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El banquero y los trabajadores

Siempre se nos ha dicho que al mundo los podemos dividir en la fuerza de trabajo y en el capital que mueve esa fuerza de trabajo. A mí entender, allí radica la mayor mentira del capitalismo y de la banca. La fuerza de trabajo se mueve ella misma y el capitalismo (principalmente los bancos) le hace creer que necesita de la plata para desarrollarse, pero no es así. Algún día cuando comprendamos esa realidad, se va a realizar la gran revolución coopernicana y el hombre va a ser libre. Lo que leerán a continuación son los dos puntos de vista expresados en dos relatos breves, uno habla el banquero y el otro trata del mundo donde hemos logrado abolir el dinero.

El Banquero

Sentado en el escritorio, contempló Nueva York desde los ventanales de su oficina. Aspiraba suavemente el humo de un Cohiba. Estaba cansado, aunque de carácter fuerte. Muchas veces las responsabilidades de ser el presidente de una de las bancas más grandes del mundo lo agobiaban.

Era en esos momentos cuando apetecía la soledad de la Fuente del Poder, como él la llamaba. Aspirando otra bocanada de humo, se paró y rodeó el escritorio dirigiéndose hacia una de las paredes. En una de las pinturas que adornaban el muro, acarició una hoja. Un panel se deslizó suavemente. Una sala iluminada se presentó. Al final un sillón como un trono; en la parte superior del mismo, una corona marcaba el reinado de Luis XIII. Le había costado una fortuna conseguir el trono original, pero valió la pena.

Caminó suavemente disfrutando el humo de su cigarro. Se paró frente al primer cuadro de la derecha, se veía a los cambistas en el Templo de Jerusalén. Sonriendo pensó: “Algunos de nuestros creadores.” Miró a la izquierda y un cuadro contenía, caracoles, cuentas, piedras semipreciosas, monedas de Babilonia, Ur, Fenicia y Roma. Abajo, sostenidas en la pared había un hacha antigua rota y una espada también rota.

Pasó al segundo cuadro de la derecha, en él estaba representado Cristo echando a los cambistas del templo. Sonrío y pensó: “Pobre el Rey de los Hombres, creía que nos iba a ganar con sólo echarnos del templo”. Frente al cuadro, del lado de la izquierda, otro con más monedas y, abajo, una espada rota con el escudo romano y una ballesta también rota. Así fue recorriendo el salón. A su derecha las pinturas iban mostrando la historia de la banca. Cuadros de banqueros venecianos, franceses, alemanes. Los grandes banqueros modernos y contemporáneos. A la izquierda, los cuadros iban mostrando la historia de las monedas y los billetes hasta nuestra época y, siempre debajo de ellos, armas correspondientes a las mismas épocas y siempre rotas.

Llegó al trono y se sentó. Aspiró otra bocanada de humo y recordó cuando entró con su hijo que, curioso como todo niño le preguntó qué eran esos cuadros, y él le explicó: “Esos cuadros marcan la historia de nuestro poder hijo. Los cuadros de la derecha son las personas que durante la historia de la humanidad fueron desarrollando las bases para que nosotros tengamos el poder.  A la izquierda,  la historia de las armas que usaron para desarrollarlo.”

Recordó que su hijo no lo entendió y preguntó: “¿Por eso están las armas rotas, porque se usaron para luchar por el poder?” Él sonriendo le contestó: “No, hijo, esa no son las armas; las armas más poderosas son los billetes y las monedas. Tan poderosas que crean y destruyen a las otras armas. Tan poderosas que dominan a los hombres sin que se den cuenta, manejándolos desde su voluntad de poder y su codicia. Nunca te olvides de eso, hijo. En ello radica la fuente de nuestro poder”.

Los trabajadores

Un día no me acuerdo cuándo ni cómo, desperté en un pueblo que era como todos los pueblos, pero en el aire había algo raro.

Me acerqué a un negocio y en un almanaque vi que tenía la hoja del mes de octubre del 2230.

Me asusté, el dueño me vio pálido y me ofreció una silla. Como era un almacén le pedí una botella de agua, sin saber qué me iba a ofrecer. Pero me ofreció una botella de agua común. Saqué un billete para pagarle y mirándome asombrado lo tomó diciendo: ¿De dónde sacó uno de éstos, hace cientos de años que no se usan? Perdone, inventé, lo tenía de antes. No tengo billetes nuevos. Me la puede fiar y después se la alcanzo.  Me miró extrañado explicándome que hace cien años que se dejaron de usar los billetes, que no se usa más la moneda y que no existe el capital financiero, sólo el capital humano.

Mostrándome un cartel con orgullo. Ése es el nuevo lema de la humanidad: Trabajar para los trabajadores.

No entiendo, me desperté de golpe aquí y estoy en otro siglo.

Ah,  bueno le cuento, allá por el 2080 el capitalismo se había tornado tan salvaje y agresivo, que cada vez se hacía más inhumano; todo era consumo. Todo era medido por el dinero, todo, absolutamente todo. Entonces fue cuando la mayoría de la humanidad se dio cuenta de que el dinero no era una ayuda, sino un arma de dominio. Que un millar de hijos de puta usaban y, que se podría vivir sin dinero. ¿Cómo dirá usted? No cobrando en plata.

¿Pero si no cobramos en plata, cómo se hace? Simple trabajar para los trabajadores. Mi negocio: por ejemplo, Ud. trabaja en una verdulería, viene y se lleva lo que necesita. Yo voy a su negocio y me llevo lo que necesito y así todo. Desde las materias primas que son distribuidas a las industrias, que producen, desde ropas, alimentos, electrodomésticos, todo. Estos distribuyen para todos los trabajadores. Los que trabajan en servicios o salud o educación, no les hace falta plata, porque todo es pagado con trabajo y no con plata, desde alimentos, educación, recreación. Basta tener la cartilla de trabajador o ser hijo de trabajador estudiando, para ir a los negocios y sacar lo que uno necesita, o un hotel o lo que sea. Nadie necesita plata.  El campo, por ejemplo. Hay países en que le sobra producción después de distribuirla para el mercado interno, el resto se exporta a los países que más los necesitan. Hace cincuenta años que no hay más hambre en el mundo.

– ¿Pero así de fácil?

– No. No crea. Hubo una guerra. Todo empezó cuando la política se puso los huevos en la mano, y aunque parezca increíble, fue en EEUU. Decidieron eliminar el dólar. Obviamente los grandes bancos, dueños de los ejércitos reaccionaron. Empezó una guerra que duró 20 años, pero los miembros de los ejércitos de a poco se fueron cambiando de bando y se iban pasando al bando de los civiles. La guerra terminó con la toma de Suiza, último bastión de los grandes bancos. Después, lo que siguió después no fue fácil, había que pensar en un mundo de nuevo. No desde la acumulación de riquezas, sino desde la acumulación de vida. Por suerte y lentamente la gente fue entendiendo.

Y en fin ahora estamos viviendo sin dinero y muy felices.

– ¿Ud. creé que me puedo a quedar a vivir acá?

– Pero claro, y si no tiene trabajo, trabaje conmigo, que me hace falta un ayudante.

Gracias, le dije y le tendí la mano…

De pronto aparecí de nuevo en la cama, me senté como tratando de adivinar donde estaba. “La puta”-pensé-, fue un sueño, y lentamente me volví a dormir llorando.

 

 

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