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La fiebre en niños

La fiebre es un síntoma muy común en la infancia, porque durante esta etapa el sistema inmune del niño entra en contacto con muchos agentes externos, provocando reacciones de respuesta con el consiguiente aumento temporal en la temperatura del cuerpo. La fiebre no constituye una enfermedad en sí, es la manifestación de que el cuerpo del niño se está defendiendo de un agresor. Un niño tiene fiebre cuando su temperatura está por encima de lo normal, que debe ser 37,5ºC.

La mayoría de los procesos febriles son benignos: infecciones virales generalmente. Es muy importante que ante la sospecha de fiebre se cuantifique la temperatura, y aunque las manos de mamá suelen estar bien entrenadas, es necesario tomarla con un termómetro, preferiblemente de mercurio para determinar en forma exacta la temperatura y así llevar un control estricto del comportamiento de la fiebre.

El mejor lugar para la toma de la temperatura en bebés lactantes (hasta los 2 años) es rectal y en niños ya preescolares y escolares vía oral. Si se toma en la axila debe aumentarse 0,5 ºC a la temperatura registrada. Y en el caso de los termómetros de piel (se colocan en la frente como una tira reactiva que cambia de color o una luz que lee y señala la temperatura) se debe aumentar hasta 1ºC, por lo cual no son muy fidedignas estas mediciones.

La temperatura corporal normal puede cambiar durante momentos del día, de acuerdo a la actividad física, emociones fuertes, comer, uso de ropas gruesas, medicamentos, temperatura ambiente y humedad altas que pueden incrementarla. Pero se define fiebre cuando aumenta por encima de 38,5ºC; y en menores de 3 meses por encima de 38ºC.

No existe riesgo de que la fiebre cause daños, pero en el caso de los niños menores de 5 años, pueden presentarse convulsiones febriles, que a pesar de ser de curso benigno, son muy angustiantes para los padres.

Las convulsiones febriles en realidad ocurren en pocos niños. La mayoría de ellas se presentan rápidamente y no significan que el niño tenga epilepsia o vaya a padecerla. Estas convulsiones tampoco causan ningún daño permanente. La mayoría de los casos se presentan en niños cuyos hermanos o padres padecieron convulsiones de fiebre en la infancia.

Casi cualquier infección puede causar fiebre, la mayoría son de causas virales y se autolimitan sin necesidad de tratamiento. Otras pueden deberse a infecciones por bacterias, hongos o parásitos.

Los niños pueden tener una fiebre baja durante uno o dos días después de algunas vacunas.

Los trastornos inflamatorios o autoinmunitarios también pueden causar fiebre, como artritis, lupus, vasculitis, cáncer. Sin embargo en estos casos la fiebre suele ser de mayor duración y acompañada de otros signos clínicos característicos.

Igualmente algunos medicamentos podrían ocasionar elevación de la temperatura.

Si el niño a pesar de la fiebre está interesado en jugar, está comiendo y bebiendo bien, está despierto y sonríe, luce bien cuando le baja la temperatura, lo más probable es que se trate de un cuadro febril agudo leve. En estos casos se deben tomar medidas para bajar la fiebre, si  su hijo está incómodo con el malestar. Como medidas generales se debe colocar al niño ropa fresca, dar abundantes líquidos, comidas ligeras, mantener reposo y administrar algún antipirético que debe indicar su pediatra de acuerdo al peso y condiciones.

Un baño tibio (nunca frío) puede ayudar a refrescar a alguien que tiene fiebre. Esto es especialmente eficaz después de suministrar medicamento; de lo contrario, la temperatura podría volver a subir enseguida.

En ciertos casos en los que hay fiebre y se debe acudir de inmediato al médico, si se presentan las siguientes características:

  • El niño tiene 3 meses de edad o menos y la temperatura  es 38° C o superior.
  • Tiene 2 años o menos y la fiebre dura más de 48 horas.
  • Es mayor y tiene fiebre durante más de 72 horas.
  • Tiene otros síntomas que sugieren una enfermedad que posiblemente necesite tratamiento, como dolor de garganta, de oídos, tos o erupciones en la piel, dolor al orinar, diarrea, vómitos…
  • Ha tenido fiebre de manera intermitente hasta por una semana o más, aun cuando no sean muy altas.
  • Tiene una enfermedad de base: padece del corazón, riñones, diabetes o fibrosis quística, etc.
  • Está llorando intensamente y no logra tranquilizarlo.
  • Tiene dificultad para respirar.
  • Está somnoliento o decaído.
  • Tiene las uñas, la lengua o los labios morados.
  • Tiene un dolor de cabeza muy fuerte.
  • Se niega a mover un brazo o pierna.
  • Tiene una convulsión.

La fiebre es un signo de que algo está sucediendo, pero no es un enemigo, se trata para mejorar las condiciones del niño ya que provoca mucho malestar, pero lo importante es identificar la causa para determinar si amerita alguna intervención médica.

Dra. Morella Martínez de Herrera
Pediatra Puericultora
Consejera de Lactancia Materna
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