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Caos y metas incumplidas, la aventura para ver a Maluma y Nicky Jam

Iba con mil bolívares en mi bolsito, el más compacto posible, y cargada de esperanzas de encontrar a un revendedor “no tan abusador” para poder ver a las sensaciones latinas de la música Urbana del momento, Maluma y Nicky Jam, que junto a Benavides y los criollos Leonel y Jasiel, pusieron a vibrar al Poliedro de Caracas, durante el quinto día del Festival Suena Caracas.

Lee más: Autoridades le ponen el ojo a revendedores de entradas del Suena Caracas

Estaba mentalizada, necesitaba reseñar el evento, así que debía entrar… Era cuestión de “negociar” con mi hipotético revendedor, que considerando la hora y que posiblemente no consiguiera una mejor oferta, aceptaría mi bultito de 40 caras de Luisa Cáceres de Arismendi y 2 de Simón Bólivar… Pues si a cuentas vamos, se ganaría cuatro veces el precio original de la entrada, de apenas Bs. 200.

Eran eso de las 6:00 de la tarde cuando mi existencia  salió ilesa de la estación La Rinconada. Mientras subía ‘el calvario’ de escaleras (las eléctricas estaban paradas) unos tres vendedores me agitaban sus bandanas  en la cara -“Lleva la’ de Maluma, la de Nicki, a cien bolo, a cien bolo”-. No, no eran mi objetivo.

Seguí subiendo hasta que, grande fue mi sorpresa y ¿decepción?, al darme cuenta que los famosos bachaqueros de boletos no estaban vendiendo, estaban solicitando para comprar.

-“¿Cómo?”- pensé medio agitada. He tenido la oportunidad de asistir a varios conciertos, y, entiéndase bien, la compra de reventa para revender, era definitivamente algo nuevo y nunca antes visto. Pero aun así insistiría, a conciencia de estar contribuyendo con el lado oscuro.

Más adelante, dos chamas negociaban con uno de los tipos que pregonaba “compro entradas”. Veo que el sujeto les arrugó la cara, negó con la cabeza y se alejó  –“¿será mi oportunidad?”-  me acerqué al par que parecían un poco desubicadas.

-En cuánto me dejan una entrada- Le pregunté.

-Tres mil bolos- Respondió una, apenas abriendo los labios.

Seguramente hice la misma expresión que el sujeto anterior y les di la espalda. Intenté con dos revendedores más, el precio fue el mismo y hasta uno de ellos se atrevió a comentar. “No chama, más bien te la estoy regalando. Esta mañana las estaban vendiendo a siete mil bolo”.

-Ummm – murmuré – Qué bueno que ya no es esta mañana- le dije en un mal intento de ser cínica. Me faltaban al menos dos bultitos más de billetes para poder comprar, tiré la toalla.

20 minutos de negociación con tres revendedores, mientras otros 7 gritaban a la salida del Metro. ¿Policías? Cero.  ¿Qué pasó con la “operación contra la reventa” que anunció el director de Fundarte, Freddy Ñañez, en Twitter? Pues estos ojos no vieron a nadie de Fundarte, al menos no hasta que decidí usar mi carta bajo la manga: Mi carnet de prensa.

El primer uniformado que vi, que realizaba aparentes funciones de logística en uno de los accesos al recinto, me dijo que prensa entraba por el estacionamiento y me señaló el camino, que medio entendí, pues su voz se ahogaba entre las cornetas de los carros y las voces del ‘montón de gente’ que se empujaba y apretujaba en una fila desorganizada para poder entrar.

Llegué al estacionamiento, por donde entraban “los invitados especiales”. Y fue allí que terminé de perder la fe en todo.

Para resumir la experiencia, luego de intercambiar una par de palabras nada corteses con un vigilante y una chica de protocolo a través de la reja, que me insistían que ya no se estaban aceptando solicitudes de prensa para acreditaciones, se acercó un chico bastante amable que se identificó como el coordinador de prensa de la Alcaldía de Libertador, José Guacarán.

Guacarán me repitió lo mismo.

-Las solicitudes de acreditaciones se recibieron hasta esta mañana- insistió.

-Lo sé, entiendo que es mi falla. Pero no puedes hacer la excepción ¿de pana?… Dije cuando nos interrumpió un grupito,  uno de los muchos que se pegaban a la reja esperando el mejor intento para colearse.

-Somos los amigos de Héctor- dijo el recién llegado.

-A claro, claro – le respondió José con una sonrisa, mientras ordenaba al vigilante que le abriera a el que no tenían acreditación, ni brazalete, ni entrada… Pero que pronunció las palabras mágicas: “amigos de Héctor”.

Eso retumbó en mi cabeza, ¿será que era lo que debía decir desde el principio? Le veo la cara a Guacarán y le pregunto “¿esto es en serio?”.  Me responde con lo que interpreté fue una mirada de desinterés y suelta –“son los invitados especiales del alcalde”.

Bien. No había pasado dos minutos cuando una camioneta tipo pick-up pasó cargada con lo que hasta ahora creo, eran otros «invitados del alcalde». Los grupitos que esperaban vieron eso como su oportunidad para entrar, corrieron, empujaron y entraron.

Un tiro al aire, más gritos, la gente se dispersa y logran cerrar la reja. Es todo, no tengo más que hacer ahí.

Haré como dice el buen parcero y  “borro casette”.

No son los gobernantes, no es ningún nivel de gobierno. Venezuela es un país hermoso, con ciudadanos trabajadores y luchadores. Pero imperan los valores perdidos. En este relato hay hasta cuatro pruebas de ello.

-Su servidora, que pretendía alentar el mercado de la reventa.

-Los revendedores, todo está dicho.

-Los funcionarios y su evidente desinterés en cumplir competentemente sus funciones.

-Los amigos de Héctor, una clara muestra de ventajismo.

Reflexionemos.

—-

Hay que ser justos.

Quizás, por dejar todo para última hora y tratar de ‘jugar al vivo’, nada le salió como lo esperado. Pero hay quien sí lo logró y disfrutó por todo lo grande.

El concierto estuvo a reventar y según aseguraron asistentes al evento, dentro del recinto la organización estuvo impecable y sin altercados. Los artistas se presentaron de acuerdo a los horarios establecidos  y a cerca de las 11:00 de la noche ya todo había concluido. Por lo que el público pudo usar el servicio del Metro de Caracas.

“Fue la noche del año”- dijo entre risas una fan de Maluma.

 

DesdeLaPlaza.com /Anabel Barrios Díaz

 

 

 

 

 

 

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