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Como la vida misma (I)

 

Pudiera ser el nombre de una serie de TV, el nombre de un libro o incluso de una canción, pero es cierto que el llamado realismo mágico nos invade en muchos escenarios de nuestra vida. Lo más inmediato que tenemos es nuestro entorno familiar y mira que podemos identificarnos fácilmente con algunas series televisadas, a veces, hasta comparamos nuestras vidas con algunas escenas y personajes de Los Simpsons: “es que él es igualito a Homero, se la pasa acostado en el sofá todo el día”. Sin importar en qué parte del globo terráqueo te encuentras, hay realidades que se parecen igualito.

Aquí no hay quien viva (tampoco)

Serie española «Aquí no hay quien viva»

Esta serie humorística del canal Antena3 de España ha causado sensación en todas las latitudes, no tanto por el ingenio de los guiones que recrean situaciones divertidas y que tienen locación en un edificio o condominio de clase media español, sino porque todos hemos tenido experiencias o nos ha tocado convivir en comunidad.

En mi caso, llevo 27 años viviendo en el mismo sitio, así que he visto crecer a generaciones de niños, con los que ahora me caigo a curda y también he despedido a los viejitos que me vieron crecer a mí. Hay toda una fauna diversa de criaturas con las que comparto el mismo ascensor, la doña que no saluda ni da los buenos días porque le pesa la boca, de esas que te miran por encima del hombro (pero es más retaca que la verga) entonces, en su intento de ser prepotente, nunca te mira a la cara, sino como a la altura de la garganta, de lo enana que es la pobre.

¿El vecino bullero? ¡Te lo tengo! Vive justo en el apartamento de al frente y el carajo debe tener un equipo de sonido Kenwood con super surround sound con Infinity y unos bajos Pioneer brutales. Esto significa que, cada vez que se le antoja escuchar música, se entera toda la cuadra por el volumen ensordecedor que tiene. Pero, debo admitirlo, el condenado tiene un gusto musical tan brutal como el sonido de sus cornetas, siempre vive complaciéndome con los grupos que más me agradan y entonces cuando voy a tocarle el timbre para que deje la bulla, termino por ponerme a cantar la canción que está sonando en la mitad del pasillo.

Dentro de todo conjunto residencial (al menos en Caracas) hay leyes y normas de convivencia. Algunas se cumplen, otras se hacen de la vista gorda y otras, simplemente nadie les presta atención. La parranda de cables colgando por fuera de los apartamentos indica que nadie quiere ver la señal abierta de televisión, por ejemplo, así se logra que parezca que las torres sufren de alopecia y tienen cuatro pelos despeinados, como un rockero que se niega a la inminente calvicie. Es el caso de mi edificio con la instalación de los aires acondicionados, según el reglamento interno, están prohibidos, peeeeero con esta calor que estamos padeciendo, la sequía, El Niño y la menopausia, a veces es necesario ponerlos. La instalación debe ser lo más discreta posible para que no afee ni atente contra la hermosa fachada de las residencias. ¡Qué va hermano! la gente contrata a ciertos “expertos” que no cuidan ningún detalle a la hora de instalar el aparato y al final los aires, quedan como moscas decorando un pastel (y es mucho más notable cuando las torres están pintadas de melón/salmón/beige/rosado/Pantone Coral 1635-C). Pero mi cuento con los enfriadores domésticos no termina allí. Una vez, mi vecino del piso de abajo instaló uno que hacía un murmullo terrible por las noches, era como el zumbido de 3 millones de abejas en la pata de la oreja, pero todo empeoró cuando el vecino de 3 pisos más arriba, instaló otro que no me molestaba el sonido, pero la troja esa tenía una gotera y caía justo encima del que tenía debajo de mi ventana, entonces el concierto de la gotica de mierda y el ruido del motor era espantoso por las noches. Tomo pastillas para dormir a raíz de eso. Gracias.

¿Y dónde quedó la idea de cuidar la fachada? Lo que sea para combatir el calor

Yo como que te he visto

Hay gente que, como dice mi amigo Teno, “deben subir y bajar por el bajante de la basura porque en mi vida los he visto”, pero cuando hay una reunión para elegir a la nueva junta de condominio, los bichos saltan y piden la palabra para quejarse y decir que tienen 15 años viviendo allí. Están también los dueños de perros que creen que el mojón se desintegra en cuestión de horas por arte de magia y no lo recogen, los que tienen complejo de Schumacher y aprietan el acelerador en el caracol del estacionamiento y pegan esos frenazos cuando casi atropellan a las viejitas que pasean al gato (sí, pasean a los gatos).

Vecinos que nunca te saludan pero que tú conoces secretamente al detalle toda su historia, pues escuchaste nítidamente y sin poder evitarlo, aquella vez cuando tuvieron sexo (por el escándalo que hizo la señora), luego cuando comenzó a vomitar, ya que por el extractor de aire del baño se escuchan hasta los peos que uno se tira. Vomitaba todos los días a las 7:25, y un buen día los tacones de flamenco que usaba la señora cada mañana, dejaron de sonar y fueron sustituidos por chillidos, llantos interminables de una bebé preciosa, pero que tampoco te saluda, porque salió a la madre.

Las doñas que les molesta la presencia de la juventud que en un viernes cualquiera, se reúne en la plaza para ingerir alcohol y cigarrillos en cantidades moderadas o sencillamente para hablar gamelote. Pero ellas, como no tienen vida propia necesitan permanecer inertes pegadas al balcón fijando y memorizando cada suceso que ocurre en la calle, para luego contárselo al vigilante, conserje y a todo al que se encuentre.

Lo cierto es que hay gente que viene y que va, que se muda y regresa, te los encuentras en la panadería o en la parada de la esquina, así y nunca hayas cruzado una sola palabra con ellos en toda una vida, pueden ser como La Vecindad del Chavo o la de la serie española.

Ni tan ficción la vecindad del Chavo ¿verdad?
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