Nazareno de San Pablo: más que una tradición, un agradecimiento

Una de las tradiciones religiosas con más devotos y con una connotación especial en su celebración es la del Nazareno de San Pablo.

El Nazareno, es una estatua de 1,74 m de altura, tallada en madera de pino flandes de Sevilla, España, en el siglo XVII, atribuida al escultor español Felipe de Ribas. Según dice la tradición, el escultor, después de terminar de tallar la imagen, el Nazareno se le aparece y le dice: «Donde me has visto que tan perfecto me has hecho».

Desconociendo los motivos, esta estatua atravesó el Atlántico y fue traída a Caracas e instalada en la Capilla de San Pablo (actual Teatro Municipal).

Llega el año de 1880, Venezuela es gobernada por el entonces presidente de la República, Antonio Guzmán Blanco, y producto de su enemistad con la Iglesia Católica, manda a derribar el templo para indicar en ese lugar la construcción del moderno Teatro Municipal, orden que quedó ejecutada con la inauguración del mismo en 1881.

Según la leyenda, aquel día de la inauguración, Guzmán Blanco estando de pie en el palco presidencial del teatro, escuchó que la estatua del Nazareno le preguntó: “¿Dónde está mi iglesia?”.

El entonces Presidente, consternado, corrió hasta donde su esposa y le contó la aparición y prometió la construcción en honor a Santa Ana y Santa Teresa, un templo, hoy conocido como Basílica de Santa Teresa, que se convertiría definitivamente en el hogar de la venerada imagen del Nazareno de San Pablo.

Más que una tradición, un agradecimiento

Corre el año de 1696 y una espantosa enfermedad llamada ‘la peste del vomito negro’ azota la ciudad de Caracas. Suplicando la ayuda de Dios, feligreses decidieron sacar en procesión a la estatua de San Pablo.

Según cuenta la leyenda popular, en su recorrido, justo en la esquina de ‘Miracielos’, la santa imagen tropezó con un limonero (árbol de limones), enredándose su cruz, y cual lluvia sagrada, comenzaron a llover un sin fin de estos frutos cayéndose al suelo, interpretando los devotos esto como una señal divina. “¡Milagro!, ¡milagro!”, gritaron todos los presentes.

Los frutos caídos del limonero fueron llevados a las casas de los enfermos y con ellos se elaboraron guarapos e infusiones que aliviaron no sólo los pesares por aquella peste, sino también alimentaron la fe de un pueblo en la sagrada imagen por la pronta y efectiva curación.

Convertido en una tradición popular

En la actualidad, el Nazareno de San Pablo continúa recibiendo a los fervientes visitantes que llegan de todas partes del país y turistas extranjeros.

Para su procesión, El Nazareno es vestido con una túnica morada bordada con hilo de oro, con los símbolos de la pasión, y adornado con perlas, sortijas y otras joyas dignas de tal celebración, además de las orquídeas que suelen adornar la figura.

Todos los años se ofrecen varias misas desde tempranas horas de la mañana y son muy concurridas por el público citadino. Cada eucaristía se realiza con el propósito de alistar y preparar a los asistentes antes del acto principal.

La procesión se realiza en horas de la tarde. El Nazareno sale por la puerta sur, como se suele hacer desde sus inicios, pasa por el Teatro Municipal y luego entra nuevamente por la puerta sur de la Basílica para recibir a todos aquellos que deseen expresar su agradecimiento a esta divina figura.

Muchos se acercan a compartir sus deseos para El Nazareno en cada Semana Santa. Tanto pequeños como grandes se acercan para ofrecer velas, iluminando de esta manera cada una de sus peticiones.

DesdeLaPlaza.com/Agencias/Rubén Scorche