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Cromoindiferencia de color aditivo

Creo que todo aquel que se va del país, por cualquier situación que sea, agarra sus maletas y las llena de las miles de esperanzas que los acompañarán por todo el camino, hasta que un día toque volver. Cuando tienes que llevar solo lo necesario te das cuenta de que no eran tan importantes todas esas cosas que siempre tuviste contigo y que creías imprescindibles.

Quiero decir, que esa camisa favorita no era tan favorita y no te da remordimiento por dejarla; que esos zapatos tampoco es que te quedaban tan bien como pensabas y que llegó el momento determinante de dejar ese regalo de tu ex que aún conservabas, total, ¿para qué lo necesitarás?

El sueño de todo aquel que se marcha es volver y encontrar al país en las vías de su propia reconstrucción. Ese momento que tanto esperamos: cuando vuelvan los grandes profesionales, los artistas, los escritores, los doctores, los maestros, quien quiera que sea, pero que vuelva con el amor a su Patria, llena de oportunidades.

Se van por un país deteriorado y la Cromointerferencia de color aditivo, obra del artista cinético Carlos Cruz-Diez en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía, se ha convertido para muchos en la alfombra de despedidas, en el pañuelo de lágrimas, en el consuelo de los que aún se quedan, de los que se sienten embestidos por la realidad.

¿Cómo pensar que alguien que ha criticado la situación de deterioro por la que atraviesa Venezuela es el mismo que contribuyó con la destrucción de la obra de Cruz-Diez, que es ya es nuestro patrimonio?

En meses pasados se denunció el presunto vandalismo en el aeropuerto internacional por parte de ciudadanos que se van y se llevan, poco a poco, las pequeñas piezas de colores. Sonará bonito y metafórico eso de que «me llevo una baldosa y la colocaré cuando vuelva», es verdad, pero no refleja más que la expresión propia de la indiferencia, y eso no es más que otra forma de empujar al país hacia vacío. El sinsentido de las personas.

Foto: Rafael Guillén.

¿Serán ese los mismos que se coleaban en las colas, los que botaban la basura en las calles, los que no pagaban el pasaje del Metro, los que sangraban por su patria y ahora la desangran? La Cromointerferencia de color aditivo tiene cuarenta años recibiendo y despidiendo a millones de venezolanos y extranjeros, con grandes historias y encuentros que desconocemos, con lágrimas y sonrisas que valen demasiado como para que venga cualquier persona a arrancarlas solo porque quieren llevarse «un pedazo de su patria».

El trabajo y el arte de Cruz-Diez es altamente valorado y respetado en otros países, y ¡qué triste que a nosotros se nos pierda nuestra historia! ¡Qué triste que ya poco nos quede de nuestra cultura y aún esperemos un nuevo comienzo! ¡Qué triste que dentro de nosotros ya no nos quede tanto!

Sin embargo, no debemos dejar llevarnos por simples especulaciones y caer en el absolutismo. Considero necesario mencionar -y resaltar- que más allá de que si se llevan o no los mosaicos, no es esta toda la causa de las condiciones en las que se encuentra el arte que nos pertenece a todos.

En Venezuela existe el Centro Nacional de Conservación y Restauración Patrimonial que, según señalan en su página web, es un instituto creado por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, con el objetivo de desarrollar programas de conservación y restauración para la preservación del patrimonio artístico y cultural del Estado venezolano, adscrito a la Fundación Museos Nacionales.

El deterioro de la obra de Cruz-Diez viene sucediendo desde hace años y la máxima responsabilidad recae sobre el Estado venezolano, quien debe garantizar la conservación y mantenimiento de cada una de las obras de nuestros artistas que hacen más visible a nuestro país, pero lo que se ha observado en las últimas semanas ya es una situación de indiferencia total.

¿Qué pensará de todo esto Cruz-Diez, uno de los venezolanos más universales? ¿Cómo sentirá este rechazo e irrespeto de sus propios connacionales hacia su trabajo incansable, maravilloso e insaciable? ¿Qué pasará por su mente y qué sentirá al darse cuenta de que en otro país es más reconocido y valorado que en su propia Venezuela? ¿Qué pensará Cruz-Diez que durante las protestas desarrolladas en 2017 escribió:

“A mis 94 años, les digo con sinceridad que les ha tocado vivir una época extraordinaria porque todo está obsoleto y hay que inventarlo de nuevo, hay que inventar un nuevo lenguaje político que hable de democracia, de valores éticos, de libertad, progreso y justicia social, hay que inventar la educación y crear un país de emprendedores, artistas e inventores, un país digno y soberano en el contexto global, en fin, en Venezuela hay que inventarlo todo ¡Qué maravilla!”?

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