El gato calcinado en la guarimba era de la mamá de Melany

Ella  coreaba algunas de las canciones más sonadas del 2017, su hija que para sus ojos y oídos había crecido muy rapidamente después del colegio, aún no le contaba que había dejado el Real College en Londres por una razón de peso,  la carajita se había convertido en una revelación musical así que la universidad podía esperar.

Arrasando con los  premios Pepsi  Music de este año, Melany pudo soñar la posibilidad de cantar con Nacho en el próximo concierto “Paz sin Fronteras” organizado por Juanes. Su coach, con quien había empezado a salir y que también era toda una celebridad sin talento del Instagram, le había diseñado la etiqueta #NoMasDictaduraMadurenPorLaPaz, imponiéndose una que no era tan política #MelanyEsLaRevoluciónDeColores. La otra les parecía finalmente confusa y lo importante era utilizar el marketing político para proyectarla.

Si la madre de Melany jamás se preguntó sobre las etapas de su vida que no termino de quemar, por los compromisos sociales adquiridos tempranamente y para los que estaba casi programada, mucho menos pudo pensar que, inconscientemente, proyectaba sobre su hija algunas de sus propias inseguridades. Una de ellas era sí Melany mantendría o no sus aspiraciones de clase, es decir si mantendría el abolengo con sus nuevas relaciones y amistades en esta nueva faceta.

Por supuesto que habían grandes privilegios y comodidades en el hecho de ser una dama de sociedad y estar casada con uno de los socios más importantes de una de las firmas vinculadas a la conspiración,  pero lo que  nunca pensó es que las aspiraciones políticas de su esposo le traerían tantas ojeras,  decepciones y viajes a última hora que la mantenían muy ansiosa.

El infantilismo creciente a veces la recompensaba, se desbordaba con los ademanes del sifrineo histérico. Caminar por las calles de Manhattan, le recordaba su vestier donde había dejado más de mil 600 pares de zapatos. Aunque Nueva York era Nueva York la cosa estaba en Washington D.C. El ánimo de comprar en Gucci había perdido cualquier brillo, de cara a la posibilidad definitiva del derrocamiento del gobierno. La administración Trump no escatimaría, así que había mucho dinero de por medio.

Su único concepto de soberanía recaía en la fortuna familiar y por los momentos, en poder comprar una casa con un vestier mucho más grande, igual no se quejaba del apartamento en Nueva York que le habían canjeado a su esposo por la casa de Miami, la lucha por la libertad merecía un sacrificio como ese.

Ya que no pudo forjar el hecho de haber nacido en Venezuela y con la doble nacionalidad, la europea y la gringa, los negocios permanecían acá pegados a este suelo, por esa razón su esposo debía volver  y quedarse si quería ganar las próximas elecciones.

No se imaginaba sola por mucho tiempo. De muchas maneras alucinó a distancia una guerra civil en Venezuela, pero esta vez fue diferente, esta última vez cuando aterrizó en el aeropuerto J.F.K pensó en Benito, el gato de la casa como reflejo de su propia soledad. Lo recordaba por primera vez ya que siempre fue «alérgica» a los animales. Benito no le estorbó ni le molesto nunca, siempre lo vio desde la ventana que daba hacia el jardín, siempre a distancia. Lo cierto es que los animales no le eran de su agrado,  sin embargo, al bajarse del avión, se preguntó si el pobre gato sobrevivirá a la destrucción y a los desmadres de un ejercito invasor y al mismo tiempo tuvo una revelación.

El gato ya estaba allí cuando compraron la casa, le llamó Benito aunque solo ella lo sabía, pensó que estaba tan viejo como el abuelo ucraniano fascista fanático seguidor de Mussolini.

En este último viaje al entrar en el espacio aéreo norteamericano la mamá de Melany se sentía mucho más cosmopolita que cuando viajó a Tokio, Japón, en Diciembre del año pasado, el sentimiento por Benito le suavizó el estupor y le disipó la verguenza que le causaba la migración de la clase media venezolana, que venían a lavar carros creyéndose exiliados o perseguidos políticos.

Lo más importante de este viaje era intentar tomarse la foto con Melania Trump y presentarle a su hija.

– Melania,  ella es Melany, se llama como tú.

Eso la haría orgasmearse encima, lo más trascendental que le podría suceder era estar en ese lobby, un orgasmo imperial sin ninguna duda. Solo que el orgasmo de su vida dependía de que Maduro cayera o lo asesinaran, a estas alturas le daba igual.

Por ordenes de la Señora a Benito lo mandaron a buscar y el kenneth regresó vacío.

El gato no apareció nunca. Con la novedad de ésta nueva afección animalera pensó que podía superar el rechazo, creando una fundación que rescatara a los animales de la tiranía tropical del narco-régimen.

A Benito la noche anterior lo habían quemado en la guarimba después que lo cazaron en un juego macabro de muchachos, pagados y tarifados en dólares por algunos de los partidos de oposición que dirige su esposo. No es la primera vez que se encuentran cuerpos de animales como perros y gatos calcinados en la guarimbas. En el 2014 en Maracaibo fue una práctica común, pero uno de los eventos más siniestros de la tortura de animales en estas acciones de la derecha, sucedió en San Cristóbal, estado Táchira, en el sector La Castra. Por esa misma fecha, cuando guarimberos mataron a un grupo de ratas para luego colgarlas desgarrandolas sobre una reja a la entrada de un centro de educación especial, poniendo sobre sus cabezas pequeñas boinas rojas elaboradas en fieltro a la vista de todos los niños, niñas, padres, representantes, maestros y transeúntes con un letrero que decía: «mueran ratas chavistas».

 

César Vázquez

Escritor, realizador y artista visual. Cursó estudios de filosofía en la Universidad Central de Venezuela y Artes Visuales en la Escuela de Artes Cristóbal Rojas. Ha participado en salones de arte nacionales e internacionales, festivales de cine, publicaciones editoriales y digitales. En el 2015 gana el segundo lugar del premio nacional de Crónica Urbana. Sus principales ejes narrativos se vinculan a la cultura, la política y la estética.