Boicot contra la especulación expresa el poder colectivo de los consumidores

Desde días atrás, en la calle y en la cola la gente habla, en los mercados y automercados va el mensaje de boca en boca, un diálogo que surge encadenado a un mismo mensaje que grupos de personas copian y pegan en su Whatsapp y redes sociales llamando a un boicot programado en la compra de comestibles como el cambur, plátano, tomate, cebolla, pimentón y ajos, afectados por la excesiva alza de sus precios como resultado de un proceso especulativo que propicia la inflación, en medio de una guerra económica donde la toma de conciencia de los consumidores puede contener a los sectores dominantes de la economía.

El boicot es efectivo como forma de lucha para generar una nueva relación de fuerza entre el opresor y el oprimido, entre el consumidor y el especulador. El libro ¿Empresas Des-almadas? Una visión ética del mundo empresarial (2002), de los españoles David Álvarez Rivas y  Javier de la Torre Díaz, señala el concepto genérico de la acción, como una presión de los consumidores sobre las empresas o comercios “dejando de adquirir sus productos mientras no modifiquen sus prácticas”, cuyo resultado genera la disminución de sus ingresos.

En entrevista con Desdelaplaza, el economista Luis Salas resalta que “el proceso especulativo que estamos viviendo se está ejerciendo en contra de los asalariados” y ante esta alza exagerada de precios en productos comestibles la gente “esté tomando conciencia de que su poder adquisitivo, de su salario y del consumo de las cosas que necesita para vivir, sus bienes esenciales, no depende del gobierno, ni de la buena voluntad de los patronos, sino del ejercicio que como colectivo podamos hacer”.

Considera Salas que dichos llamados a boicot, aunque sean incipientes, pueden generar procesos de organización que expresen el poder del consumidor, no sólo mediante la negación a la compra de algunos rubros, sino con la promoción de alternativas de consumo, compras colectivas, más baratas y de mayor calidad,  hasta aquellas directas a los productores quienes obtienen mejores ganancias que las obtenidas a través de los intermediarios en la cadena de distribución.

“Que la gente esté tomando conciencia de que su poder adquisitivo, de su salario y del consumo de las cosas que necesita para vivir, sus bienes esenciales, no depende del gobierno, ni de la buena voluntad de los patronos, sino del ejercicio que como colectivo podamos hacer”, Luis Salas

“Siendo los consumidores más en número, si ejercen su participación en el mercado individualmente ese poder se diluye, ahora si actúan coordinadamente a través de movimientos de consumidores puede ejercer ese poder, es la versión en la esfera del mercado, de lo que es un sindicato en la esfera del trabajo”, explica.

Defensa del poder adquisitivo

El también sociólogo resalta que en Venezuela, cuya población ronda los 30 millones de personas, posee alrededor de 400 mil patronos según cifras de las organizaciones gremiales de los empresarios, lo que expresa que “esos 400 mil tienen acorralados a 29 millones a través de los precios”, destacando el hecho de que en su totalidad los oprimidos son asalariados.

Señala Salas que en un principio de la guerra económica el acto especulativo contra el salario del trabajador era un negocio para una parte importante de los comerciantes y empresarios, sin embargo, actualmente lo que ocurre es que muchos de ellos están perdiendo por la caída del poder adquisitivo de los trabajadores, que se evidencia en la disminución de las ventas.

“La defensa del poder adquisitivo debe ser una causa de los trabajadores, pero también debe ser una causa de los pequeños y medianos empresarios que les conviene tener una población con poder adquisitivo, algo que la mayoría de los comerciantes no entienden, porque suelen ver al salario como un costo”, señala.

Aunque en la estructura contable se representa como un costo, el salario realmente es lo que le permite al trabajador comprar.

“En este sentido (el salario) no es un costo, sino una inversión que hacen los comerciantes porque la posibilidad de que le compren las mercancías está entre los trabajadores, los suyos o los otros”.

Politización y conciencia del consumo

Resalta Salas que lo importante de la toma de conciencia de los asalariados “que somos más en este país, (es que) podemos ejercer otras formas de poder y de presión para defender nuestros intereses frente a los especuladores”, para el sociólogo ésta toma de conciencia “debe llevar a formas de organización más o menos espontáneas, más o menos rígidas (…) pero lo importante es el proceso de politización en el sentido de que se trata de la defensa de tu salario, tu ingreso, de la vía que la mayoría de la población tiene para poder vivir”.

Sobre la politización del consumo el libro Boycott (1997), editado en Italia por el Centro nuovo modello di Sviluppo, sostiene que el consumidor puede utilizar su poder en dos direcciones, una es inducir a productores y comerciantes a abandonar comportamientos incorrectos y la otra es reforzar el sistema productivo y comercial correcto.

Igualmente, tipifica los tipos de boicot ―cuyo común denominador es el consumo con responsabilidad― el primero es el “boicot de conciencia” con el que se toman opciones económicas coherentes con los principios que se defienden, como las alternativas de consumo de ciertos productos; y el “boicot estratégico” que tiene demandas hacia empresas y comercios específicos.

Para lograr el efecto deseado recomienda que cada campaña deba contar con la sensibilidad de la población, con una alta convocatoria, asimismo, organización y estrategias de propaganda, material promocional, activismo, contacto entre participantes, argumentos demostrables, pruebas y un debate abierto sobre el tema del consumo.

Partiendo de este criterio, uno de los temas de debate pueden ser los productos y marcas cuyo consumo se ha posicionado como “natural” en la mente del consumidor, cuando realmente son mercancías que se promocionan en función de las necesidades del mercado y no del cliente, es decir, tener conciencia sobre consumir barato y menos.

El otro pudiera ser el comportamiento de esa clase empresarial caracterizada por Orlando Araujo en Venezuela violenta (1968). “Sus ingresos no provienen de una combinación arriesgada de factores de producción sino de una comisión: la comisión del intermediario que compra afuera y vende adentro”, que vive de la renta petrolera y la especulación.

El boicot como fuerza colectiva

La palabra boicot denota una acción no violenta para obligar al diálogo, fue acuñada por el periódico inglés The Times en 1880, luego de que Charles Cunninghan Boycott, propietario de tierras en Irlanda, redujera a la mitad el pago de los jornaleros, como respuesta pacífica éstos dejaron de cosechar, el resto de la población de Leenane, en la costa oeste del país, se negó a comprar sus productos, venderles alimentos e incluso llevarles la correspondencia, eliminando todo tipo de relación con Boycott, de lo que surgió el término “boicotear”.

Casi un siglo antes en 1792, la sociedad inglesa organizó una acción de este tipo en contra del azúcar producida por manos esclavas en el Caribe, lo que produjo la caída de las ventas y ruina de los exportadores, hasta que la Cámara de los Comunes aprobara la abolición de la esclavitud. En 1972, para lograr reconocer los derechos de los trabajadores agrícolas en California, Estados Unidos, se organizó un boicot a la recolección de uvas. Consultado por la prensa, el portavoz del movimiento, César Chávez, dijo haber logrado “tocar el corazón de los propietarios, porque su corazón es su billetera y el boicot ha tocado su billetera”.

En octubre de 1977, Nestlé fue objeto de un boicot de sus productos en Estados Unidos el cual se mantuvo hasta 1984, luego de la denuncia de muertes de niños en países del llamado Tercer mundo por la promoción de fórmulas lácteas infantiles en detrimento de la lactancia materna. Por su parte, la Asociación para la Defensa de la Naturaleza/WWF (World Wildlife Fund) en España inició una campaña en 1992 para proteger a los delfines atrapados por la pesca de arrastre, obligando a las atuneras a suscribir el convenio Dolphin safe, entre ellas Asconser, cuya negación a suscribir el acuerdo generó un boicot a sus productos y pérdidas comerciales.

Como experiencia reciente, en abril de 2016, en Buenos Aires, Argentina, se realizó un boicot a las cadenas de supermercados por las alzas excesivas de precios con la consigna “Super Vacíos”, convocada por la Asociación de Consumidores Libres, la cual tuvo una duración de 24 horas y contó con la adhesión de consumidores y las federaciones Agraria y de Supermercados.

En Venezuela continúa el llamado a un boicot programado contra la especulación en los precios de hortalizas y frutas, cuyo lapso es desde el 15 de agosto al 15 de septiembre e incluye el cambur, plátano, tomate, pimentón, cebolla, papelón, cebollín y ajos, mediante el efecto cascada de 1 x 10 personas y con la consigna “¿Quieren guerra?… Guerra tendrán pa’ que respeten al pueblo”.

DesdeLaPlaza.com/Pedro Ibáñez