Lo que realmente se oculta tras la ola de violencia en Europa

“De aquellos barros, estos lodos”. Así reza un viejo refrán que nos habla de la importancia de reconocer que la mayor parte de los males que sufrimos tienen su origen en descuidos o errores previos.  Algo similar está ocurriendo en este momento en Europa. Una nueva ola de violencia y atentados se esparce sobre el viejo continente con un perfume de miedo e incertidumbre. El caos y el nerviosismo aterroriza a los europeos y los gobiernos occidentales buscan la morfina para aliviar a sus ciudadanos en un laboratorio no menos que  curioso: el terrorismo.

Esta nueva manera de explicar el mundo, pareciera ser una excusa recurrente para quienes siguen apostando que Occidente nada tiene que ver Oriente, o que los Estados teocráticos de Oriente Medio son, en gran medida, cuna de terroristas y mercenarios. El economista mexicano, Ariel Noyola, explica un poco que este nuevo modus operandi no proviene de movimientos terroristas per se sino que forma parte de una estrategia geopolítica para poder redistribuir las cartas entre quienes dominan la escena del juego político mundial.

Pero ¿Con qué se come esto? En dos tazas: los grupos políticos y económicos interesados en traer la desestabilización, se encargan de manera muy sutil de financiar y entrenar guerrillas internas a través grupos rebeldes locales de oposición a los gobiernos establecidos, y por medio de la insurrección armada buscan amenazar a los liderazgos locales y, de paso, atemorizar a la población. Esto trae como consecuencia que una sensación de carácter “xenofóbica” se apodere de las víctimas de los atentados y los radicalismos y nacionalismos populistas comiencen a cobrar fuerza, como solución al problema.

No vale caer en el recurrente juego de demostrar si se trata de una conspiración de factores políticos de izquierda o de derecha,  ya que todo esto devendría en una discusión no menos que vacía. Es simplemente una estrategia política fundamentada en el pragmatismo: el chantaje.

Hegel decía que en la síntesis, está la tesis y la antítesis y un poco es lo que se busca explicar en estos momentos en Europa. La población europea es hoy víctima de su pasado, es rehén de los gobiernos que ceden ante el chantaje de los grupos económicos de poder, y por qué no, de la OTAN y es el conejillo de indias de quienes buscan redimensionar el viejo continente, siempre pensando en la preservación de sus intereses.

Si hacemos un ejercicio retrospectivo, nos daremos cuenta que nada de lo anteriormente dicho es algo nuevo.  En Múnich, en febrero de 2008, en el marco de la 44° Conferencia sobre la Seguridad Mundial, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, ya les hablaba a los europeos de lo peligroso que sería para el continente el no apoyar las medidas de la OTAN en su intervención en el Medio Oriente. Citamos textualmente un fragmento de su intervención:

«El peligro que plantea el extremismo islámico es real –y no va a desaparecer. Ustedes conocen todos los atentados de Madrid y de Londres. Pero ha habido también numerosos atentados más pequeños en Estambul, Ámsterdam, París y Glasgow, entre otros lugares. Numerosas células y complots han sido desmantelados durante los últimos años –la mayoría de ellos tenían como objetivo sembrar la muerte y la destrucción a gran escala (…)»

¿Casualidad o causalidad? Resulta no menos que curioso saber que, hace 8 años, ya se hablaba en Europa de una “ola de terrorismo” y se vinculaba de alguna forma con grupos extremistas en el Medio Oriente. Ante la mirada silente de pueblos sin memoria, pareciera que la sangre hoy seca, y seca muy rápido.

El politólogo y sociólogo español Juan Carlos Monedero, en algún momento llegó afirmar que estamos entrando en “el pacíficamente violento siglo XXI”. Los hechos indican que no pareciera estar muy lejos de la realidad con su apreciación. Hoy, el presidente francés, Francois Hollande, busca de forma desesperada establecer un estado de emergencia en el país galo, luego de haber anunciado un posible levantamiento del mismo el 14 de julio pasado.  En Italia, el primer ministro, Matteo Renzi, sigue viéndose acosado ante la “crisis” que surge a raíz de la llegada de miles de refugiados  que utilizan el país azzurri como trampolín para asentarse en Europa, en una suerte de diáspora debido al peligro que representa quedarse en sus naciones de origen.

Por otra parte, el polémico presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, sigue jugando el papel de “hombre fuerte” del lado Oriental y con sus declaraciones cierne sobre la región un peligro inquietante, sumado a un extremismo devastador, que no hace otra cosa que recordar al mismísimo Hitler en los albores de su periplo nacionalsocialista, con el cual pretendía conquistar Europa. La pervivencia de este tipo de ideologías es algo sumamente delicado, más aún, cuando la historia nos recuerda que siendo Alemania la cuna del racionalismo moderno, hombres como Hitler llegaron al poder. Cabría preguntarse entonces, ¿Qué pasaría si la Unión Europea termina cediendo ante el chantaje de Erdogan?

Los atentados en Europa no están ni cerca de ser un problema social, o producto de fanáticos radicales que buscan consagrar su religión asesinando a decenas de personas. Tampoco busca la eliminación sistemática de las minorías étnicas en Europa, por el contrario, como bien plantea el sociólogo francés, Jean-Claude Paye, se trata del final del Estado de derecho, la lucha antiterrorista da forma a un estado de excepción que podría terminar convirtiéndose en una excusa que utilizarían los grandes poderes fácticos del tablero geopolítico para lograr una intervención interna en los asuntos propios de cada país, de forma no convencional.

Después del 11 de septiembre de 2001, el mundo no volverá a ser igual. Ahora las cruzadas no son para proteger la Tierra Santa, sino para acabar con el “terrorismo”. La venta de armas, el negocio más productivo del mundo ha comenzado a reverdecer ¿Alguien mencionó a la política armamentista nazi de los años 30?, ¿Quiénes financian el terrorismo?, ¿A quiénes les interesa la guerra? Paradójicamente, y tras esta serie de preguntas, todo apunta a una misma respuesta: aquellos que están en la lucha por el control geopolítico en Europa.

DesdeLaPlaza.com/Emanuel Mosquera