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Un cafecito

Si hay algún país en el mundo donde la gente toma el café en infinitas maneras ese se llama Venezuela, bien si últimamente se ha estado haciendo un esfuerzo increíble por dizque enseñarnos a tomar café, moldeándonos a través de los llamados baristas, haciendo parecer que la única manera de tomar café con estilo es cuando lo tomas al estilo spresso, moka, late, o cualquiera de estos que ni por retruque llevan un nombre venezolanizado, el tomar café en nuestro país es un arte y prepararlo es otro.

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Basta solo con entrar a una cafetería o panadería cualquiera y dedicarse durante un trato a mirar y a escuchar a la gente pidiendo cafés, es todo un sinfín de exigencias, de modalidades, y de denominaciones que solo un buen operador de máquina puede resolver con precisión y aun bajo el riesgo de que le devuelvan el café con la petición de llevarlo al termino solicitado.

Un guayoyo no es lo mismo que un guayoyito, un marrón nunca va sin la explicación del tipo de marrón que se quiere, claro u oscuro, un con leche ni de broma es parecido a un tetero, un negrito no es lo mismo que un negro claro, y un negro claro no es lo mismo que un guayoyo, pero todavía tenemos el negro oscuro, que no es un spresso, no quedando conformes con todo esto después viene el resto de la solicitud, “dame un marrón claro grande por la mitad y que esté tibio” “dame un negro claro pero que no esté tan claro” “ por favor me da un guayoyo que no esté tan aguado” “me da un tetero pero sin espuma” y podemos seguir nombrando infinitas maneras de pedir un café al estilo venezolano, pero aun así en el medio de la alta gastronomía se pretende enseñar al venezolano a tomar café, como siempre obviando lo antes mencionado y emplazando las formas europeizadas de consumirlo, llevando por el mundo a ejemplares venezolanos demostrando la capacidad de copiar al mejor café que no es el que aquí se toma, sino el que nos eleva la categoría según los especialistas del tema.

Aquí sabemos tomar café, entendemos del tema, reconocemos cuando un café es bueno o malo, al menos tenemos nuestro propio criterio, sin contar las maneras aún más criollas que devienen de la técnica del cola’o en manga, del reposado en olla, del endulzado con panela y el batido con leche en polvo directamente, que si el cerrero o el tinto, el que se cuela endulzado, o el que se hierbe en la olla antes de colarlo llamado el guarapito, con tantas variedades no estaría de más que si hacemos un esfuerzo por mostrar nuestro arte del café lo hiciéramos al estilo venezolano.

Que si macchiato, latte o capuchino, muy sabrosos por cierto, pero si de enseñar y difundir se trata, debemos entonces empezar por enseñar lo nuestro, por mostrar en tierras extranjeras nuestras propias maneras y de especializarnos internamente en definir, precisar y enseñar lo que nos es propio de verdad.

Nada en contra del barismo, pero todo a favor de hacer gastronomía y producto nacional con lo que verdaderamente somos, tomando en cuenta no solo nuestro producto nacional de altísima calidad sino nuestra cultura verdadera.

Así que ¿un cafecito?

DesdeLaPlaza.com / Rómulo Hidalgo

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