A 200 años del pase a la inmortalidad del venezolano más universal

Sebastián Francisco de Miranda nació en Caracas el 28 de Marzo de 1750 (sábado Santo, según las creencias católicas). Ese día los cristianos celebran el triunfo de Jesús sobre la muerte con el repicar de campanas en las iglesias, sin embargo, desde el punto de vista astronómico, se suscita uno de los hechos más impresionantes de todo el año: el plenilunio o equinoccio de primavera. Es un momento en el cual, producto del efecto de traslación de la tierra, ambos hemisferios se encuentran a la misma distancia del Sol. Si este fenómeno tuvo alguna influencia en la cosmovisión del primogénito de la familia de Don Sebastián (padre) y Doña Francisca no pareciera ser tan relevante como su legado en sí. Sebastián Francisco de Miranda o Francisco de Miranda, como solemos llamarle, es hoy en día el venezolano más universal de nuestra historia.

Sin embargo, uno de los aspectos más importantes de Miranda, más allá de sus proezas militares como partícipe de la independencia de los Estados Unidos, de la revolución Francesa, de la independencia Venezuela y de sus dotes como “El Generalísimo”, es la influencia y la trascendencia de su pensamiento en la humanidad.  Que sea el único latinoamericano cuyo nombre pueda leerse en el Arco del Triunfo en París, no es un hecho fortuito.

Miranda es hoy en día un pensamiento flamígero que impulsa en su espíritu los sentimientos más nobles que se desprenden de la esperanza de la libertad, la igualdad y la fraternidad de los pueblos.  No obstante, no ha sido un camino fácil, desde aquella época y aún en el presente, “Miranda es víctima de la chismografía caraqueña, de la élites mantuanas, de la saña periodística, con el fin de intentar derrumbarlo lentamente le han acusado de traidor al ver la proyección internacional que el venezolano alcanzó en sus tiempos” como señala el historiador Eloy Reverón. Miranda era un apasionado de los medios de información como estrategia de liberación de la ignorancia, fundo el periódico “El Colombiano” y trajo la primera imprenta a Venezuela.

Un intelectual plagado de secretos y curiosidades

No pareciera ser descabellado considerar como un visionario moderno a un hombre que tuvo la oportunidad de conocer más de 25 países como España, Estados Unidos, Francia, Alemania, Cuba, Jamaica, entre otros. Además Miranda fue un políglota por excelencia como lo cuentan los estudiosos del pensamiento Mirandino, quienes dan fe del claro dominio de lenguas e idiomas que el prócer poseía, tales como: inglés, griego, francés, latín y alemán, además de un buen conocimiento del italiano, ruso y árabe. En su historial cuenta el haber compartido con grandes hombres de la época como Simón Bolívar, José de San Martín, Antonio José de Sucre, George Washington, Thomas Jefferson, James Madison, Napoleón Bonaparte, Catalina La Grande, Federico II, el Marqués de La Fayette, y decenas de notables de la historia.

Miranda era un músico de arte refinado y, de fino oído musical, con un gusto excepcional por la música clásica y una ejecución magnífica de la flauta traversa. Su amor por la poesía, sus buenos modales y su verbo edulcorante, le valieron el rumor dentro de la sociedad de galán y buen amante. Inclusive hay quienes afirman que le encantaba coleccionar los vellos púbicos de sus amantes, ya que se trataba de una costumbre personal y que al parecer muchos hombres de la época realizaban como es el caso de Lord Byron.

Catalina-IICuenta la leyenda que, al ver a Catalina de Rusia (con la cual se presume tuvo una relación amorosa), Miranda quedó impresionado por su belleza, manifestando que el amarillo de su cabello le recordaba el oro de  la riqueza de América, el azul de sus ojos era la inmensidad del mar que bañaba las costas de nuestro continente, y el rojo de sus labios era la sangre bravía de aquellos que reclamaban la libertad americana. Paradójicamente, esta inspiración sirvió para crear el pabellón que colgó en el mástil del bergatín inglés “Leander” y que hoy sirve como bandera de Venezuela, con sus tres colores: amarillo, azul y rojo.

Poseía una de las bibliotecas más valiosas de la época, ya que en su testamento se contabilizan más de 6.000 volúmenes de grandes obras, los cuales fueron subastados y terminaron en las manos de más de 60 compradores distintos,  debido a que la gran variedad de temas contenidos en la colección y la riqueza de las ediciones atrajo desde eruditos hasta coleccionistas que compraron inmediatamente todas las obras subastadas. Su afición a la lectura era tan grande que fue procesado por contrabando y lectura de libros prohibidos en 1783.

Miranda, símbolo por excelencia de la Masonería venezolana

Aunque los historiadores discuten que hasta ahora no existen registros físicos de la afiliación de Miranda en alguna logia masónica, sus ideales, amistades, métodos, medios y filosofía hacen creer que efectivamente fue un hermano masón y por tal motivo es considerado el más ilustre masón latinoamericano.

Se dice que los masones tienen una particular forma de reconocerse entre ellos y Miranda tuvo la oportunidad de compartir con los principales masones que dieron vida a grandes movimientos emancipadores como George Washington o Simón Bolívar, según el historiador Helio Castellón “durante su estadía en Jamaica (Miranda), tuvo la oportunidad de abastecer su biblioteca con más de 200 libros entre los cuales se encuentran libros masónicos por excelencia”. Además señala que “es poco sensato creer que alguien que no pertenezca a la masonería, tuvo la oportunidad y el interés de registrar en su diario, durante su periplo en Europa (1785-1789), diferentes viajes a logias masónicas en Noruega y Dinamarca”.

Miranda finalmente tuvo la oportunidad de palpar, aunque fuera de forma efímera, la emancipación del sueño de libertad para su país. Tras la proclamación de la primera república el 19 de abril de 1810 y la firma del acta de Independencia el 5 de julio de 1811, tuvo que firmar la capitulación del bando patriota el 25 de julio de 1812 y esto le confirió el título de “traidor” por parte de quienes le adversaban y quisieron distanciarlo de Simón Bolívar. Su nombre quedó plasmado en la historia con su célebre frase: “¡Bochinche, bochinche! Esta gente no es capaz de hacer sino bochinche”, inmediatamente fue apresado y enviado posteriormente a San Fernando de Cádiz, donde en soledad y con muy pocas noticias y ayuda de algunos amigos, justo en medio de un plan para escapar hacia Gibraltar, un ataque cerebrovascular dio el pase a la inmortalidad del venezolano más universal de todos los tiempos, a los 66 años de edad, un 14 de julio de 1816.

DesdeLaPlaza.com/Emanuel Mosquera