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Semiótica de la risa online

Por: Earle Herrera

Los buenos humoristas, en sus textos, no escriben la risa –ja,ja, jeje-, la provocan. Escribirla es como decirle al otro: “oye, es un chiste”. La risa escrita se regó con los celulares y las redes. Carcajadas msn, hilaridad digital, inaudible, como un placer silente, un éxtasis mudo, sepulcral. Hay gente que envía chistes con la risa incluida, por si el destinatario no entiende o tiene la chispa atrasada. Hasta los “cuentos” más malos llevan su celebración. Uno de los problemas del humor a distancia es que el remitente no sabe si el destinatario está de buen talante, en terapia intensiva o  en su ataúd, más serio que nunca.

Hace años inventaron una especie de carcajada mecánica, suerte de risa por cuerda. Unas mandíbulas plásticas tenían una caja sonora que se activaba con la llavecita de un viejo reloj. Se vendió como pan caliente. Iba usted por cualquier esquina y le colocaban la carcajada en la pata de la oreja. El susto era mayúsculo, como la risa del gracioso y  los mirones. El gran humorista Aníbal Nazoa escribió por aquel entonces una crónica memorable sobre la tristeza de una sociedad que necesitaba comprar carcajadas mecánicas para poder reír.

No es el caso de la risa digital o vía celular. Esta es escrita, gráfica, lineal y átona. Una risa que entra por los ojos, no por los oídos. Hay criaturas que pasan todo el día en eso, gente sin oficio y sin risa. Los semiólogos han descubierto que mientras más larga es la risa escrita, peor es el chistecito que la precede como un prefijo. Sufijo no hay porque después de la risa móvil, lo que queda es un pesado hastío. Una amiga cuyo marido se la pasa todo el santo día enviándole chistecitos y carcajadas insufribles, me dijo que esa agresión inalámbrica debería incorporarse en el Código Civil como causal de divorcio. A las risas me remito, dirá la demandante.

La hilaridad escrita, los lingüistas no saben por qué, solo emplea dos vocales, la “a” y la “e”. Ni Santa Claus emplea la “o”,  con su nórdico y pajizo “jo,jo” (lo de pajizo, vamos, es por la gélida emisión gutural que exige). Aunque hay personas que ríen o carcajean con la “i” latina, se abstienen de escribir “ji,ji”, para que no duden de su virilidad, de ser hombre, o de su psiquis, de ser mujer. En cuanto a la risa “ju, ju”, nadie la escribe para que no sospechen que andan en eso.

Por inexpresivas, unas veces ridículas y otras cursis, la risa digital y la celular están acabando con la risa. ¿La razón? Muy sencilla y deprimente: la carcajada, después de leerla, hace innecesario oírla, que es lo que le da su sabor y encanto y fue, a fin de cuentas y cuentos, para lo que la inventó Dios. Porque la risa, hay que recordarlo, es una gracia de Dios. De allí viene la palabra gracioso, que te hace gracia. Y por contraposición, desgraciado, que son aquellos que jamás se ríen, aunque lo escriban. El receptor sabe, capta y percibe que el infeliz remitente de la risa on line no se está riendo.

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