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El Estado, el poder y la tarea del jardinero

Se puede pensar en un sembradío de coloridas flores tropicales para simbolizar un Estado de nuevo tipo. Crecido de fértiles caricias agrícolas y no de violentas tomas –al estilo de la ya centenaria “toma del Palacio de Invierno” en la Rusia zarista de 1917- o propósitos de exterminio, un Estado de nuevo tipo quizá pudiese ser el resultado de propósitos socialmente constructivos.

Colocar bajo la mira problematizadora del pensamiento crítico al Estado, al poder, a la identidad y a la organización comunitaria, como espacios de la transformación revolucionaria, parece ser una de las tareas que se trazara en su hoja de ruta, el intelectual orgánico, escritor, investigador y académicamente doctorado en sociología, luego de transitar su pregrado de antropología, Héctor Díaz Polanco.

Con Díaz Polanco iniciamos un diálogo directo desde hace varios intereses revolucionarios y periodísticos por tratar de contribuir en el debate de ideas y el fortalecimiento del pensamiento contrahegemónico. El asunto de la identidad cultural es algo que siempre me ha preocupado, pues me parece que por un tiempo fuimos arrastrados hasta las cuerdas, en un pugilato con el pensamiento único, que parecía imponernos que debíamos ser idénticos a algo para poder tener identidad. Generalmente ese “algo” no era otra cosa sino el estereotipo aplanado al que los dominadores reducían nuestras manifestaciones festivas. Por ejemplo, el joropo como expresión nacionalista de un baile y un canto que fuese mercadeable en el mundo (mercado) del espectáculo y al cual debíamos ser, definitivamente, idénticos.

No es ese que hemos descrito, el Jardín de las identidades, al que se refiere el autor del libro ganador del Premio Libertador Simón Bolívar, correspondiente a 2015. Díaz Polanco alude a las pluralidades étnicas, ancestrales, de la diversidad y las autonomías, sin dejar de alertar sobre los riesgos siempre presentes frente a la globalización que “pone límites a la identidad y trabaja para su integración subordinada al nuevo dispositivo de dominación global” o que pretende, del mismo modo ”su disolución”.

Por eso, es en ellas donde aparece inserto el propósito revolucionario de nuevo tipo de “tomar el mundo para cambiar el poder”. Una idea clave de Díaz Polanco que bien pudiese convertirse en la conclusión principal de su libro. Desde su perspectiva, el reto de los tiempos actuales no pretende emular asaltos a “palacios de invierno”, tampoco de verano ni tropicales, sino trabajar cotidianamente por la construcción de nuevas formas de poder y de Estado que, quizá puedan converger en disolverlos a ambos: “lo que ello significa es que cambió la naturaleza del poder y el papel respectivo de los Estados”, acota Díaz Polanco.

Las reflexiones de Héctor Díaz Polanco, que alientan este Diálogo en la acera, no pueden agotarse en los temas que hemos subrayado en esta nota. Hace falta ir más allá y entender nuestro papel de pueblo jardinero, llamado a ver florecer identidades auténticas.

Ilustración: Xulio Formoso

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