Hasta siempre Galeano: se nos fue otro grande de la palabra

Y aún sin habernos recuperado de la partida física de José Saramago, Mario Benedetti, Gabriel García Márquez y Carlos Noguera, entre tantos otros grandes de la literatura hispanoamericana, este lunes 13 de abril en la mañana, el siempre inconforme Eduardo Galeano decidió deshacerse de su cuerpo para trascender definitivamente en sus libros.

Sabíamos que su cuerpo adolecía, pero preferíamos negarnos ante la posibilidad de su temprana partida. Y digo temprana a pesar de sus 74 años de idas y vueltas, porque los hombres como Galeano siempre son necesarios. Nunca tendremos suficiente cuando la palabra se hace cómplice de las grandes luchas de los pueblos emergentes. La militancia intelectual siempre será una forma de reivindicarnos entre nuestros dolores provocados por las injusticias del mundo.

Pero como la palabra es eterna, la mejor fiesta, el mejor homenaje, es la lectura. Porque ya sabemos que el libro es el lugar de encuentro por excelencia. Es allí, en su obra, donde siempre tendremos a Galeano vivo, esperándonos para que gritemos juntos que somos los indignados del mundo y que gracias al despertar de los pueblos dejamos de ser los nadies, los ninguneados, los humillados por la caridad de los grandes acumuladores de esa cosa, no tan abstracta, llamada capital.

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Y bien, puesta sobre la mesa la palabra mágica, es decir, la lectura, hagamos este homenaje colectivo volviendo al siempre necesario libro de cabecera de los movimientos sociales de izquierda: Las venas abiertas de América Latina. Recuerden que Galeano lo escribió en 1970 y un año después vio la luz por primera vez. Al principio, fue censurado por las dictaduras de Uruguay, Argentina y Chile. Luego pudo sobrevivir al miedo de los poderes impuestos y llegar a la gente, que era lo que Galeano quería.

Su propio autor recuerda, en ediciones posteriores, a propósito de un texto explicativo de 1977, que “este libro había sido escrito para conversar con la gente. Un autor no especializado se dirigía a un público no especializado, con la intención de divulgar ciertos hechos que la historia oficial, historia contada por los vencedores, esconde o miente”.

A pesar de la invisibilización de los medios de comunicación de entonces, Las venas abiertas de América Latina encontró su cauce: “La respuesta más estimulante no vino de las páginas literarias de los diarios sino de algunos episodios reales ocurridos en la calle”.

Entre esos episodios, hoy postales de la verdadera historia, el eterno Galeano recuerda: “La muchacha que iba leyendo este libro para su compañera de asiento y terminó parándose y leyéndolo en voz alta para todos los pasajeros mientras el ómnibus atravesaba las calles de Bogotá; o la mujer que huyó de Santiago de Chile en los días de la matanza, con este libro envuelto entre los pañales del bebé; o el estudiante que durante una semana recorrió las librerías de la calle Corrientes, en Buenos Aires, y lo fue leyendo de a pedacitos, de librería en librería, porque no tenía dinero para comprarlo”.

Así celebró Galeano y celebramos todos que Las venas abiertas de América Latina no haya sido un libro mudo. Esto demuestra que ni los batallones más peligrosos del mundo, ni los dictadores más crueles de la historia, podrán apagar la palabra combativa y el verbo encendido de quienes arriesgan hasta su propio pellejo para darle voz a los menos afortunados.

Y es esa valentía de Galeano la que celebramos hoy, día de su partida física, y seguiremos celebrando en los días por venir. Además de su forma de contar, a través de la fuerza amorosa de los corazones buenos y los humanos verdaderamente humanos, la osadía de no tenerle miedo a la muerte y la certeza de que la palabra siempre encontrará la manera de llegar a su destino: los lectores del mundo que necesitan aliento para seguir luchando.

Así que vamos a sacudirnos esta nostalgia irreparable, pensemos en Eduardo Galeano eterno, gigante, genio, multiplicado en millones y millones de libros que recorren el planeta entero. Y vamos a homenajearlo como él lo hubiese querido: leyéndolo siempre, haciéndolo nuestro.

DesdeLaPlaza.com/Gipsy Gastello

@GipsyGastello