¿A quién molestaba Carlos Lanz y su pensar proletario?

Si estuviésemos bajo el régimen monárquico español o cualquier otro similar, es obvio que la «infidelidad» al rey sería condenada como se hace actualmente con el rapero Pablo Hasel. Pero estamos en Venezuela, donde la espada de Bolívar nos liberó -entre otras cosas- del yugo de la fidelidad y la valentía como valores hegemónicos del feudalismo, vigentes en pleno capitalismo.

Estamos en la Venezuela Revolucionaria que construye el socialismo como modelo de Patria para el mundo, siguiendo la propuesta que nos legara el Comandante Hugo Chávez.

¿Por qué comenzar con dos párrafos introductorios alusivos a las monarquías europeas y al asunto de las lealtades? Pues, sencillamente, porque una Revolución verdadera debe ser cultural y fiel a su conciencia.

Si el pensamiento proletario no se hace hegemónico y expandido en dialéctica unidad, difícilmente alcancemos a liberarnos.

El tema da para tenerlo presente en pensamiento y acción en todo cuanto nos comprometemos. Por eso el «tema» Carlos Lanz, revolucionario venezolano, desaparecido y por quien pareciera se está haciendo muy poco por desenmarañarlo (al caso, evidentemente).

Para los dueños del capital y los medios para producirlo, reproducirlo y acumularlo en pocas manos, el trabajo y la clase social que trabaja teniendo que vender su fuerza (lo único que posee) como una mercancía más, constituye su enemigo.

Yo no sé si Carlos Lanz alguna vez llegó directamente a vender su fuerza de trabajo. Lo que sí sé, lo supe siempre desde cuando lo conocí como revolucionario, a comienzos de los años 70, del siglo pasado, es que Carlos había optado por la conciencia del proletariado para entender la vida tal como la padecemos, bajo relaciones de producción injustas, desiguales, de explotación, tal como las que imponen los burgueses, los dueños del capital, los amos del mundo.

Carlos bien pudo haber sido un «próspero» ganadero, si nos atenemos a sus orígenes y a la vida familiar donde nació y creció, en Upata, hacia los años  40. Sin embargo, Lanz Rodríguez expande su conciencia más allá del «destino» al que podría haberle tentado su vida y entorno. Carlos opta por el pensamiento proletario y desde allí desafía al sistema, a lo establecido. Desde la cosmovisión de los explotados asume contribuir al derrumbe de la sociedad capitalista. Es entonces cuando se hace revolucionario.

Yo no creo que Carlos Lanz, tampoco su tocayo Marx, Lenin, Che Guevara, Argimiro Gabaldón, Roque Daltón o Hugo Chávez (por nombrar tan sólo unos poquísimos) llegaran al campo de la Revolución por ser «leales», «fieles», «machos» y muy «valientes». Se forjaron revolucionarios en la medida que accedieron al campo de conciencia de las trabajadoras y trabajadores, del proletariado.

Esto lo sabe también el burgués, el explotador, los amos del mundo. Lo saben quienes desempeñan las tareas gubernamentales de defender los intereses de los ricos y tienen su Casa Blanca, su Departamento de Estado, su CIA, su Pentágono, su FBI, su «meca del cine», sus aparatos mediáticos, sus escuelas y sus iglesias, para dominar o ejercer su hegemonía, para reprimir o pretender consensuar entre clases que son irreconciliables entre sí.

El asunto es que a Carlos Lanz, a nuestro camarada y ex-compañero de prisión en el Cuartel San Carlos, lo desaparecen, el 8 de agosto del pasado año, y la única razón para ello es su conciencia de clase proletaria y su indeclinable decisión de luchar hasta vencer.

Después de más de seis meses de su secuestro, es indudable que tras la ejecutoria de esa acción están los enemigos de clase del proletariado, aquí brevemente descritos. Cuántos y cómo participaron de su captura y ulteriores consecuencias, son temas para la investigación policial y judicial, lo cual compete, desde Venezuela, al Gobierno Revolucionario que el propio compañero Carlos Lanz defendió, desde dentro y fuera, como contribución a la construcción del socialismo.

La solidaridad de clase proletaria convoca hoy, y cada vez con mayor fuerza, a la unidad para exigir respuesta acerca de ¿Dónde está Carlos Lanz? ¿Qué estamos esperando?

Ilustración: Calle solidaria