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Navidad: ensueño idílico

Ay, diciembre. Diciembre en Guerra Económica, en desabastecimiento, en desesperanza, en agotamiento, en suspiro, en amor terco y empedernido, en furia.

Para quienes no saben cómo es un diciembre en mi país, pues bueno, preparaos: entre octubre y noviembre ya los preparativos han arrancado. Se pagan los aguinaldos (que son las utilidades o bonificaciones de fin de año), se van montando las decoraciones, se hacen fiestecitas o rumbones de fin de año en los trabajos, se van comprando los ingredientes para las hallacas, se cuadran las cenas para el 24 y el 31, y por tanto, con quiénes vamos a pasar esas fechas… Y una sarta de actividades que casi paralizan la vida cotidiana por estar emparamados del modo “findeaño”.

Pasan cosas interesantes, también: la gente que no se había hablado en todo un año de repente entra en una especie de reconciliación amorosa y llama y contacta a todo aquxl a quien le tiene afecto o extraña, se renuevan las ganas de juntarse, los memes navideños (pro navidad y pro Grinch) abundan, se compran regalos (con estrés por delante, o por detrás) y la gastadera de rial corre por las calles como un río desbordado. Vamos, vamos que sí gastamos que jode plata.

Pero, dentro de todo, de unos diciembres para acá la cosa ha menguado evidentemente y la tristeza y la inconformidad también abundan: no se puede viajar, no se puede tener la mesa llena de comida y chucherías, ya no suenan lostumbarrancho a granel (los animales domésticos deben estar más contentos; quizá haya bajado la tasa de mordeduras por animales nerviosos. Qué se yo; o quizá la unidad de quemados atienda menos gente los 25 y 1ero en la madrugada. Qué se yo), ya no hay borbotones de regalos (organizaderas del “Amigo secreto”, por ejemplo), las calles parecen estar más solas que peladero e chivo y la sensación de festejo está, por demás, disminuida.

Sí, sí. Todo esto es cierto. Pero antes de que empiecen con el “carajo, sí” o el “esta jevita se está volteando” quisiera que volviéramos sobre el párrafo anterior e identificásemos cuáles son los espacios de juntura (de estarse, de acompañarse, de quererse) reales y cuáles son un verguero de güebonadas materiales por las que nos desvivimos, culturalmente, cuando llega la época navideña.

Yo no puedo negar, y no voy a pretender siquiera hacerlo, que yo no me siento menguada, triste, achicopalada e  incluso celosa de algunas situaciones en estos días de mierda. De chama, con o sin real, yo estaba rodeada de mi familia y de un montón de carajitos chillones emocionaxs con su juguetero nuevo durante las fiestas decembrinas. Todo el mundo arrancaba para casa de la vieja Linneth y allí la pasábamos, felices y contentxs carajo. Y lo que me pasa es la falta de una juntura bonita a la que yo estaba acostumbrada y que aún anhelo. Las relaciones se transforman, el Estado se reforma y las cotidianidades se modifican y continúan. Todo, siempre, continúa.

Hay una especie de fantasma que la persigue y la espanta a una: la melancolía y la ensoñación de serse y volverse chama de nuevo, y en diciembre es una tristeza que la empapa a una. Sí, se nos ha transformado la vida: en estos días hay un juego palpable entre la resignación y la fuerza, y se llama aguante. La cosa bonita es que está supeditado a todo lo que hacemos, y es tan fuerte que nos recuerda que esto que hacemos es por otrxs, y que la juntura es la que es con lxsnuestrxs. No habrá una mesa repleta de comida, las calles estarán vacías, habrá un olor en el aire a cansancio y frustración, pero esa furia que llevamos dentro no se mengua ni un poquito.

Lo que se mengua es lo material, y cuando el coco y el corazón no la dan, se mengua el corazón también, y esa estela sí que abunda, fétidamente, en esta tierra caribe nuestra: la colonizada, la malquerida, la defendida a muerte, a la que el suelo le resuenan pies que pisan suelo fértil y manos trabajadoras llena de sudor, sucio y amor profundo, y vampiros que acechan de día y de noche para arrebatarle la sangre y el corazón.

¿No les parece que el 2017 pudiera llevarse el premio Guinness al año en el que más quejas se han perpetrado? Ya lo había dicho: una sinfonía de chillidos de cochinos signaron este año fatídico, y al mismo tiempo, de fuerza y furia implacables. ¿Y cómo deviene ello en la época en la que más despilfarramos? En juntura, coño. En estarse. En dejar de lado aquello que se nos sube por las piernas como un veneno negro y podrido y asumir lo que sí somos y cantarlo a viva voz, y en sentir esa melancolía y ese anhelo de algo que fuimos y que ya no somos. Somos hombres y mujeres de contradicciones, de sentimientos profundos y de arraigo inquebrantable.

En medio de una tertulia acerca de aquellos chillidos, y de nuestras condiciones anímicas, le decía a P que a esos cochinos en camión les volteo los ojos tanto, tanto que me puedo ver el hipotálamo; hago un resoplido así como de ogro, ronco y pesado. En crisis salen las miserias más duras: esos monstruitos que llevamos dentro salen a devorarlo todo, babeando fuertemente y con un aliento asesino. Y, al mismo tiempo, salen los amores necios, las terquedades profundas y las paciencias calmas, las paciencias sonreídas.

Hay un verguero e gente quejándose de sus desposesiones e imposibilidades, de lo que “ya no pueden tener”, de lo “que se les ha quitado”, y vergación, cómo he visto fotazas de viajes y mesas llenas de comida y rolos e pintas y arbolotes y lucesotas. La verdad es que yo me quedo bastante contrariada porque aunque entienda igual se me fríe uno que otro cable. Y al mismo tiempo, veo una fotico desenfocada de la chama de amigxs queridxs con una sonrisota y unos ojazos llenos de luz, de curiosidad y de alegría y todo lo demás desaparece.

Quienes tienen techo, cobijo y comida tienen que jode, son ricxs. Y quienes tienen aquello más el profundo amor y acompañamiento de lxssuyxs, y lo saben y lo multiplican, son seres hermosamente terrenales. Quienes saben la diferencia entre el tener y el tener-nos están clarxs en lo clarxs, y lxs admiro profundamente.

A fin de cuentas, creo que es bueno despojarse de algunas representaciones simbólicas porque la verdad es que hay cosas que son innecesariamente dolorosas. Lindo recordarse los tiempos de pelaa, lindo querer pasarla como una la pasaba, lindo, lindo, lindo. Pero lo que es, es. Y la juntura se construye, se hace vida. Lo demás es vela en la torta.

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