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¡Qué estrés!

Por: Victoria Torres Brito

Luego de haber lavado varias cargas de ropa, preparado el almuerzo para la semana, haber vegetado en el sofá viendo televisión un rato y después de haber arreglado un par de cosas en casa, termino el fin de semana viendo la clausura de los Juegos Olímpicos y es cuando me cae la locha de que no he escrito nada para la columna del lunes y me digo a mi misma: «mi misma, ¡qué estrés!«

Carrera contra el tiempo

El estrés, según varios portales de definición afirma que viene del griego stringere, que significa «apretar» y si te pones a ver, tiene mucho sentido puesto que uno aprieta ese cu… cuando anda estresado o nervioso por algo. También dicen que por su derivado en inglés stress que significa «fatiga» y es cierto porque después de un día estresante uno termina cansado, agotado. Todo esto se lo agradecemos a la reacción fisiológica del organismo en el que el pobre cuerpecito nuestro entra en una puja de los pocos mecanismos de defensa que nos quedan para afrontar cualquier situación que se percibe como amenazante o de demanda incrementada y allí quemamos hasta el último cartucho para resolverla.

También se concibe el estrés como el estado de cansancio mental provocado por la exigencia de un rendimiento muy superior al normal; suele provocar diversos trastornos físicos y mentales. Es como si has tenido una vida sedentaria y llena de flojera y de pronto te pones a correr una maratón, obviamente no rendirás nada. Nos sobreexigimos y nos presionamos por el pasado reciente y nos latigueamos anticipadamente por ese futuro que aún no llega.

Llevar una vida desordenada al parecer genera una gran crisis en nuestro cerebro y éste manda señales al resto del cuerpo para hacernos sentir estresados. Si siempre estamos apurados por cumplir con el horario, pero siempre llegamos tarde, algo no está funcionando bien y con estresarnos no lo estamos solucionando. Si algo puede salir mal, les sale mal, pero eso ya se lo atribuimos al malvado de Murphy. A veces asumimos muchas responsabilidades, demasiadas, más de las que podemos masticar y siempre se nos quema uno de los conejos. La imposibilidad de organizar la cantidad de exigencias autoimpuestas y las presiones que reclaman atención, ya sean hijos, novias, carro, banco, etc. parecen estar perpetuamente en las garras del llamado estrés agudo.

Dar la talla

Cumplir con las exigencias que uno mismo se pone, perseguir la excelencia en lo que hacemos y demostrar que somos los mejores en nuestra área, se ha convertido en una de las principales causas del estrés para los jóvenes adultos que, día a día, luchamos por dejar claro que somos la generación de relevo, la que lleva la responsabilidad de encargarnos del futuro a cuestas. Los superhéroes.

Si pensamos que de nosotros depende el porvenir, que hay cada vez más gente asumiendo cargos importantes, de mayor envergadura y que mientras avanzamos nos podemos llegar a equivocar o podemos tomar decisiones erradas o que podemos abandonar la lucha, entonces aparece el monstruo de la decepción agarrado de la mano de la frustración y llegan para generarnos más estrés del que necesitamos. El truco está en no agobiarnos ni dejarnos apabullar por este par ni por la desconfianza, prepararse para enfrentarlos con gallardía y plantarnos firmes para combatir los miedos que traen de regalo.

Las presiones absurdas que aún existen en nuestras sociedades también joden. Si eres soltera y sin hijos con más de 30, prepárate para las miradas de desaprobación y la inquisición de las tías y vecinas chismosas que ¡aprendieron a juzgar, antes que caminar! También para aquellos que se divorciaron al poco tiempo de haberse casado, o si decidieron ser madres solteras, padres que asumen la paternidad con responsabilidad, todos serán foco estresante y serán comidilla en las reuniones familiares o en los pasillos de nuestros tiempos.

Y yo que pensaba que «la presión de grupo» me había llevado a ser rebelde en el bachillerato y comencé a fumar para ser popular, ¡ja! que ilusa, las presiones y estreses que cargo ahora son mucho más despiadados y crueles.

Las causas

Yo no lo sabía pero al parecer hasta un ruido, olores fuertes de productos químicos, las malas posturas de nuestra espalda que adoptamos frente a la computadora, el hambre y el sueño como dice la canción aquella, provocan estrés. Mudanzas y remodelaciones en casa, pasando por exámenes en el colegio o de la universidad (recuerdo que en el 8vo semestre desarrollé una gastritis por el estrés de las pruebas y entregas finales, por aquello de somatizar los problemas).

El peso estresante que representa tener problemas de pareja, es inmesurable. Llevar una relación sana y feliz en estos días es todo un reto olímpico, diseñado para puros campeones y campeonas, no se aceptan batequebraos ni débiles crónicos. Satisfacer a la pareja, en todos los aspectos, se ha convertido en una fuente inagotable de estrés y de improvisaciones. Les recomiendo que no saquen la cuenta de cuánto cuesta salir a comerse un heladito o de invitar a su amorcito al cine.

En cuanto al campo laboral se refiere, tener que compartir espacio con alguien a quien detestas o tener un jefe difícil, también genera estrés.  Las competencias balurdas en el trabajo a veces rayan en lo ridículo, infantiloide y poco profesional, se arman en una de liceistas que si se cuenta, no se cree. Lidiar con egos, divas, ineficiencia disfrazada de jalabolismo y otro tipo de escenarios también es complicado y cansón. No engancharse con estos personajes ni darles el gusto de prestarles atención es lo mejor que se puede hacer.

Alternativas

La falta de tiempo para realizar tareas y para dedicar al ocio, es una de las causas principales de nuestros estréses. Ya yo les había pedido encarecidamente que dejaran salir al niño interno de vez en cuando, porque es necesario, es urgente que dejemos de tratarnos con un cardiólogo a los 25 años porque sufrimos de hipertensión o ¡que nos de un infarto antes de los 30! Vivir con gastritis o cefaleas por no saber manejar situaciones estresantes no es sano.

Practicar algún deporte, hacer ejercicio periódicamente, subir el cerro, hacer yoga, escuchar música, hacer sudokus y crucigramas, cantar en la ducha, escribir en un blog (o llevar una columna en un portal web) la gritoterapia es infalible, RESPIRAR, bailar frente al espejo, hasta colorear mandalas es válido, con tal de drenar el estrés que nos pisotea la vida. Tomemos pausas en nuestras rutinas diarias, ¡o mejor! hagamos rutinario el relajarse.

No enfrascarse en los problemas que no podemos resolver y ocuparnos, sin desespero, de aquello que sí podemos solucionar. Ondear la bandera del positivismo, sin llegar a los extremos de la desconexión y el vivalapepismo.

«Todo tiene solución menos la muerte», puede sonar clicheroso y repetido, pero es real. Busquemos aplicar técnicas de relajación, por el bien de nuestra salud mental, física y emocional pero sobretodo para no tener que vernos en la penosa tarea de asfixiar a alguien en un bonito día soleado.

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