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¿A quién

desde tanto afuera

colocaremos dentro

como un escapulario

que nos salve?

Yurimia Boscán,
Ama de Casa

 

La última vez que anduve jeveando por acá fue hace casi nueve meses. Mucho ha pasado desde entonces y ahora que mis pies andan descalzos por acá de nuevo se me contenta el corazón y se emocionan las yemitas de mis dedos que alegremente tocan las teclas una y otra vez construyendo párrafos, pensares, sentires, imágenes.

Recuerdo perfectamente la última vez que me senté, escribí y envié el artículo para que fuera publicado. Siento que fue ayer, incluso esta mañana: hacía en Caracas un día soleado y despejado, y el calor en Parque Central era agobiante ante la falta de aire acondicionado. Recuerdo que me molestaba la tela de la silla debajo de las piernas. Aun así tuve una suerte de arrebato de locura y escribí “Piel calabacín, boca serpiente”. Todavía tengo las palabras de Yanuva en la boca. Aquella mujer calabacín ya no es esta de hoy.

Al igual que ahorita estaba sentada en un escritorio, frente a una pantalla y frente a mi misma pero lo que no es igual son las circunstancias, ni el momento. ¡Ni siquiera la tierra es la misma! Nueve meses han pasado, ¡nueve! Un período gestacional completo. Yo no me fui a gestar vida humana dentro mío sino que más bien me fui a gestar vida mía dentro mío.

Carajo, qué sensación de desolación y desesperanza hemos sentido este año, ¿no? Derechazo limpio contra la quijada, el cuerpo completo se voltea ante el impacto y se desploma sobre la lona. Round 2. Lo mismo. Round 3. Lo mismo. Round 4, contra derechazo. Tiempo para limpiarnos la sangre, tomar agua, respirar hondo. Tenemos las costillas rotas, un ojo moreteado e hinchado, un labio partío. Extendemos los brazos a lo largo de las ligas del rin, respiramos profundo y mientras vemos al enemigo fijamente a la ojos, nos rueda el sudor ensangrentado por la cuerpa. Asomamos una sonrisa minúscula. Solo quien está del otro lado puede notarla. En medio de un arrebato de euforia se le cae la carcajada, teme. Por un segundo, nos teme.

El mundo entero está en plena transformación: el neoliberalismo se aferra con las uñas podridas que tiene a las paredes de lo que coloniza y con él aumentan la corrupción del alma y del espíritu; se desparraman por cada calle, vía, callejón, grieta que consiguen. Y nosotrxs, con todo ello, reímos. La risa es lo irrebatable nuestro.

Después de Mayell, de Lucía, de las estudiantes de UNEARTE, Mary, de todos los casos de violencia obstétrica terminados en muertes maternas, de todas las denuncias que no se procesan nunca, de todo lo que sigue ocurriendo y no nos enteramos, nosotrxs, agotadxs y con los ojos ahogadxs, podemos seguir riendo. Incluso ante la absoluta ignorancia respecto al qué hacer nos movilizamos. Quizá la risa sea la energía vital que nos recorre el cuerpo y trasciende el tiempo y el espacio.

En medio de la incertidumbre me tocó cambiar de latitud a una tierra vasta, milenaria, enorme y tan impresionantemente extraña para venir a encontrarme con mujeres diversas de trece países de este planeta con  situaciones parecidas a las nuestras: discriminación, opresión, neo-colonialismo, invisibilización, patriarco control. Somos veinticinco mujeres que apenas empezamos a conocernos pero que tenemos cosas en común pa’ tirar pal techo. No sólo en cómo nos han jodido, sino en la resiliencia que nos precede.

Entonces toca abrir fronteras y bañarse de todo lo nuevo, incluso lo que aparenta ser tan extraño, tan ajeno, tan complejo. Veinticinco vidas con bagajes, con sufrimientos, con temores, con alegrías, con valentías, y con risas. Sí, acá también reímos. Todas reímos.

Y acá también el patriarcado y el capitalismo existen, y nos persiguen y nos han forjado la vida. Acá también hemos tenido intervenida la oportunidad de desarrollar plenamente nuestras vidas como mujeres por un sistema que se chupa la vida de la gente y la sigue obligando a parir para cosecharse más comida pal futuro.

Se vienen momentos de expansión del cuerpo en tanto que se llena de nuevos todos: toca hacer esfuerzos para tener a raya la intolerancia, la burla, la competencia, la extrañeza y la ignorancia y transformarlas en energía creativa y sororaria. Sobre todo sororaria porque la sororidad no es una cosa que inventaron las feministas progre y que aparece de meme en meme bien a la moda lleno de florecitas y escrito en una tipografía posmo en rosado mate, no.

Es la capacidad que tenemos las mujeres de respetarnos tan profundamente que la línea entre la intolerancia y el reconocimiento están muy claras, donde no aceptamos a la otra porque somos tolerantes sino que la reconocemos porque es precisamente otra que no es nosotras y que tiene el mismo derecho y responsabilidad de vivir su vida como ella pueda, necesite y quiera. Así no la entendamos, ni estemos de acuerdo con sus decisiones y creamos que esté equivocada la sororidad es la capacidad de darnos cuenta que en esos otros ojos de mujer hay una vida que lucha también.

La lucha por los derechos humanos de las mujeres seguirá siendo necesaria mientras nos sigan arrebatando la vida de la manera más cruel y despiadada. Mujeres seguiremos habiendo en el mundo por muchos años; quizá dentro de no tantos aquel que está del otro lado del rin eufórico de poder, convencido de haber ganado, se desplome sobre la lona también.

No estamos todas, pero las que estamos no estamos solas. Con un golpe de tambor cumacotrancao nuestros corazones laten al unísono alrededor de todo el mundo.
Cuidao que salió el Santo y no quiere que lo guarden. Cuidao.