplar lo fatídico con un signo impávido que bien se parece a la temeridad de un distraído.

¿Será por ello que escogieron a Vanderlei Cordeiro de Lima para encender la llama y no a un millonario rey del fútbol en retiro? El maratonista y su talante en Atenas 2004 es la simplificación del carácter noble de esta región. El deportista retirado, a pesar de la demencia de un fanático religioso con un raro mensaje evangelizador que le hizo perder el oro, llegó a la meta haciendo “el avioncito” con un verdadero gesto de piadoso cristiano de poner la otra mejilla antes de preferir la amargura, la rabia y la venganza.

Si bien Río no tuvo la ambición inmortal de replicar un encendido comentado hasta la eternidad, apeló a la potencia de un signo, que es el de la nobleza a pesar de los obstáculo de un continente habituado a la desigualdad y con la consigna melosa de que es mejor reír para no llorar.

La inauguración fue lucida. Un espectáculo creativo y rendidor, capaz de impresionar con la mitad del presupuesto de los juegos anteriores, con esa virtud obstinada de nuestra raza de no dejarse abatir a pesar de las dificultades.