Derecho a ser y estar

Cuando de deporte se trata, nunca las personas presumen la empatía de la otra persona con determinado equipo, lo más común es que surja la pregunta ¿Caracas o Magallanes? Si bien es cierto que estas interrogantes vienen a ser algo prepotentes, pues descartan del escenario a priori a otra cantidad de equipos, no se acerca ni remotamente a la prepotencia y sobre todo a la soberbia de quienes, sin preguntar, asumen que las y los demás piensan igual que él o ella.

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Me refiero a ese opositor o a esa opositora que nos encontramos en un ascensor, en una parada de autobús, en el banco, en una cola… Esa persona que sin pensarlo dos veces, rompe el silencio colectivo en una explosión de incontinencia verbal contra la Revolución, haciendo extensivo su descrédito y ofensas para todas aquellas personas que la apoyan. Muchas veces por aquello de no caer en provocaciones y evitar confrontaciones, no hay respuesta. Esto debe entenderse como una agresión, y es un patrón que se reproduce con esos silencios, pues reforzamos por omisión ese tipo de comportamientos.

Sin ánimos de incitar a la confrontación pero sí con toda la intención de sostener posturas firmes y exigir respeto, el llamado es a dar lección con hechos, a dar ejemplo de tolerancia y respeto, más no permitiendo que se ultraje con esas ínfulas de superioridad el derecho que tenemos de ser y estar. Me refiero con esto compañeras y compañeros, no a iniciar un estéril debate con violentos intoxicados de veneno, sino a simplemente sacarlos de su error y carearlos con la realidad que se niegan a aceptar: las y los chavistas somos MAYORÍA, y ahora estamos también en esos espacios que en otrora estaban cercados para el uso exclusivo de las élites.

Así que cuando estén en esta situación, no responda preguntas, no caiga en debates; les invito a decir con la más hermosa sonrisa “Yo soy chavista, y su derecho a expresarse no le da derecho a ofenderme”

DesdeLaPlaza.com/Ana Sofìa Cabezas B. 

@anasofia510

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