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No escuchen rock

Un relato al margen del punk.

Un fantasma recorría nuestra época, era el fantasma del Punk.

Por alguna razón de la que no me detendré a pensar, solo diré que nunca conocí el espíritu de la navidad como conocí el espíritu de mí generación.

Abyectos ante los cambios de la moda pero migrando las miradas a los efectos embriagantes de la cultura, hasta el ojo de las formas, las ideas, las ideologías y los estilos. Pegados y malpegados en el hastió y en la rutina de querer tomarnos el mundo por asalto.

“Perdiendo la forma humana”, fue el disco que nos reencontró en el Brooklyn Bar de San Antonio de los Altos, unos años después.

Conformada por Chucho Mejor conocido como Freddy Ñañez. (Voz) Dennis Malpica, Ranamax (Guitarra y voces), David Dávila (Batería) y Alejandro Sepúlveda (Bajo).

No escuches Rock

Los Residuos participaron en un conocido disco recopilatorio que definía el sonido de las bandas más combativas de los 90, llamado: “La Bronca Petrolera”, lo que los hizo una de las más emblemáticas del punk-rock nacional.

Junto a ellos Época de Recluta, Allanamiento Moral, Las Palmeras Caníbales, Sin Sospecha y Tiempo Zero.

Con la semblanza de unos poetas malditos  y “Noístas”, como en algún momento se definian conceptualmente, los panas, también editaban libros en una editorial llamada “Nadie nos edita. Editores”, donde se publicaban las voces emergentes y los nuevos poetas.

Por estas cosas de la contingencia, el punk vino tempranamente al rescate de un imaginario de sensatez estética y austeridad marginal, clasista y anti-imperialista, con el carácter de la “negación creativa” contra el status quo y la “tradición”.

Lo lumpen y lo nómada erosionaban el núcleo de la política y era parte de la coñaza, las discusiones y la narrativa.

Cuando la banda terminó montandose, las sillas que no correspondian a este escenario, permanecieron dispuestas para un público que no éramos nosotros. Sobre las mesas de billar y los ventiladores que colgaban del techo las vi volar.

Pero eso fue exactamente lo que no sucedió en este relato.

Después que sonaron los 4 primeros acordes de Despierta, al pogo más abigarrado y esperado, el público se le apoltronó extrañamente entre las sillas, algunas crestas verdes abrillantadas e inquietamente existencialistas, casi entumecidas reescribián una apología al aburrimiento. ¿Que sería del arte de pensar sin poder aburrirnos a ratos?

La ira contenida no forzó la barra, los panas se desprendían del formato y lo que ya no parecía punk-rock tampoco dejaba de serlo.

Saber que no era el único que estaba al margen fue gratificante tanto, como poder oírnos a través de una época.

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