Si queremos contar historias, escuchemos a Galeano

Los grandes maestros de la literatura son las mejores personas para darnos buenos consejos a quienes pretendemos dedicarnos a escribir. Revisamos algunas advertencias del gigante argentino Julio Cortázar, y también nos detuvimos en las generosas consideraciones del gigante norteamericano Ernest Hemingway. Ahora merece nuestra atención otro grande de grandes: el uruguayo Eduardo Galeano, quien en sus reflexiones tituladas Sobre el arte de un escritor, recorre más que la mera técnica, para explicarnos el sentido social de la misma.

Porque más allá del fin estético, lo que escribimos tiene una razón crítica que debería ayudar a quienes nos leen a reflexionar sobre nuestra realidad, por más dura que sea.

Entonces, Galeano nos dice:

“La literatura tiene siempre una función, aunque no sepa que la tiene, y aunque no quiera tenerla. A mí me hacen gracia los escritores que dicen que la literatura no tiene ninguna función social. A partir del momento que alguien escribe y publica está realizando una función social, porque se publica para otros. Si no, es bastante simple: yo escribo en un sobre y lo mando a mi propia casa, pongo ‘Cartas de amor a mí mismo’ y me emociono al recibirlas. Pero es un círculo masturbatorio (no quiero hablar mal de la masturbación, tiene sus ventajas, pero el amor es mejor porque se conoce gente, como decía el viejo chiste)”.

Así que quienes pretendan dedicarse a la literatura, deben saber que en el poder de la palabra se esconde un gran deber: el de decir algo significativo para la sociedad.

Creamos arte para decir, para gritar, para construir, para despertar. Y la literatura no escapa de ello.

De hecho, Galeano nos dice:

“Es imposible imaginar una literatura que no cumpla una función social. A veces la cumple, y es jodido, en un sentido adormecedor, a veces es una literatura del fatalismo, de la resignación, que te invita a aceptar la realidad en lugar de cambiarla, pero a veces es una literatura reveladora, reveladora de las mil y una caras escondidas de una realidad que es siempre más deslumbrante de lo que uno suponía. Por otro lado me parece que lo de la literatura social es una redundancia porque toda literatura es social. Muchas veces una buena novela de amor es más reveladora y ayuda más a la gente a saber quién es, de dónde viene y a dónde puede llegar, que una mala novela de huelgas. No comparto el criterio de una literatura política que además, en general, es aburridísima”.

Así que no importa el tema, la intención o la búsqueda: escribir es un acto de ejercicio de nuestras libertades. Y como seres libres que somos, no podemos cruzarnos de brazos ante la esclavitud mental de los demás. Sepamos, pues, que escribiendo ayudamos a los demás a soltar sus amarras, a romper sus cadenas, a despertar del letargo.

Una razón más para atrevernos a escribir historias.

DesdeLaPlaza.com/Gipsy Gastello

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