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Doña Diana, ¡no sabe cuánto se lo agradezco!

No voy a enjuiciar la veleidad del comentario racista con que usted, doña Diana D’ Agostino, pretendió ofender a las mujeres chavistas. Tienen ellas la suficiente fuerza y coraje para desmontar ese y cualquier otro “análisis” en el que sientan que son el centro del debate.

Tampoco incurriré en el agravio de llamarla malandra por tan etéreo e infértil comentario, como su esposo, a mala hora presidente de la Asamblea Nacional, hace contra sus congéneres encargadas de otros poderes públicos.

Total, doña Diana, disfruta usted de una libertad de expresión ancha como el mar que en nada se compara con aquella que de manera restringida podía emplearse, una vez no y otra tampoco, durante la represiva cuarta República.

Estoy convencido de que en su prodigiosa memoria reposa la imagen en la que su marido leyó en 1989 la suspensión de las garantías, entre ellas el derecho a pataleo que por derecho humano teníamos todas y todos, pero que por decisión adeca (en ocasiones copeyana que para los efectos fue siempre lo mismo) era extinguida aún bajo plena “vigencia” de la Carta Magna.

Lo que no voy a desaprovechar doña Diana, es el momento para hacerle un fervorosísimo agradecimiento público. Es ahora o nunca, porque “sinceraotas” como la suya no se emiten ni se capturan todos los días.

Y usted, mi estimada doña, la puso bombita.

Me resulta abultadamente útil, su franqueza. Porque estemos claros: no ahorró usted puntos, comas o paréntesis para calificar a sus compatriotas. Se lanzó en “eslai”,  por toda la calle del medio y puso las cosas en su lugar al despejar de dudas lo que ustedes sienten hacia nosotros, incluyendo a los varones: discriminación y puerco racismo.

Lo reitero con toda sinceridad doña Diana: gracias, muchas gracias. Se encargó usted de darle la razón al Comandante Chávez, quien desde un primer momento se encargó de desnudar -con magistral meticulosidad- la lucha de clases que subsistió siempre y que ustedes tontamente intentaron ocultar.

Aquel cuentecito de que ustedes los ricos y nosotros los pobres éramos como la gran familia RCTV (¡guillo!), sólo bailó en la farsa hábilmente montada (¿para qué negarlo?) del hipócrita discurso con el cual pretendieron engatusarnos.

Aquello de que en este país la única rivalidad era la del Caracas y Magallanes, “pero éramos felices”, fue un buen truco salido del sombrero de la mentira burguesa, doña Diana.

Nunca hubo igualdad alguna. Usted, lo sabe.

Repito: esto que hoy a usted “se le chispoteó”, impregna la imagen que casi todos ustedes tienen de nosotros. La diferencia está en que, muy distinto a usted, el resto no tuvo ni tiene esos márgenes de apertura que, con toda seguridad, pondrían en graves aprietos las simpatías tanto electorales como golpistas con que pudieran contar.

Si me permite doña Diana, ya para terminar y con el respeto que se merece cual dama que es, elevo ante usted una súplica. Échese un bañito de humildad. ¿Por qué escribió en su tuiter que las “mujeres del régimen andan como locas porque les dije desaseadas” y que “ojalá con la intensidad que me atacan resolvieran crisis comida y medicinas”?

En primer lugar, no son exclusivamente “las mujeres del régimen” quienes “andan como locas” a causa de la guerra económica que sus aliados capitalistas, doña Diana, mantienen contra la nación a la que por cierto, llegaron sus ascendientes.

Esta calamidad también afecta a honorables féminas de la oposición, igualmente víctimas del asedio y quienes, por supuesto, también merecen respeto.

Algo más, doña: llama mi atención, poderosamente, otro tuit suyo en el que leo: “Les recuerdo a las mujeres del régimen que gracias a su presidente obrero uds andan sin shampoo, desodorante, jabón y pasta de diente

Disculpe: ¿confiesa usted que no tiene problema alguno con el suministro de shampoo, desodorante, jabón y pasta dental? ¿por qué será? ¿se atreve a compartir su secreto con todas y todos?

Una recomendación al cierre, aunque de estilista tengo lo que tiene su esposo de humanista: debería figurar más a menudo sin maquillaje tanto en lo físico como en el alma. Así sabemos a quiénes realmente tenemos al frente.

Doña Diana, de nuevo ¡no sabe cuánto le agradezco tanta sinceridad!

¡No volverán!

DesdeLaPlaza.com/Ildegar Gil

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