Cuando migrar es una canción romántica

Me encantan los boleros y baladas que precisan despedidas. En fin, disfruto de los despechos más que los tediosos y prolongados encuentros amorosos, incluyendo los apasionados besos de los primeros días.

Hay a quienes les puede parecer una locura mi confesión precedente. Al baladista italiano Domenico Modugno, reiterado participante y hasta ganador del Festival de San Remo, le dió por justificar distancias, argumentando que ellas «son como el viento», capaces de apagar los fuegos pequeños y agigantar los creciditos.

Tanto me gusta el tema que me siento tentado a dedicar toda esta nota de opinión, al mismo. No lo haré, pero lo tomo como excusa para abordar el tema político de las migraciones inducidas y de las llamadas «sanciones» que el Imperio yanqui-sionista aplica contra Venezuela por órdenes expresas de los amos del mundo y de su carnestolenda máscara Bilderberg.

Recordemos que a mediados del siglo pasado, un cantante nacido en Italia, llamado Domenico Modugno, que se dedicó al género musical conocido comercialmente como pop romántico, interpretaba una pieza típica del despecho, Lontanana, conocida en castellano con el título «El amor es como el viento».

La aludida canción asociaba distancia y viento para referir a que el fuego de los amores pequeños se apaga con el viento pero el de los grandes, por el contrario, se aviva y crece.

Modos de producción precapitalistas y muchos de nuestros pueblos indígenas, aún mucho antes de las invasiones de los conquistadores europeos, se caracterizaron por ser nómadas. Las migraciones no son un fenómeno nuevo, muchas de ellas están precedidas por la búsqueda de intercambio de lo producido, de los deseos de mejor bienestar e incluso del resguardo y la protección, como ocurrió con la Europa bélica de la primera y segunda guerras mundiales, en el siglo pasado.

Mucho más acá en el tiempo, Nuestramérica ha conocido migraciones protectoras motivadas por las agresiones del llamado Plan Cóndor o la proliferación de dictaduras alentadas por el imperialismo yanqui-sionista en su afán por mantener el dominio y hegemonía sobre los espacios geográficos que hasta hoy consideran su su «patio trasero».

Dramáticas son las migraciones desde Chile, Paraguay, Argentina, Uruguay y otros países del Sur de América, acosados por dictaduras genocidas como la de Pinochet y Videla, para tan sólo nombrar dos de ellas.

En el actual siglo XXI, las grandes migraciones, especialmente en países suramericanos, son el resultado de una planificación del laboratorios del Pentágono y la CIA que han querido desarticular la conformación de gobiernos progresistas,antiimperialistas, contrahegemónicos y de pensamiento diverso y multipolar, como es el caso de Cuba, Nicaragua, Venezuela -con su Revolución Bolivariana y Chavista- y muchos otros países que llegaron a estadios de organización unitaria o integracionista, como el Alba, Unasur o Cerlac.

Venezuela, particularmente, es uno de los que ha conocido en el más reciente lustro, un movimiento migratorio orientado hacia la diáspora, el divisionismo, la ruptura de la unidad patriótica y el estímulo al olvido, a la pérdida de memoria y, por tanto, a la derrota de la conciencia y por  extensión de su Revolución de propuesta socialista.

El Imperio yanqui-sionista y el Gobierno supremacista que, en EEUU, está presidido por Trump, a cada rato inventa y decreta «sanciones», bloqueo y medidas de presión para asfixiar al pueblo venezolano. Una de las más recientes está dirigida hacia la empresa de aeronavegación del Estado venezolano, Conviasa.

Migrar nunca va a ser una canción romántica, pero aquí ha sido una buena excusa para problematizar lo contradictorio, por decir lo menos. Lo cierto es el papel supremacista que asume el Imperio estadounidense, ya que este estimula las migraciones al tiempo que las sabotean, al «impedir» que las mismas se incrementen debido a la sanción contra la línea aérea venezolana Conviasa, impidiendo el «éxito» que el mismo gobierno gringo ha querido obtener fomentando la huida hacia destinos idílicos y desconocidos… «La distancia, sabes, es como el viento» que ha extinguido pasiones y fuegos efímeros del oposiciones apátrida y derechista, al tiempo que ha encendido y avivado un amor grande como el que por Venezuela sentimos y defendemos la inmensa mayoría patriota. Son sutilezas de la guerra multifactorial de hoy.

Ilustración: Iván Lira