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2015: A plena luz (Parte II), El bachaqueo y sus complicidades

Fachada del Abasto Bicentenario, Lagunillas - Zulia

El 04 de agosto pasado, la noticia llegó a la cola más rápido que el aviso del despacho de leche y pañales: El Tribunal 2° de Control de Vargas ordenó medida privativa de libertad para seis empleados de la Productora y Distribuidora Venezolana de Alimentos, S.A (Pdval), acusados de presunta vinculación con el desvío de 3 mil 329 kilos de pollo.

Leer: A plena luz (parte I), un encuentro con la mafia del bachaqueo

La noticia alegra a los que padecemos la guerra económica, algunos bachaqueros se recogieron temprano. Una vez enfriada la noticia nos surge la pregunta ¿Son sólo 6? ¿Cuántos más aún le sacan la lengua a la justicia?

No es fácil definir un solo prototipo de “bachaquero”. Lo mismo calza para el que sale con el producto de un supermercado y lo revende en el barrio, como el que trabaja en uno y le “canta la zona” a otro a cambio de plata.

Porque el bachaqueo genera una sociedad de cómplices, una red tan intrincada como en el narcotráfico y que atraviesa las clases sociales.

Acá varios casos que éste reportero presenció en vivo y directo.

En el Central Madeirense (Viva mejor por menos, dice su slogan), ubicado en el centro comercial “La Cascada” (Carrizal, estado Miranda), son las cajeras las que dan “el pitazo” a una parvada de bachaqueros que deben “compartir las ganancias” con ellas.

Aunque habiliten una sección para pagar únicamente los productos regulados, hay quienes no hacen esa cola. La cosa funciona así: pasan “muy forondos” (diría una vecina), reciben los dos paquetes por persona que dicen expender y acto seguido, los llevan directamente a las cajeras, quienes acumulan debajo de sus asientos la mercancía y luego la sacan. (Sin el más mínimo pudor. Delante del gerente y de los Guardias Nacionales que en los días concurridos custodian la entrada al supermercado).

Luego, palabras más, palabras menos, se negocia así (trato de reproducir una charla que presencié mientras hacía turno para pagar 6 tomates):

-¿Cuántos van? –Pregunta la cajera al joven que le da paquetes de harina de maíz.

Doce –Le responde el chico a la cajera, pasa por detrás de ella y vuelve a entrar a donde entregan el producto.

-¿Y a cuánto la ofreciste? –Vuelve a preguntar la cajera.

A 1.500 y 1.800… –Responde.

Bueno… vamos mitad y mitad –Sentencia ella.

El paquete de 1 kilogramo de Harina de Maíz, está regulado en 19 bolívares. Una paca de harina contiene 20 empaques de 1 kg. Matemática simple, el costo es de: 380 bolívares.

Si los que bachaquean venden esa misma paca a 1.500 (barato), se ganan 1.120 bolívares, sin ponerle ningún valor agregado y sin hacer el más mínimo esfuerzo. A decir verdad, para alcanzar esa ganancia por valor agregado, la harina debería traer uranio o diamantes… una vaina así.

Hay otra forma de bachaqueo en el Madeirense, una que no se ve como las largas filas de seres de a pie. Es el bachaqueo burgués. Es decir, los dueños de restaurantes de Carrizal y otras ciudades de los altos mirandinos, que reciben información de la llegada de productos regulados y, ocultos de las miradas del “vulgo” (por la zona de carga del centro comercial, son despachados de forma expedita y sin calarse una cola).

Obvio, no son dos paqueticos de harina y dos pollitos lo que se llevan.

¿Conoce usted alguna arepera que haya quebrado estos días de guerra económica por falta de harina de maíz? O ¿Algún restaurante quebrado porque no consigue pollo?

En ocasiones realizan una especie de operativo en el cual incautan productos bachaqueados.

Horas más tarde, a bordo de una patrulla oficial, un par de policías vende esa misma mercancía aun bodeguero local que todos conocen. La operación no ocurre a las 2 de la madrugada… más bien a pleno sol.

A la entrada al puente sobre el lago de Maracaibo la gente le dice coloquialmente “la cabecera ‘el puente”. Allí luego de pagar el peaje, uno se consigue la vigilancia de la Guardia Nacional.

Si usted atraviesa el puente en dirección a la Costa Oriental del Lago (Col) es decir, si va a Santa Rita, Cabimas, Tia Juana, Tamare, Ciudad Ojeda, Lagunillas, Bachaquero (ojo este pueblo se llama así hace muchísimos años) o Mene Grande; pasa por una revisión.

Las busetas de la ruta Valera-Maracaibo, o los buses de Tica (Trujillo) y todos los expresos van al centro del país y al oriente, deben bajar a sus pasajeros y los equipajes pasan por un detector de rayos x.

Revisión en la cabecera del puente

Si usted lleva más de tres paquetes de harina de maíz o trigo, azúcar, arroz o aceite, será detenido, decomisada la mercancía y presentado al día siguiente ante la Fiscalía.

Pero los bachaqueros usan los buses que va hasta Santa Rita (pueblo ubicado justo al otro lado del puente) porque ésos no los revisa la Guardia Nacional.

Ahora bien, hacia el lado contrario de Maracaibo, como quien va para la Guajira, los bachaqueros toman el bus de “Los Filúos”. En ese pueblo, una compra normalita, más o menos:

4 paquetes de pasta,

4 de harina de maíz o de trigo,

4 de arroz,

2 frascos de aceite y

3 pollos

Le representa -a quien lo lleva- entre 7 u 8 mil bolívares. Pero si lográis llevar leche (líquida o en polvo) te traéis 10 o 12 mil. Un cocinero que trabaja cerca de la Plaza Indio Mara y cuya jefa se retiró del restaurant porque le resulta más rentable el bachaqueo.

La pregunta más papaya es: Y si hay tantos controles y hasta máquinas rayos X ¿Cómo es que los grandes volúmenes de comida no son detectados?…

Antes de la nacionalización de esta cadena de supermercados, era de la red privada “Cada”.

Es un supermercado instalado para abastecer a las comunidades de los campamentos petroleros de Lagunillas (Puerto Nuevo, Campo Grande, El Milagro, Bella Vista, Florida, Carabobo y Terminal) y otros barrios ubicados en la periferia.

Hace un mes la comunidad se organizó y pidió a la Guardia Nacional que habiliten al menos dos días de la semana para poder comprar en éste supermercado, literalmente sitiado por bachaqueros que vienen de comunidades como Machiques (que dista de Lagunillas en más de 219 kilómetros de distancia. Unas 3 horas y media de carretera).

Los trabajadores del abasto son quienes avisan a bachaqueros y dueños de restaurantes que, a cambio de una especie de “vacuna”, consiguen los productos en grandes volúmenes. “Too er mundo se mata por ser pana de uno de los chamos que trabaja adentro (señalando el Bicentenario) porque esos son los que la mueven”, dice el popular Pin, residente de Campo Grande.

Los habitantes de los campamentos petroleros de Lagunillas y los representantes de la Guardia Nacional, se quedaron como novia de pueblo, esperando al “Señor Bonilla”, gerente del Abasto Bicentenario quien no se presentó a la reunión pautada en la Plaza de los trabajadores, del campamento El Milagro. La comunidad de Lagunillas, aún sigue sin poder comprar en el Bicentenario.

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Quien esto escribe, periodista realengo, no utiliza equipos de escucha electrónica, ni equipos de espionaje como en las películas.

Lo anteriormente relatado ocurre a la vista de todos, sin pudor alguno y con total impunidad.

 

DesdeLaPlaza.com / Ernesto J. Navarro – Premio Nacional de Periodismo 2015

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