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El «Comandante» de Colombia: Bachaqueo derrotado

Como si no bastaran las toneladas en alimentos, medicamentos, combustibles y billetes de 100 bolívares, ahora la élite colombiana (y sin necesidad de usar a la pobreza que lamentablemente persiste en ese país, donde el escaso empleo tiene al pueblo neogranadino viviendo del ‘rebusque’) pretendió ‘bachaquear’ la imagen del mejor presidente de la historia de Venezuela

El guionista cinematográfico Luis Britto García (cuyo trabajo está en la precisa obra cinematográfica ‘Zamora’, de Román Chalbaud) enumeró recientemente lo contraproducente de manipular la imagen de un personaje histórico: “La obra de Sony es un homenaje a la grandeza de Hugo Chávez, porque nadie está haciendo una serie de 60 capítulos sobre Álvaro Uribe, sobre Bush, ni sobre ninguna de las figuras de la oposición venezolana… (buscaron) asimilar la imagen de Pablo Escobar Gaviria a la del Comandante… El actor siempre trata de poner una cara de malo barato, que en la vida real jamás le habría conquistado un solo voto…  A veces a los maquinadores mediáticos les sale el tiro por la culata: Recuerdo una serie ambientada en tiempos de la dictadura de Pérez Jiménez, en la cual se intentaba poner como figura odiosa al director de la Seguridad Nacional enamorado de una prisionera política e interpretado por Gustavo Rodríguez. Pues, el personaje se hizo tan popular que acortaron la serie. Gómez I y Gómez II se hizo para desacreditar al Benemérito, pero el guion de Cabrujas y la interpretación fueron tan extraordinarias que si Gómez resucita gana las elecciones… A comienzos de siglo también se lanzó una telenovela en la cual se quería presentar como odioso a un personaje, con algunos de los rasgos de Chávez: campechano, abierto, confianzudo. El personaje resultó tan popular que tuvieron que acortar la serie”.

El fracaso de la propaganda antichavista titulada ‘el comandante’ fue más sorprendente de lo que esperábamos: Un mes de propaganda en todos los medios, nacionales y mundiales (con la típica amenaza prepotente de la acomplejada derecha latinoamericana sobre un supuesto mundo que se enteraría de la supuesta verdad sobre Hugo Chávez) para terminar logrando un lugar vergonzoso entre los primeros 20 programas en sintonía de Colombia (puesto número 16). El fracaso de RCN fue difundido con una preocupación solo comparable a una catástrofe natural por el locutor colombiano Julio Sánchez Cristo, en su programa ‘la W’, donde enumeró en la entrevista que realizó las causas de este fracaso, que van desde estrategias equivocadas por parte del canal neogranadino, hasta el desinterés de la población.

Luis Britto García, acertadamente, habló de la manipulación contraproducente, que incluso puede convertir a villanos en héroes populares, pero ¿Y si hablamos de dinero?

Colombia y Venezuela se unieron en la historia de la televisión en Venezuela de los años noventa gracias a una telenovela: “De oro puro”, obra de Julio César Mármol, producida por Jhonny Pulido Mora y protagonizada por Hylene Rodríguez y Mauricio Rentería, que buscó aprovechar el éxito nacional que obtuvieron la histórica ‘Por estas calles’ (de Íbsen Martínez, con más de dos años en el aire por lo oportuna que resultó, al ser reflejo del fin real del sistema iniciado en 1958, materializado en la rebelión popular de 1989 y las rebeliones militares de 1992, que acabaron con la carrera política de Carlos Andrés Pérez, comenzando por su destitución de la presidencia de la República) y la internacional ‘Kassandra’ (de Delia Fiallo, el éxito más grande de RCTV en el mundo)

RCTV calculó mal su éxito, ‘De oro puro’ no solo fue un fracaso en audiencia y en exportación (solo pudo ser vendida a ‘Teleantillas’, en República Dominicana) sino en inversión, monumentales recursos económicos y técnicos invirtió el antiguo canal 2, que lo llevaron a una quiebra técnica que obligó a RCTV, una de las televisoras más poderosas y productivas de Latinoamérica, a asociarse con los propietarios de RCN de Colombia para salvarse. El resultado de dicha asociación comenzó un inédito proceso de desnacionalización de la telenovela, abriendo horarios, incluso estelares, como los que tenía RCTV para la producción nacional de dramáticos, a telenovelas colombianas, como  ‘La otra mitad del sol’ y ‘Yo soy Betty, la fea’, entre otras.

La pieza de propaganda antichavista titulada ‘El Comandante’ tuvo el mismo final (y más rápido, al menos ‘De oro puro’ duró desde agosto hasta diciembre de 1994): Se estima que el pago de Andrés Parra (elegido por haber representado al narcotraficante colombiano Pablo Escobar, no por su talento en interpretar a Hugo Chávez) fue de 160 millones de dólares por su (ahora confirmado, por los ratings) mal papel, y el político copeyano Moises Naim, 200 millones de dólares por vender el guion a la estadounidense Sony Entertainment Television, esto sin contar todos los gastos de más de 600 actores que participaron en este fracaso, además del recurso técnico y el talento humano adicional.

Y no podía ser de otro modo, Moises Naim (político copeyano, responsable de los gobiernos neoliberales contra los que se alzó el pueblo en 1989, y los militares comandados por Hugo Chávez en 1992, quien diseñó, siendo ministro de Fomento, Industria y Comercio del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, el fallido «paquete económico» -VIII Plan de la Nación- del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial en febrero de 1989) no tiene nada que ver con la televisión, ni mucho menos con la producción audiovisual, es un estafador consumado dentro de la política y la economía, y así mismo, estafó a Sony Entertainment Television, repitiendo la mitología antichavista que se creó para manipular, con falsas acusaciones de personalismo e improvisación, una historia que en realidad es liderazgo colectivo y planificado.

El fracaso también tiene otra razón que, por cierto, revela quien, al final, se impondrá dentro de la lucha por el poder que hoy vive Venezuela: Se cometió en esta pieza de propaganda antichavista la torpeza de no esperar el tiempo prudencial (décadas, para que las generaciones que lo vivieron no puedan contar la verdadera historia) para recrear al Comandante Chávez, incluso para intentar distorsionar a una figura de su talla política, no solo para Venezuela, sino para Latinoamérica. Ni Colombia, ni Venezuela, ni ningún país latinoamericano, se interesó en esta distorsión histórica, hecha con proyección, resentimiento, y la falsedad de, entre otras mentiras predecibles (no hace falta imaginar cómo representará la vedette colombiana Gabriela Vergara a la ex esposa Marisabel Rodríguez de Chávez –Quizás hacer el papel de Ybeyse Pacheco o Patricia Poleo hubiera sido más creíble-) la de presentar a un Hugo Chávez ‘cobarde’ y ‘traidor’, que es todo lo contrario a la realidad del presidente de mayor sentido estratégico (cuyo olfato político lo salvó, y al país, más de una vez, de la muerte y de una guerra civil) y de mayor lealtad a su pueblo que haya conocido Venezuela.

Como este problema no es televisivo (ya se demostró) sino político, vamos a la palabra clave: Desesperación.

Quien no tiene prisa, porque está seguro de su triunfo, no publica telenovelas distorsionantes, ni pide elecciones adelantadas. No estamos viendo a un guionista escribiendo sobre el fin de una historia que continúa, como nunca ha continuado nada en Venezuela, sino buscando distraer la realidad del capitalista, que tambalea no solo en Latinoamérica, sino en Estados Unidos, donde la llegada de Donald Trump es solo la continuación de lo que vimos en Inglaterra con el ‘Brexit’ (capitalistas que realmente obtienen sus dólares de lo que producen, y no los 20 dólares falsos, por cada dólar verdadero, de los estafadores que viven de la especulación) cerrar las fronteras, para no perderlo todo.

En política, como lo demostró el jefe de Moises Naim, Carlos Andrés Pérez, cuando en su discurso de despedida de la presidencia de la República, en 1993 (‘Hubiera preferido otra muerte’), tras su destitución por corrupción, la muerte no es física. 

Chávez está venciendo hoy porque sus enemigos siguen siendo los mismos muertos políticos de toda una vida, y ahora, peor, metiéndose en menesteres para los cuales no tienen ni talento, ni conocimiento, como es el caso de la televisión.

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