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Chávez y el legado de una paciencia subversiva

Venezuela ha pasado más de cien días de violencia que nos han crispado el alma y nos han probado de qué hierro tan paciente estamos hechos. Sin temor de ser apuntado como un cursi admirador de “El Comandante”, yo creo que en esa “paciencia de buey”, como le gustara escribir tantas veces a Gabriel García Márquez, está una de las señales intangibles de esa permanencia de Chávez que no se desvanece. Pero no es una paciencia resignada, sino una de un signo rebelde, de esa que no se deja provocar a pesar de masticar la rabia de saber que nos están sembrado la maldad de una violencia ajena, que incluso es capaz de quemar a venezolanos por razones de odio.

Este 28 de julio, Chávez estaría cumpliendo 63 años. Desafortunadamente ya no está en este plano material pero nos ha dejado esa capacidad de resistir con tino político las provocaciones más harteras, incluso como la de aquel candidato, que en su frustración de no haber podido llegar a Miraflores, dijo en una rueda de prensa que el Presidente había fallecido “y que nadie nos lo iba a devolver”.

Creo que no ha pasado un solo día sin que alguien se pregunte, qué hubiera hecho Chávez para desanudar todo este problema, sin quitarle mérito al mismo tiempo a Nicolás, por sobrellevar la campaña atroz de derribarle por todos los medios, hasta el punto del aturdimiento de no dejarle un solo día de paz en la presidencia.

De verdad que no tengo capacidades adivinatorias para responderlo, ni el talento académico para advertir si vamos por el lado correcto de la historia, pero sí creo que mientras se siga sosteniendo la paz por encima de la Guerra Civil, no vamos tan mal, y esto tiene más mérito, porque lo estamos consiguiendo por pulso propio y con una capacidad subversiva de esquivar la rabia de una respuesta justa cuando un puñado de desadaptados trancan calles y vociferan con una contradicción monumental, que nos quitan la tranquilidad y nos impiden transitar “por nuestra libertad”.

REUTERS

No sé si Chávez hubiese activado la Constituyente o no, pero esta alternativa creo que luce más civilizada que el combate estéril de unos hampones encapuchados devenidos en “libertadores” en contra del Estado, y que con una osadía de retar a la mayoría que quiere paz, se han sublimado en una idea más perversa que los efectos del captagon, y es creerse el mantra ese de que “ bien vale la lucha de pocos por la felicidad de muchos”.

A lo mejor, en la reacción masiva de los venezolanos asistiendo al simulacro electoral del 16 de julio, después de varias jornadas de violencia y el saldo de decenas de muertos, estaba algo de ese alumbramiento político de Chávez, quien dejó para la historia contemporánea y el imaginario colectivo, el método atípico de actuar con paciencia después de fingir una inacción que el adversario ha confundido siempre con debilidad.

Al mismo tiempo, Chávez dejó la sapiencia de interpretar las claves de una dirigencia opositora desastrosa, que ante el diagnóstico de una situación general delicada que tumbaría a cualquier gobierno, no ha sabido operar de una forma distinta que no sea la de una dañina y absoluta improvisación.

Fue Chávez, y ahora Nicolás Maduro, quien a pesar de soportar la subestimación del discurso antiimperialista, identificó a los verdaderos operadores de la oposición local y que en los últimos días han surgido para reconfirmar el discurso, cuando sin ningún tipo de disimulo, desde Washington, apañan “el plebiscito”, amenazan con recrudecer medidas de presión que ya existen, además de admitir que han concertado reuniones con gobiernos de la región para derrocar a la administración venezolano.

Por estas y muchas cosas, Chávez está más allá de una pinta en la pared o un maternal con su nombre, está incluso por encima de los impostores que dicen interpretar genuinamente su legado y más allá de una estatua, que creo, es un dañino ejercicio de culto a la personalidad . “El Comandante”, con todas nuestras vicisitudes, está en ese empeño general por no matarnos entre nosotros, en ese capricho de sostener la paz de la República y en ese hábito estirado hasta el abuso, de votar y votar, que este domingo tendrá un nuevo episodio que convoca a varios a millones, ahora inspirados con el ribete épico de sentirnos animados en aquella consigna de que “Rondón no ha peleado”.

DesdeLaPlaza.com/ Carlos Arellán Solórzano

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