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Chanceo en los baños

Fenster Zum Klo: Public Toilets, Private Affairs.

Los hombres tenemos, por cuestiones netamente naturales, la facilidad de orinar y tener experiencias sexuales exprés o “subidas de tono” casi que en cualquier lugar, sin preocuparnos más que por sacar nuestro miembro del pantalón en cuestión de segundos.

Esto se torna interesante, sobre todo, cuando eres gay y te encuentras en lugares donde rápidamente puedes tener cierta tensión sexual con otro hombre, aunque estoy seguro de que esto también sucede entre heterosexuales, pero no de la misma forma. Todos la hemos sentido y, dependiendo de algunas cosas, nos lanzamos a la aventura. Excitante, por supuesto.

Estas situaciones se conocen como el “cruising” y los centros comerciales son un punto clave para el chanceo en los baños. Muchos de los hombres que los frecuentan van pendientes de cuadrar un “rapidito” y de lanzar un par de miradas como señas para entrar en el juego. Los baños se convirtieron, incluso, en un lugar importante dentro y fuera de la cultura gay.

Pero toda esta cuestión de la experiencia y la excitación se torna asquerosa e incómoda, sobre todo para aquellos que no estamos pendiente de «seguir la corriente», pero, al parecer, muchos tenemos bastante suerte para encontrarnos con hombres que buscan satisfacer su objetivo con nosotros mientras orinamos o simplemente nos lavamos las manos.

No sé cómo considerar ese momento en el que aceptas que las experiencias “exprés” son excitantes, pero que también ese mismo tipo de experiencias producen algún tipo de rechazo. No sé si es la forma en la que se presentan o si son las mismas personas. ¿O es porque uno sencillamente no va pendiente?

Como suele pasar en los baños del Sambil, cuando entras a orinar te reciben son varios tipos, como dándote la bienvenida, parados mirándose unos a los otros con adrenalina y emoción, tanto en la puerta, como en los pasillos o urinarios, tratando de verte el pene, besándose, masturbándose, metiéndose manos ellos mismos y encerrándose en los cubículos para el sexo oral y anal.

A experiencia personal, hace unos meses fui al mencionado centro comercial y entré directamente en un cubículo para escapar de todas esas pruebas de fuego. Las miradas (de hombres de cualquier personalidad, apariencia, mayores, estudiantes, liceístas, universitarios, afeminados, no afeminados), iban y venían, se mezclaban. Ese lugar en el que erróneamente pensé que podía escapar de todo, estaba lleno de semen: en el piso,  en la poceta, en todos lados. ¡Qué asquerosidad! ¿No creen? Ese día no hice nada, las ganas de orinar desaparecieron y me fui.

Recuerdo que otro de esos días, no sé exactamente en cuál centro comercial fue, entré al baño para lavarme las manos y la cara, el ambiente era casi el mismo que ya comenté arriba. Esa vez, mientras mojaba mis manos y me dirigía a mirarme la cara en el espejo, me di cuenta de que un chamo, al que había visto por los pasillos del centro, me siguió y se metió en el cubículo. Él, moviéndose como si se masturbara, me hizo seña para que entrara con él.

Fenster Zum Klo: Public Toilets, Private Affairs.

Hay quienes optan por la clásica técnica de pararse casi detrás de ti -o algo cerca- y comienzan a «acomodarse» la camisa, el pantalón, o «el paquete», mientras te miran fijamente a través del espejo esperando alguna respuesta positiva de tu parte. Pero lo que siempre encontrarán, es ese que se para por horas ante el urinario simulando que están orinando, pero en realidad están masturbándose o esperando «luz verde» de cualquier aventurero arriesgado que aparezca para «un polvito».

Sin rayar en el moralismo, algunas veces estas situaciones generan morbo y cierta excitación, sobre todo si esa persona es atractiva. Pero no todos tenemos -o queremos hacer nuestro- ese desenfreno sexual que tienen algunos otros para concretar encuentros así. Quiero decir, en donde todo el mundo se mete mano y donde todos tienen sexo con cualquiera.

Me pregunto cómo, en una ciudad tan peligrosa como Caracas -esto también sucede en las ciudades del mundo y data de hace bastantes años- y en donde hay tanta gente con malas intenciones, una persona, independientemente de que sea gay o no, puede tener esa facilidad, sin pudor alguno, de frecuentar constantemente con hombres desconocidos. Conozco casos de personas que se dedican a ello por bastante tiempo, casi todos los días.

No negaré que cada una de mis iniciales experiencias me ayudaron, en cierta parte, a confirmar mis preferencias sexuales, y esta inclinación me ayudó también a darme cuenta con mayor rapidez de las intenciones de otros hombres que se encontraban en mi entorno.

Pero gran parte de esa «limitante», además, es el riesgo de contraer cualquier enfermedad de transmisión sexual porque cualquiera de nosotros estamos propensos a contagiarse. Con esto no pretendo decir que no experimentemos ni nos divirtamos.

Hace tiempo leí un artículo en el que un heterosexual se quejaba del chanceo en los baños porque en varias oportunidades los hombres lo miraban cuando entraba e intentaban verle el pene mientras estaba en el urinario. Dijo que los homosexuales “la cagan” cuando hacen este tipo de cosas porque hacen que les agarren idea a todos. Cosa que no cuestiono. Es cierto.

Cuando un heterosexual entra al baño de hombres en cualquier centro comercial y se encuentra con estos escenarios que he mencionado anteriormente no creo que pueda tener otra percepción de los homosexuales, a pesar de no ser homofóbicos. Yo creo, como homosexual, que, así como la comunidad de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales exige respeto y hace alarde de sus derechos negados, también debe respetar los espacios y las preferencias de los demás. Sobre todo, si también hay niños que tienen que presenciar estos escenarios que reflejan, de una manera bastante burda, las apetencias sexuales de los demás.

@Luisdejesus_

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