En búsqueda de las captahuellas, ¿dónde están?

Eran casi la 10:00 am y aunque la mayoría de los caraqueños estarían en plena jornada laboral y estudiantil, algunos aprovechan la mañana para realizar compras hogareñas.

Intrigados por la instalación de las polémicas captahuellas en los centros de distribución de alimentos provenientes del Estado y el plan de “Eficiencia mata colas” propuesto por la Superintendencia de Costos y Precios Justos (Sundde), el equipo de Desde La Plaza decidió acercarse a dos redes de Abasto Bicentenario de Caracas para confirmar su ejecución.

Primer objetivo

La primera parada fue el Abasto Bicentenario de San Bernandino, tras recorrer el mercado no se observó colas como mostró mediáticamente “El Dakazo”, ni que te marcaran con la captahuella para entrar. Acercándose las 10:20 am, entramos y un sujeto de seguridad nos dio la bienvenida.

A primera vista, se sentía el ambiente agotador de sus trabajadores, donde sus rostros de cansancio hablaban sobre el hecho de laborar con la gente “estresada”, sin embargo, había uno que otro empleado sonriente.

Las cajas registradoras  detallaban soledad, de 10 solo 5 funcionaban, haciendo que cuestionáramos sobre si el plan de Sundde llegó a su tiempo de ejecución. No obstante, tras ver las cajas cerradas, otras colas recorrían todo el supermercado de manera particular, aun cuando no parecía que hubiese mucha gente en el Bicentenario, las filas se hicieron notar en donde estaban los productos más solicitados.

Harina de maíz, de trigo, leche, aceite comestible (increíblemente estaban vendiendo aceite automotor y lubricante importado), pollo, café, pastas y margarina, siendo en su mayoría marcas reconocidas por el estómago venezolano.

También observamos largos anaqueles carentes de productos, las frutas y verduras estaban en descomposición, siendo ignoradas por la mayoría de los usuarios que sólo compraban los productos anteriores, como si un chip de necesidad copiara en los cerebros de todos, lo que se necesita para la alimentación.

Ya se aproximaban las 10:40 y una acomodadora de mercancía se nos acercó de manera amigable, tal vez acertando que éramos “prensa».

La señora pasaba los 40 años, un poco desaliñada por el estrés de llevar y traer productos del depósito al anaquel y viceversa. Ella no quiso revelar su nombre (para no arriesgar su puesto de trabajo), habló sobre la difícil tarea de surtir los productos regulados, pues aunque el establecimiento puede obtener toneladas de una mercancía en particular, “si la dejamos guardada es acaparamiento, pero si sacamos todo a los anaqueles, los clientes se roban los productos a través del uso de coalas y bolsos, más lo que se llevan comprándolo de manera legal”.

Al contemplarse el robo de los productos, principalmente los de aseo personal (champú, desodorante, pasta de dientes, toallas sanitarias, entre otros), se tomó la medida de que toda persona que quiera comprar este tipo de producto (estando en existencia) debía hacer la cola con las demás personas y solicitarlo a la hora del pago.

Siendo lo único que repele a los revendedores y bachaqueros (por cierto tiempo) es la utilización  de un software que permite registrar la cédula de identidad y restringir la compra de los productos de la cesta básica a 4 días por persona, evitando así la compra constante, pero la buscada captahuella no ha sido instalada en el establecimiento.

Ya eran las 11:00am y al no encontrarnos con la “anhelada” captahuella, salimos del local tras una revisión de nuestras pertenencias, siendo sorpresa para el vigilante encontrar en el bolso de mi compañera una cámara fotográfica, que habíamos utilizado en el interior del local de manera discreta, situación que no le pareció gran cosa y nos dejó salir.

Segundo objetivo

Decidimos acercarnos al siguiente punto: el Abasto Bicentenario de Parque Central, donde luego de subir las escaleras que conducen al local comercial, no se contemplaban colas externas, pero lo primero que se observó fue el orden y el buen estado de las frutas y verduras.

De 10 cajas 9 estaban en pleno funcionamiento, incluyendo la «preferencial», que sin lugar a dudas era la cola más larga del establecimiento, rodeando el mismo de manera interna, las otras pertenecían alertas ante una mayor cantidad de gente comprando los mismos productos.

Se repetían en este: anaqueles vacíos, pero  el supermercado tenía más opciones, entre ellas: pescado, quesos regulados y de nuevo el aceite de motor, estando ausentes los productos de aseo personal.

Las filas avanzaban más rápido al ver más cajeros trabajando, sin embargo, por más rápido que pasaron los productos por sus escáneres de precios no lograban “matar la cola”, utilizando el mismo sistema de software que registra las cédulas y limita los días de compra.

Tras salir y detallando que ningún sujeto de seguridad nos inspeccionaba, el equipo se retiró sin encontrar la captahuella.

 

Desde La Plaza/KCB