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Comida kilómetro 0: Cierra los ojos, prueba un bocado y descubre en dónde te encuentras

Hoy amanecimos gastronómicos, de mente alma y estómago, el tema de esta semana es la comida kilómetro 0 que es aquella que se encuentra en un radio inferior a 100 kilómetros de dónde va a ser consumida.

Los productos que se adquieren son principalmente ecológicos, es decir, no pasan por ningún proceso químico de post producción o conservación y además favorecen el empleo y la economía local, por lo que comer un plato kilómetro 0 es asegurar el disfrute de una comida 100% fresca.

Parece algo nuevo, una nueva tendencia, pues así lo está siendo y en la actualidad los restaurantes que sirven comida kilómetro 0 están certificados e incluso pertenecen a movimientos como el “Slow food”. Esta se ha puesto de moda gracias varios ecochefs que intentan conjugar el respeto medioambiental, la conciencia ecológica y la cocina.

La verdad es que no es nada nuevo cocinar con productos obtenidos de las adyacencias del lugar donde preparas la comida. En la antigüedad, la mayoría de la población se encontraba viviendo en el campo sembraban, mantenían y producían sus propios alimentos; otros vivían de la venta de los mismos y era algo normal, por ejemplo, tomar leche caliente de una vaca recién ordeñada o comer un omelette de huevos recién puestos, una deliciosa ensalada césar con lechuga del huerto, pan viejo y queso añejado.

Otro dato de este tipo de comida, es que existen más referencias internacionales que nacionales de algo tan maravilloso como lo es comer “fresco”. Por esta razón, compartiré con ustedes dos ocasiones en las que me ha tocado gozar de la comida kilómetro 0 para que así ustedes puedan comprender de mejor manera de qué se trata:

La primera fue en un viaje que realicé a pie con mi compañera de ocurrencias (si la que me ayuda a redactar la columna, porque yo soy bueno es con las manos), pagamos un paquete de hospedaje en  la posada “D’avila” en Galipán. Fue un camino largo, pero divertido. Al final llegamos al paraíso en medio de las montañas, estando allí desayunamos, almorzamos y cenamos comida kilómetro 0. Nosotros encantados ya que, además de la excelente atención que recibimos, todo estaba tan sabroso, fresco y muy diferente a cualquier plato que hayamos probado.

Recuerdo que uno de ellos estaba compuesto por pescado traído de catia la mar (muy cerca de la posada, desde dónde estábamos veíamos muy cerca el mar), ensalada de rúgula, con espinaca recién arrancados de sus sembradíos, un postre de piña con fresas cultivados por los mismos dueños de la posada, y un vino de cereza hecho en casa, allí hasta el café era producido por los dueños.

La segunda ocasión fue en la posada “Agua Miel” ubicada entre Caruao y Chuspa estado Vargas allí, en nuestra vacaciones decembrinas me tocó (cómo el chef de la relación) preparar la cena navideña, en este caso no hubo ni hallacas ni pan de jamón, pero sí comida rica. Me enfoqué en hacer cocina kilómetro 0 para esa noche y lo logré. El plato contenía pescado de río (de por allí cerca), coco de los cocoteros de la posada, también flores cayenas y silvestres, cenamos una deliciosa pasta con todos estos ingredientes.

Dos experiencias diferentes, la primera (más gourmet y servida por otros) la segunda más campestre y hecha por mí. Ambas con el mismo tipo de comida y que provocaron un goce inigualable. Entonces, ¡más claro imposible! La comida kilómetro 0 es inventarse algo sabroso con los ingredientes que se encuentren más cercanos o en el lugar en donde estés, sin mucha complicación y especies directo a tu boca.

¿Estás listo para este reto? Prepara tu propia comida kilómetro 0 y cuéntame cómo te fue…

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