Demasiado tostao

Había ahorrado 3 de las mesadas que le daban sus padres, una suerte de aporte para el disfrute de su juventud, sueldo de hija le llamaba, que en Carola se invertía en rumba, cigarrillos y alcohol. Morena, regordeta, con cabellos rizados y de veintitantos, no perdía oportunidad de adentrarse en la jungla en la que se convertía Caracas de noche. Los amigos que había hecho en la universidad insistían en que debía ponerle coto a su necesidad de entregarse a la que significaba asistir a cuanto templete se organizaba en la ciudad.

Las malas juntas estaban conformadas por 3 de sus mejores amigas, Mercedes, Susan y Verónica, eran entonces las 4 estaciones del guaguancó, las reinas absolutas de la sabrosura, con sus pieles bronceadas, salvo “Meche” que era una negra despampanante con todo el tumbao que le cabía en las caderas voluptuosas, esas que su abuela de Higuerote le había mandado en los genes junto a un afro inmenso que trenzaba de vez en cuando. Conforme se acercaba el fin de semana se hacía la investigación previa para ir ubicando: destino, traslado, presupuesto, pinta, maquillaje, género musical y posibles acompañantes. Luego al llegar el sábado se rendían completamente ante la pachanga.

Esa noche llegaron en taxi a la discoteca de moda, en la puerta había un hombre negro y corpulento de seguridad, con un aparato en su oreja por el cual le indicaban (los dueños del local que observan detrás de un vidrio ahumado) quién podía y quién no podía entrar. Había una colita en la puerta, dos jóvenes muy guapos y altos a los que Meche les picó el ojo y justo detrás de ellos estaba un par de rubias con unos vestiditos muy cortos y tacones muy altos. Las miradas de Meche, Susan, Verónica y Carola se cruzaron y sonrieron para posteriormente chismear y criticar a ese par de “peliteñidas”, el portero les sonrió a las oxigenadas y las dejó pasar para que luego cancelaran el monto de la entrada. Era entonces el turno de nuestras 4 mujeronas. Él ni las miró, simplemente les informó que esa noche había una fiesta privada en el establecimiento y que, lamentablemente, no podían entrar. Susan comenzó a caminar con dirección a la avenida más cercana para agarrar un taxi (no se aguantaba tanta discriminación en un país como Venezuela), Meche lo miraba y lo miraba, su cara le resultaba muy familiar, Carola no entendía si ella tenía el monto suficiente para cancelar el costo de la entrada, no podían pasar ella y sus amigas, le exigía una explicación argumentada. Verónica, por su parte, le preguntó con su sonrisa completa que le extrañaba lo de la fiesta privada, porque en la página web del local decía que esa noche era Ladies Night hasta las 11pm, a lo que el hombre con cara de fastidio y aun sin dirigirle la mirada que no entrarían y remató con: “Es que ustedes están demasiado tostadas para entrar aquí” y las despachó.

De pronto, ¡ZAS! A Meche le cayó la locha y le dijo: “Mira Jackson Rafael Medina Hernández, tostao estás tú mijo, ¡mírate! cuando estábamos chiquitos, en vacaciones tu y yo jugábamos a tumbar los mangos en casa de tu mamá allá en Curiepe, ¿o ya se te olvidó? Llegábamos llenos de tierra y nos bañaban con manguera en el patio, nos cuereaban a los dos por igual y de noche nos escapábamos para hacer competencia de quién lograba ver más estrellas fugaces y el premio era un besito en la boca. ¿Qué te pasó chamo? ¿Te echaron cloro en el cerebro? No te has blanqueado nada mijo, porque yo te veo igualito, como el negro mocoso que eras. Ridículo. Esos que te hablan al oído no te dejarían entrar a ti tampoco, ¿entiendes? No seas igualado y comemierda chico, date tu puesto. Ellos no son tus amigos, ellos te usan porque con ese tamaño que tú te gastas, le metes miedo a cualquiera, pero a mí, no.” El hombre la reconoció, agachó la mirada y balbuceó: “discúlpame Meche, es mi trabajo”.

Ella sonrió y se le acercó, le quitó el audífono y le susurró algo. Jackson volteó la mirada hacia el vidrio ahumado y levantó la cuerda, pero no fue para dejar entrar a las muchachas, sino para agarrar a Meche por la cintura, clavarle un beso y salir con ella a rumbearse las noches.

DesdeLaPlaza.com/ Victoria Torres