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¿Los dueños del mal?

Señalar un enemigo no es sólo es mostrarlo sino también asociarlo. No pueden estar sólo, tienen que estar asociados y, entre ellos formar un grupo de malos, los dueños de la maldad absoluta. En algunos casos son Irán, Rusia, Venezuela, Palestina en otros, Venezuela, Cuba, Ecuador y el Brasil de Lula. Pero todos son el ejemplo que no debemos ser y deben ser destruidos.

Como ya se dijo en varias oportunidades, los neo liberales necesitan de enemigos para existir, esa política llevada por Estados Unidos es replicada por sus países patios-traseros. No sólo por la creación de enemigos internos, sino también por la de enemigos externos que son necesarios evitar y, realizar políticas internas que eviten ser como ellos. Los macristas no pierden oportunidad para decir que si se seguía con las políticas del gobierno anterior íbamos a terminar como Venezuela o Cuba, como si estos países fueran el ejemplo del demonio en tierra. Ellos son los dueños de la verdad absoluta y los otros los dueños del error absoluto. De esa forma se justifica su eliminación, como dijo Thomas Merton en su obra Verdad y Violencia:

“Estamos viviendo bajo una tiranía de la falsedad que se afirma en el poder y establece un control más total sobre los hombres a medida que estos se auto convencen de que están resistiendo el error. Nuestra sumisión a las mentiras plausibles y pragmáticas nos enreda en más grandes y obvias contradicciones, y para ocultárnoslas a nosotros mismos necesitamos más grandes y siempre menos plausibles mentiras. La falsedad básica está constituida por la mentira de que estamos completamente dedicados a la verdad, y de que podemos estar dedicados a la verdad de un modo que es al mismo tiempo honesto y exclusivo: que tenemos el monopolio absoluto de la verdad absoluta, así como nuestro adversario ocasional tiene el monopolio absoluto del error. Luego nos auto convencemos de no podremos preservar nuestra pureza de visión ni nuestra sinceridad interior si entramos en diálogos con el enemigo, pues él nos corromperá con su error. Finalmente, creemos que no puede preservarse la verdad a menos que destruyamos al enemigo -porque, como lo hemos identificado con el error, destruirlo es destruir el error. El adversario, por supuesto, tiene sobre nosotros exactamente la misma política básica por la cual defiende la ‘verdad’. Él nos ha identificado con la deshonestidad, la insinceridad y la falsedad. Piensa que si nosotros somos destruidos, no quedará en pie otra cosa que la verdad. Si persiguiéramos realmente la verdad, comenzaríamos lenta y trabajosamente a despojarnos, una por una, de todas nuestras envolturas de ficción y engaño”.

Pero los que necesitan del engaño para existir, no buscan ni van a buscar la verdad. Solo persiguen sostenerse en el poder mínimo que tienen para que, los verdaderos dueños del poder les sigan dando desde las sombras, las migajas del poder que detentan.

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