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Cuentos para Pola (III): Frida

Había una vez una niña que se llamaba Frida. Su apellido era Kahlo.
Frida siempre salía a jugar al patio, porque allí estaba su mejor amiga, la muerte (*).
La muerte tiene ojos negros y profundos, también un jardín de flores en la cabeza.

Frida conoció a la muerte en diferentes momentos:
Cuando tuvo el accidente (**), cuando Diego la engañó, cuando se le murió su bebé en la panza, cuando se murió Trostky (***) y al final cuando ella decidió irse.

Frida fue comunista y una de las pintoras mexicanas más importantes.

Enseñó al mundo cómo pintaba. Y pintó gracias a la muerte, porque fue después de que le vio la cara a la muerte por primera vez, cuando se dedicó a pintar, y a pintarse a sí misma.
En México, la muerte es el camino hacia otro mundo.

Para Pola la muerte es “un bosque lleno de huesos, con jardines de flores y ojos negros y profundos”.

Escuche el cuento, en la propia voz de Pola:

(*) Decidimos contar la historia de Frida Kahlo desde la muerte, para introducir a nuestras hijas en el tema del duelo por la pérdida de los seres queridos, desde la perspectiva festiva de la cultura mexicana, de la que la pintora comunista es ícono.
(**) A los 18 años sufrió un accidente de autobús, del que salió ilesa milagrosamente. Estuvo un año en cama después de romperse la columna vertebral, los hombros, las costillas, la pelvis y los pies. Padeció más de 30 operaciones y durante su convalecencia comenzó a pintar.
(***) Frida fue anfitriona y amante del revolucionario ruso León Trostky, quien fue víctima de dos atentados, el segundo mortal, mientras se encontraba en Coyoacán en agosto de 1940 como exiliado político, perseguido por Stalin.

Estas microhistorias son ficcionadas con fines pedagógicos, para la reconstrucción de nuestras historias, las historias de nuestros huesos.
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