Crecer siendo mujer

Nacer mujer y crecer como tal es un proceso de lucha constante, como la de clases. Al azar, una llega al seno de un hogar y sin poseer personalidad, valores o cultura alguna, tienes que ir preparándote para resistir, vencer y reconstruirte sobre la marcha. Esto es un compromiso para toda la vida.

A continuación, un decálogo autobiográfico de situaciones que comúnmente se presentan en un entorno con ciertos prejuicios, valores machistas, doble moral y otros errores varios que bien resistidos, te salvaran de reproducir la más grande cárcel para mujeres del mundo: el patriarcado.

I

La vergüenza 

Siempre fue una gran presión ser mujer. Desde el tan desgraciado augurio «De grande va a ser Miss Venezuela» hasta la impertinente «¿Y ya se desarrollo la niña? Debe estar a punto»… Inhabilitadas aun para hablar, las niñas tienen que soportar irrespetos respecto con sus decisiones y su privacidad. Por lo tanto, familiares y amigos, recuerden no exponer a las niñas, son seres humanos como ustedes y también sienten vergüenza.

II

El arlequín

La primera vez que supe de notas musicales y acordes tenía 10 años; un teclado me tomaba de la mano por sus caminos de melodiosa arquitectura. Con el tiempo fui edificando mis conocimientos musicales junto a él. Mi madre, que para entonces contaba con un círculo de amistades amplio, recibía una cantidad de colegas o vecinas con frecuencia. Harta de ser expuesta a la vergüenza pública, el mejor lugar para evitarla era, obviamente, mi habitación. Me imagino los rostros expectantes de las señoras mientras mi madre (más anfitriona que madre) en vano intentaba convencerme de usar el traje a cuadros para salir a entretener a las señoras con mis melodías más recientes.

III

Que sea niña, amen

Los vientos de octubre de 1991 dejaron preñada a mi madre. Pasaron los meses y recuerdo haber tenido conciencia del embarazo cuando ya estaba avanzado. Católica de origen, mi madre acostumbraba rezar conmigo antes de ir a dormir. De repente, las oraciones finalizaban pidiendo a Dios que el bebe fuera niña, yo curiosa le pide explicaciones a mi madre, guardando en mi interior una expectativa totalmente diferente a la de ella, a lo que me respondió que ella no sabría como criar a un varón, que lo criaría igual que a una niña. Años más tarde, rememorando aquel episodio, ella completo la información: «Lo iba a criar marico, ¿y si paraba en homosexual?».

IV

Inocencia interrumpida

Poco antes de cumplir los ocho años, supe que tenía un hermano mellizo. Los compadres de mis vecinos tuvieron a su primogénito en 7 de diciembre de 1986; Daniel vio lo primeros rayos del alba, yo casi me sancocho bajo el sol cenital de Ciudad Bolívar. Lindo reencuentro fraternal, muy lindo y especial… pero dañado por estúpido morbo adulto: «Esos van a terminar siendo novios», «Eso… que lindos los amiguitos»; o interrumpían una buena película asomándose en la puerta entreabierta de la habitación para preguntar con falsa inocencia «¿Que hacen?», «¿Por qué están en la misma cama?», situación que nos incomodaba y molestaba. Adultos, sus hijas están mental y emocionalmente capacitadas para tener amigos cual hermanos, y viceversa.

V

Virginidad, esa bruja malvada

«Mama, cuando sea grande, voy a ser monja». La campaña de terror iniciada por mi madre para mantenerme virgen hasta el matrimonio, exigía de mí una respuesta antiterrorista del mismo nivel. «Los hombres no se casan con mujeres que se han acostado con otros hombres», decía ella. Así comprendí varias cosas: que mi madre solo había conocido el sexo con mi papá; que intentaba moldearme como Dios, a su imagen y semejanza; que sabía muy poco sobre sexo, y de hecho nunca me hablo sobre el tema.

Tengo un recuerdo incomodo de ella advirtiéndome al salir de casa: «Si un hombre te pone la mano en el hombro o… en un seno, tú le exiges respeto y pides ayuda a otro adulto que este cerca. No permitas que nadie toque tu cuerpo«. Desde entonces, sentí terror por los hombres y, sobre todo, pavor de llegar a ser poseída y encarcelada por el esposo que mereciera mi virginidad. Un buen día pude exorcizar de mi cuerpo a esa bruja llamada «virginidad» poco antes de cumplir los 20 años.

VI

Fuera del cuarto

En agosto ocurrían las tan esperadas visitas familiares. Nosotros viajábamos a Barquisimeto o la familia venía a Ciudad Bolívar. Rayando los 14 años, recibí a mi primo de 15 con quien tenía una relación estrecha. Sin sospechar que fuera de mi habitación, der Herr Karl, mi padre, armaba un sofisticado grupo policial al estilo Gestapo para neutralizar cualquier amenaza contra su hija. Por supuesto, toda la vigilancia y órdenes de abandono de la propiedad fueron resistidos desde nuestra humilde trinchera de argumentos que pronto fue aplastada por el autoritarismo del hogar.

VII

Lesbiana

Al comenzar la universidad conocí hermosas mujeres, de esas que se quieren más allá del tiempo y el espacio. Albanella y yo éramos como pan y mantequilla, nos amábamos y por eso nos dimos mucho apoyo en el clímax de nuestros problemas existenciales. Siempre que estábamos juntas era inevitable que nos tocáramos. Siempre estábamos una encima de la otra, lo cual resultaba incómodo para los demás.

Una noche de compartir, mi primo (el de cuento anterior) fue invitado a nuestra reunión. De repente, me aparto del grupo sin abandonar su camaradería y me lanzo esta: «Seas lo que sea yo te quiero y te apoyo». En mitad de la confusión, pido explicaciones y continuo: «Si eres lesbiana, es tu elección, y de pana te apoyo, prima». Hoy día, Albanella y yo inaugurando los 30, hemos sobrevivido a cualquier cantidad de crisis con éxito, ella está casada (yo no) y ambas tenemos unas hermosas y saludables niñas. La sigo amando incondicionalmente, desde la punta de su pelo negro hasta el dedo gordo de su delgado pie.

VIII

Las tetas

Seré breve con esto y guardare la identidad del autor(a) de la frase: «Hazte las tetas y consíguete un viejo con real».

IX

Católico

Finalmente, a los seis meses de embarazo pudimos saber que tendríamos una niña. Una de las primeras decisiones tienen que ver con el sustantivo para el retoño: el nombre. Según los obvios intereses de cada quien, decidí el nombre femenino y el padre decidió el masculino, sin sospechar… que mi abuela, matriarca del catolicismo familiar, había decidido meter su cuchara también: «Que le ponga un nombre católico a la muchachita», fue lo primero que escuche camino a la habitación después de tener a Habana.

 X

Al día siguiente

Tengas la edad que tengas, cuando pasas la noche fuera de casa y llegas al siguiente día tan sola e independiente como te fuiste, suena así cuando eres mujer: «Por favor, date tu puesto».

La ñapa

Durante la campaña previa a unas elecciones primarias, un chamo de una de esas organizaciones que se creen la juventud revolucionaria por antonomasia, hecho el Willy, me abordo para averiguarme. Consciente de su objetivo, accedí al interrogatorio hasta que se torno prejuiciosamente irrespetuoso. Lo mande a Carora a comer chivo:

-Rebeldisima, eres muy bonita para ser de la JPSUV… Mis disculpas, “mascarada”.

-¿Si? De hecho, tu compañera, y madre de tu hijo, es muy bonita. Entonces, seremos todas “mascaradas”…

Y, de repente, no volvió a hablarme, nunca.

DesdeLaPlaza.com / Kaybeliz López Torres