La guerrilla toma el Panteón

“Mediante un decreto

promulgado el 27 de marzo de 1874

por el presidente Antonio Guzmán Blanco,

la iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas

fue transformada en Panteón Nacional,

con el objeto de conservar los restos

de los Próceres de la Independencia

y de las personas eminentes”

https://www.venezuelatuya.com/historia/panteon_nacional.htm

El Panteón Nacional, ese cementerio que la cuarta República creó durante el mandato de Guzmán Blanco, en 1874, para alojar en él los restos de “personas eminentes”, al transformar la pequeña iglesia católica de la Santísima Trinidad, ubicada en las faldas del Guaraira Repano, en medio de abundante vegetación, es ahora un lugar dignificado por la inclusión de los auténticos héroes, mártires y también creadores identificados con las causas más dignas y expresivas del pueblo pobre, explotado y ninguneado por las oligarquías y clases dominantes en el país.

Los movimientos insurgentes, nacidos en rebeldía para combatir la traición que encabezara el gobernante (1959-1964) Rómulo Betancourt, por Acción Democrática, y sus aliados socialcristianos de Copei y también de Unión Republicana Democrática (URD), más tarde firmantes del llamado “Pacto de Punto Fijo” -por el cual se aseguraban dominio político absoluto, en alternabilidad electoral cada cinco años- encontraron en valientes y preclaras figuras, como la de Fabricio Ojeda, a un nuevo grupo de patriotas independentistas que supieron entender que la Batalla de Carabobo se debía hacer imperecedera para alcanzar la liberación nacional y la independencia definitiva.

Fabricio, periodista trujillano y militante uerredista (URD) que contribuyó al combate contra la dictadura militar encabezada por Marcos Pérez Jiménez, presidió la Junta Patriótica y se convirtió en vocero de la victoria popular contra aquel régimen oprobioso, caracterizado por el despotismo, la corrupción, la tortura y la persecución de todo aquel que le denunciara o se le opusiera, de forma organizada o no. Al poco tiempo integraría la cámara de diputados del Congreso Nacional -instituido para la época- al obtener la más alta votación, para cargos de elección popular.

Fabricio, patriota de alma, tierra y actos, se erigió en árbol, flores y frutos con una raíz indeclinablemente popular, campesina, clasista. De allí su savia veloz, su nutriente en cada célula, su transformación y compromiso auténtico desde sus adentros. De terruñero a nacionalista, de nacionalista a patriota, de patriota a revolucionario socialista, Fabricio Ojeda es sentenciado a muerte por quienes saben que los líderes auténticos desalambran, organizan, combaten y asumen victorias, les truncan las alboradas o postergan sus mañanas.

Prisionero, en Caracas, lo asesinan en los calabozos del SIFA (Servicios de Inteligencia de las Fuerzas Armadas), donde fue llevado a empeñones y torturas, hasta robarle el aire aquella madrugada del 21 de junio de 1966.

Pero aquel mismo día de mitad de año, Fabricio se volvió multiplicado y eterno, en las luchas de su pueblo. La fecha se convirtió de inmediato en lugar anual para recordar a nuestros mártires y, desde entonces hasta ahora, su mayor victoria es este paseo victorioso del lunes 23 de enero, de este año, por las calles caraqueñas que desde el cementerio condujeron sus huesos hasta el reposo del mausoleo: el Panteón donde los que mueren por la vida, ya más nunca volverán a llamarse muertos.

La guerrilla acaba de tomar el Panteón, por asalto, con fusiles de luz y renovados sueños. Fabricio vive… y “la línea justa es, luchar hasta vencer”, por lo que estamos convencidos de que, con Bolívar, Robinson, Zamora y Chávez, ¡venceremos!

Ilustración: Xulio Formoso