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Cuando Eudomar olvidó la censura

¿Creerá aún Virgüez que esa libertad de la que gozaron era producto de una conducta democrática, y no el sin remedio de un gobierno acorralado por un pueblo de verdad indignado?

Cuando Globovisión aún violaba la Constitución y las leyes, Franklin Virgüez, invitado en Aló Ciudadano, estaba promocionando su obra: Como vaya viniendo, vamos viendo, escrita por Íbsen Martínez, y con actuación del propio Virgüez, en el rol de Eudomar Santos, el mismo de Por estas calles, padre de aquella frase que representa el sentido de improvisación que le tocó a casi todo ciudadano de aquella Venezuela: “Como vaya viniendo, vamos viendo”, improvisación, que no es lo mismo que experimentación.

Franklin señaló, palabras más, palabras menos, que “En la Cuarta República, ni el Gobierno, ni los empresarios, nadie se atrevió a cerrar RCTV, o intentar algo contra esa novela”.

Rodilla (interpretado por Jean Carlos López) era un niño que nació y creció en el barrio donde vivía Eudomar. Precisamente, y, como tantos niños de entonces, sin educación, sin esperanza, sin futuro, se entregó a lo que sus ‘amigos’ intentaban para sobrevivir: La delincuencia (no para el ‘blin blin’ –la vida que le ofrece el reguetón a jóvenes que buscan divertirse todos los días, así sea obteniendo ‘dinero fácil’-, sino para ganarse el pan).

Ante la falta de regulaciones claras sobre cómo presentar a un menor de edad en escenas tan delicadas, la discrecionalidad le tocó entonces al infame INAM (Instituto Nacional del Menor) quien tenía menores detenidos en terribles retenes, negados a toda posibilidad de futuro, pero se quejaba de que el país se reflejara tal como estaba en una telenovela.

El actor Julio Mota, en su personaje de Saim, el empresario, insinuó también que sectores empresariales buscaron sacar del aire a Pantorrilla (referencia directa a Rodilla).

Ese fue el hecho histórico, pero además: ¿Quién se hubiera atrevido a sacar Por estas calles del aire?

¿Estaba en posición de poner condiciones ese sistema, herido de muerte por el rechazo popular, un estallido social, violación de derechos humanos, dos insurrecciones militares que demostraron el malestar de unas Fuerzas Armadas Nacionales hartas de ser usadas para violar dichos derechos, y medios de comunicación conformados por periodistas que luchaban día a día contra la injusticia, y dueños de medios que vieron en la inminente caída del puntofijismo una oportunidad de poder?

¿Creerá aún Virgüez que esa libertad de la que gozaron era producto de una conducta democrática, y no el sin remedio de un gobierno acorralado por un pueblo de verdad indignado?

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