Cuando la víctima es el humor

Los venezolanos nos caracterizamos -y me atrevo a decir que somos únicos en ello- por tener un alto sentido del humor. De cualquier circunstancia,  hecho o situación, sacamos un chiste, montamos una joda y soltamos la carcajada. Incluso hasta en las crisis a la que hemos estado sometidos hemos inventado alguna historia de la cual sonreímos y seguimos adelante.

En eso somos buenos y en el mundo nos conocen como uno de los países más felices del mundo,  que según el Reporte de la Felicidad Mundial 2015, ocupamos el puesto 23, y el 4 lugar en Latinoamérica.

Pero hay gente y poderes que están empeñados en acabar con nuestra felicidad. Peor, quieren quitarnos el humor, nuestra válvula de escape ante tantas situaciones adversas. Y lo están intentando provocando nuestra ira, rabia y miedo.

Quieren convertir esta sociedad alegre y solidaria en una sociedad esclava del miedo. Quieren llevarnos a su bajo mundo por medio del terrorismo y del desbordamiento planificado del hampa organizada.

Los enemigos de la felicidad venezolana aprobaron su marco legal, esa impresentable ley de Amnistía, para justificar los crímenes confesos de esta derecha desde 1999 hasta la aplicación de este instrumento de la infamia.

Quieren provocar el caos y convertirnos en un Estado Forajido, para luego pedir la intervención de los marines y entregar la patria a los intereses de los Unites States y sus trasnacionales del hambre y la muerte.

Ya leía en un artículo escrito por el colega periodista Ildegar Gil que a Los Robertos, ese programa exquisito e inteligente de nuestra TV se les fue el tono humorístico y denunciaron muy seriamente la inseguridad personal y escalada de la violencia del hampa paramilitar y apoyada por la parapolítica a propósito de los asesinatos de varios dirigentes sociales y funcionarios policiales.

No es para menos, ya los mas recientes artículos de Roberto Malaver, a quien respeto – además que recibí sus clases en la UCV -, no le sentí ese humor característico de sus “Memorias de un escuálido en la decadencia”. Y es que el humor se ha convertido en una víctima más de esta guerra unilateral que nos están aplicando desde el centro imperial del poder y sus perros falderos enquistados en la facción mayoritaria de la Asamblea Nacional.

Y cuando se pierde el humor, se da paso a la rabia, a la ira que desborda lo racional. Están buscando que nos arrechemos, es la cruda verdad. Y un pueblo arrecho es capaz de todo. Ellos lo saben y nos están empujando a una escalada de violencia. Pero no se ponen a pensar que ellos también van a sufrir, que en esa guerra intestina que aspiran todos vamos a sufrir.

Esta derecha busca que el pueblo en ira vaya a Miraflores a tumbar a Maduro, pero se equivocan. Quieren repetir la condiciones para que haya un Caracazo, pero si el pueblo baja de los cerros no irá a sacar al Presidente, va a ir a los centros comerciales, a las fábricas, a los almacenes, depósitos y distribuidoras a tomarlos y convertirlos en centros para la producción y distribución popular. La burguesía perderá sus activos y no habrá papá Estado para indemnizarles.

Pero el pueblo está consciente. Está de mal humor por tanta vaina que le están echando. Y lo piensa porque no quiere regresar a esos días aciagos del Caracazo. Por eso anda tranquilo. Y dice el consejo: dejen quieto al que está quieto.

Lo que si urge es tomar medidas precisas para combatir el delito, para que la inseguridad personal no siga haciendo mella en nuestro humor. Debatiendo hace algún tiempo en la sala de redacción del Diario Vea con Gil, proponía que habría que reformar nuestro Código Penal y ampliar, duplicar o triplicar las penas.

También habría que eliminar o disminuir significativamente los beneficios contemplados en el Código Orgánico Procesal Penal, de manera que todo aquel que cometa un delito lo piense. Hoy agregamos que es necesario asumir la tesis de la acumulación de la condena, de tal modo que el que robe y asesine, cumpla condena por ambos delitos acumulados en años. Y esta reforma, que en principio debe hacerse al artículo 44, literal 3 de la CRBV debe solicitarse en referendo por iniciativa popular, recogiendo las firmas necesarias (15%) o que el Presidente la solicite en Consejo de Ministros, como lo establece el 341 de nuestra Constitución. La reforma del Código Penal debe solicitarse también el mismo referendo, bien sea recogiendo las firmas del 10% de los electores inscritos en el registro civil o por solicitud del Presidente en Consejo de Ministros, como lo establece el Art 74 de la CRBV. De esta forma podemos recuperar nuestra seguridad en las calles y nuestros hogares.

Desafortunadamente esta Ley de Amnistía de la espuria mayoría opositora en la AN no puede abrogarse vía referendo, aunque el articulo 336 de la CRBV establece dentro de las atribuciones del TSJ, declarar la nulidad total de las leyes que colidan con la Constitución, de manera que esa ley infame debe ser considerada nula y anticonstitucional.

Tomando acciones es que recuperaremos nuestro humor, que no está perdido ni acabado. Es muy difícil para esa derecha lograr ponernos de rodillas, por eso es que andan amargados y desesperados.

Los venezolanos tenemos unos valores que estamos dispuestos a defender. Dice el informe sobre la Felicidad Mundial 2015 que “Hay un tema social común que surge constantemente. Tanto a nivel individual como nacional, todas las medidas de bienestar, incluyendo las emociones y las evaluaciones de vida, están fuertemente influenciadas por la calidad de las normas e instituciones sociales subyacentes.

Estos incluyen la familia y amistades a nivel individual, la presencia de la confianza y la empatía a nivel de barrio y de la comunidad, y el poder y la calidad de las normas sociales generales que determinan la calidad de vida dentro y entre las naciones y generaciones.

Cuando estos factores sociales están bien arraigados y fácilmente disponibles, las comunidades y las naciones son más resistentes, e incluso los desastres naturales pueden añadir fuerza a la comunidad, ya que se reúne en respuesta a ellos.”

A la final vamos a reírnos, porque ríe de último, ríe mejor.

DesdeLaPlaza.com/Noel Briceño