Ciudad sin arte. Profecías absurdas para entender

Oscar Sotillo - Serie exvotos 1

Por: Oscar Sotillo

En una proyección apocalíptica supondremos que en Caracas, un día, no se sabe por qué, desaparece todo el arte público. Las estatuas, los monumentos, las fachadas, los museos, los murales, y todos los jardines y los monolitos conmemorativos y las superficies hermosas de las obras de arquitectura. A esta lista de “obras de arte” habría que sumarle tantas manifestaciones que poco a poco se borraría la frontera entre lo que llamamos arte y lo que no, entre lo que desaparecería y lo que quedaría ante nuestros sentidos.

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En este ejercicio imaginativo ordenaríamos primero los objetos sobre los que hay un claro consenso, luego iríamos sumando los que tienen menos aceptación, y así iríamos avanzando en un camino minado de controversias, de desencuentros, de posturas subjetivas, de prejuicios, de convenciones y de temas de los que no se habla. Esta lista jerárquica dibujaría nuestra historia, nuestros sueños de nación, nuestro patrimonio espiritual y material.

¿Dónde estaría el grafiti amoroso: fulana te amo? ¿Acaso entrarían en esta lista los avisos comerciales de fruterías y se pegan cierres y se ponen inyecciones? ¿Quién tiene la potestad de incluir en la lista una forma nueva, un conjunto de conceptos materializados? ¿En base a qué prejuicios y valores  se organiza esta lista? ¿La aceptación de algunas formas es solo un tema de la costumbre, o hay valores intrínsecos de la belleza? ¿Podrán salir algunas obras de la lista después de haber estado allí? ¿Quién o quiénes controlan los sutiles hilos que tejer la lógica y la ilógica del arte de estos días?.

En nuestra proyección apocalíptica desaparecería toda la ciudad. Todas las manifestaciones humanas, incluso el control de la naturaleza tienen un profundo sentido estético, ético y político que responde a un entramado de relaciones sociales, emocionales y biológicas. ¿Cuánto del ser humano desaparecería también en esta suposición alucinada? Nuestra relación con la naturaleza es también una creación cultural. Pero estos modelos extremos y absurdos dejan ver las rendijas sin solución que hemos ido dejando en el camino. Ya no hay materia, disciplina o conocimiento que no esté conectado a muchas otras fuentes y discursos, a realidades y mecanismos, a funcionamientos y éticas.

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Pero este absurdo ejercicio imaginativo deja más dudas que claridades. El arte sigue siendo, como fenómeno social, un campo de relaciones complejas, una armatoste de conveniencias disputado por las fuerzas de la dominación, y como reino de lo emocional un instinto de hacer e imaginar, y en ese imaginar se nos va toda la vida.