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Ser padre. ¿Estás preparado?

“Padre no es el que engendra, sino el que cría” – dice la sabiduría popular. “Padre no es el que cría, sino el que crea” – aseguran los más bromistas. Lo cierto es que por obvias razones biológicas, la paternidad siempre podrá ser objetada, a diferencia de la maternidad que siempre es exacta como reloj suizo. Pero la experiencia nos demuestra día tras día que la irresponsabilidad paterna no es exclusiva de los hombres. También hay muchas damas que son “una raya” en eso de ser mamás y han agrandado las listas de hogares fracasados con las ya conocidas consecuencias de abandono y desatención.

Los especialistas han delimitado los asuntos concernientes a la paternidad responsable en dos vertientes complementarias desde el punto de vista legal: los deberes y los derechos. Entre los primeros se valoran aspectos como brindar protección al hijo, asegurarse de su manutención sin hacerle trabajar, brindarle educación formal, proteger su salud, evitar que se exponga a situaciones violentas y proporcionarle recreación sana, entre otros. Para los segundos se incluyen el derecho a la nacionalidad, identidad, seguridad social, derecho a la salud, educación y protegerlo contra todo tipo de explotación, entre otros.

Sin embargo, poco se profundiza en el tema de los afectos, de involucrarse como padres y madres con los aspectos emocionales desde el mismo momento de la concepción o desde el instante en que se asume la paternidad. Son los afectos los que hacen que un hombre o mujer, pese a no ser padres biológicos, asuman el rol de figura protectora de niños que no son suyos. Son los afectos los que llevan a muchos hijos a reconocer como padres a quienes no los concibieron. Es decir, en este tipo de relaciones lo biológico y lo legal resulta accesorio ante la capacidad de amar, de involucrarse.

Existen notables diferencias entre los hijos criados con amor y los que no lo reciben. Un niño puede carecer de educación, seguridad social y otros beneficios sociales, pero si está recibiendo la debida atención afectiva por parte de sus padres, se estará formando en valores que les permitirán desarrollarse como un adulto responsable y amoroso. Pero hay niños que lo tienen todo: el juego de video de moda, la ropa de marca más actual, educación en los mejores colegios y cada capricho que se les antoje. Esos niños, regularmente reciben “cosas” como muestra de amor. De afecto reciben muy poco y lamentablemente para ellos, el amor no es una cosa.

Buena parte de la construcción de una personalidad sana en los niños, la constituye su estabilidad emocional y su estabilidad familiar. Eso no quiere decir que si papá y mamá no pueden seguir viviendo juntos, los hijos necesariamente van a ser personas inestables, pero en estos casos hay que abordar con madurez y colocando en lo más alto los intereses de los hijos, una sana separación que dé continuidad a la crianza amorosa. Por el contrario, mantener matrimonios fracasados creyendo que se les hace un bien a los hijos, genera escenarios apropiados para que nazca el irrespeto, la falta de amor propio y la inestabilidad emocional en los hijos.

El hecho de ser padres implica un gran poder – y un gran poder conlleva una gran responsabilidad, como dijo un presidente – pero ese poder no siempre es valorado por quienes lo poseen. Ser padres implica un complejo proceso de preparación física y mental, pero sobre todo emocional. No funcionan bien los padres que no están preparados para abandonar su vida llena de libertades o los que colocan proyectos personales por encima del desarrollo familiar. Los padres preparados amorosamente para asumir su rol, tienen la mitad del camino ganado en la crianza de personas seguras de sí mismas que pasarán a sus hijos los principios y valores recibidos.

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