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Desde allá: una mirada difusa

Pocos se atreverán a decir –aunque lo piensen- que no les gustó Desde allá, la laureada película de Lorenzo Vigas, porque los premios, reconocimientos y toda el aura de nobleza y éxito que tiene ahora mismo encima pesa. Pocos lo reconocerán, pero en Venezuela como en la mayoría de los lugares del mundo existe la percepción colectiva de que si –una obra, película, disco, artista- se ha ganado un premio entonces está muy bien, es irrebatible, intocable, incuestionable. Particularmente, siempre he pensado que una obra debe defenderse sola.

La primera vez que vi Sacrificio (1986) de Andrei Tarkovsky creo que no entendí nada, pero tuve una muy buena percepción: me había gustado. Recuerdo el momento en que la vi, no dormí en toda la noche pensando en esa cinta. Cuando algo te impacta es así, tal vez no lo puedes explicar con palabras, pero te sientes conmovido.

No importa si la película es rusa o alemana, si entendiste mucho o poco, si logra conmoverte, si realmente conectas con lo que ves, algo te pasa por dentro, algo te cambia, el buen cine te modifica el ánimo y se queda contigo aún después de verlo, días, semanas y años después.

Mirando Desde allá no sentí nada, no me pasó nada, no pude conectar con lo que se relata, ni con la forma, ni con el fondo. Aunque sí puedo reconocer muchas de sus cualidades cinematográficas, su buena realización y perfecto empaque que la hacen merecedora del elogio colectivo, de los halagos del jurado y demás personalidades del mundo del cine internacional. Y no es que sea una película “para entendidos” “para festivales”, “dura, difícil”, “muy elaborada”, que el público llano no puede entender. Por más que se empeñen en decir que el cine “de verdad” es para minorías, creo que hay de todo: películas malas que le gustan a todo el mundo, películas buenas ultra comerciales, películas muy malas premiadas y elevadas a la categoría de obra de arte sin serlo y cintas “de autor” que sí revelan verdades universales.

Decía Roger Ebert, el gran critico de cine norteamericano que “la grandeza de algunos filmes no depende ni de su perfección ni de su lógica, sino de su alma” y es precisamente eso lo que a mi parecer le falta a la cinta protagonizada por Alfredo Castro y el debutante Luis Silva.

Se supone que la soledad y la frustración por una infancia trunca -la ausencia del padre- unen a Elder (Luis Silva) y a Armando (Alfredo Castro), que ambos personajes son dos caras de una misma moneda, dos versiones de una misma realidad, sin embargo, la relación de ambos no termina de concretarse, más allá de la anécdota. Y el final –que no voy a contar porque no tendría chiste- te deja esbozando mentalmente varias teorías que no llegas a creerte del todo, que son elucubraciones porque la verdad es que a eso te empuja la cinta de Vigas, a inventar posibilidades porque en ella no existen indicios que determinen en sí el carácter, el pasado o el destino de los personajes.

Con Desde allá pasas toda la película infiriendo, imaginando, deseando que completen un relato que se hace parco en exceso, que rehúye los detalles (sí, ya sabemos que es parte de la estrategia de realización) y no permite que termines de involucrarte con ninguno de los personajes. No te deja ahondar en nada, todos parecen arquetipos, clichés ambulantes: el chico rudo que descubre que puede amar, el hombre solitario enamorado de un muchacho, el padre culpable de un crimen que infieres, pero que nunca se nombra.

¿Qué es Desde allá: un amor inconcluso, la historia de una venganza o la manipulación de un afecto para conseguir un propósito? ¿Qué es después de todo? No lo sé.

Lo que sí es indiscutible es su perfecta fotografía y todo el aparataje técnico y de realización con el que contaron al momento de hacer la película.

Sorprende que el guion haya sido escrito por Vigas y Guillermo Arriaga, este último sabe tanto de construir personajes, de contar historias que te mueven porque ahondan en los detalles y el alma de sus protagonistas, que no se entiende qué pasó aquí.

Si el cine es como lo concebía el director ruso Andrei Tarkovsky «una realidad emocional y, como tal, el espectador la percibe como una segunda realidad”, debo admitir que esta película no llegó a ser para mí más que una fantasía filmada, nada de realidad, en mi experiencia fue poco creíble e inverosímil.

Sin embargo, en la vida todo se trata de percepciones y evidentemente la percepción de la crítica internacional fue totalmente distinta a la mía.

De modo que este es el momento perfecto para que vayan al cine, saquen sus propias conclusiones y me cuenten, estoy ansiosa de escuchar otras opiniones.

@luisauguetol
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