Los códigos metro a Metro en la guerra mediática

Toda comunicación está compuesta por códigos comprensibles para los pares pero con mensajes dirigidos también hacia los impares. Las hormigas se comunican entre sí con códigos inconfundibles que les permiten mantener el orden y la sobrevivencia aún en las circunstancias más adversas. Ese particular lenguaje consigue decodificación para quienes no integran esa comunidad. En el caso de los humanos, hay científicos que se ocupan de la sistematización y comparaciones o extensión. Pero hay otras comunidades que también decodifican riesgos y debilidades, según sean los casos.

En la comunicación entre los humanos, la relación bruta es muy similar a la referida en ese primer párrafo, de modo muy general. Nuestra comunicación es entre pares, pero también con el resto de la naturaleza. El estudio de nuestros códigos, de palabras o gestos, ha avanzado en perfección y perversidad, según los propósitos dominadores. El capitalismo ha trabajado y trabaja en función de conseguir una comunicación perfecta para el dominio y la explotación perpetuos.

Las afirmaciones que encierran una comunicación humana prepotente y superior al resto de la naturaleza, donde la verdad de la razón es siempre superior a la de la sensación, la de la emoción, la de la fe, a la del gusto, la vegetativa, celular, infinitesimal, cósmica, podría ser calificada como “soberbia”, para atenuar el origen de clases que hace adecuar la comunicación a la esfera ideológica pensada por los dominadores para dar sustento superestructural a la que es intrínseca a la llamada “explotación del hombre por el hombre”.

La comunicación, los medios en los que ella se soporta para conseguir mayor alcance y toda la planificación mediática, con su expresión cada vez más clara en el campo bélico, son hoy un producto muy bien elaborado por los dominadores, por la clase burguesa, por el capital y todos sus aparatos, incluyendo al Estado.

Todo esto es muy importante tenerlo en cuenta, para saber por qué no debemos dejar de insistir en que la contraofensiva a la “guerra mediática” es mucho más compleja que el de los “dimes y diretes”, de la proliferación de emisoras y televisoras, de nuevos impresos, cada vez más abultados y coloridos, de avanzadas tecnologías y de instrumentos sofisticados como los del 2.0 y el internet, en general.

Varias veces me he ocupado por contribuir a colocar la mirada sobre expresiones comunicacionales integradas al supermercado, a la figura de los pedigüeños, “enfermos” y lisiados, a los desempleados y, en ejemplos en positivo, organizaciones y sus efectos sociales, como el caso de la Misión Negra Hipólita. En fin, el abanico, local y mundial, da para hacer una revisión profunda en la que las y los revolucionarios aprendamos a contrarrestar los proyectiles de la guerra mediática, infinitas veces aludida, pero muy poco disminuida y, mucho menos, vencida.

Necesitamos estar observantes. Observación crítica sin caer en la criticadera que también alimenta la ofensiva mediática enemiga. El Metro, como servicio de transporte colectivo de gran impacto social, es en sí un medio de comunicación que constantemente está informando acerca “del país” y su situación política, económica y social.

Un servicio relativamente joven, en Venezuela, con un sistema de altísima calidad tecnológica, vagones de lujo e infraestructuras óptimas, aunado al servicio superficial de metrobuses, está empezando a comunicar incapacidad gerencial y organizativa, proliferación de vendedores ambulantes, inseguridad, mendicidad, insalubridad, asaltos y hurtos constantes, deficiencias en el mantenimiento de vías, escaleras eléctricas, torniquetes y muchos otros códigos que por sí solos están comunicando algo.

Son códigos que comunican negatividades, que dibujan el país que de Venezuela quieren sus enemigos, para ver su Revolución detenida, su Gobierno derrocado y nuestro territorio invadido, para hacerlo patio trasero yanqui, como alguna vez lo fue y como en las últimas dos décadas lo han querido.

Hace falta actuar con eficiencia y prontitud. Hay que mejorar la calidad integral de este medio. Pero también hay que recodar que este medio de transporte, lo es también de comunicación. Encierra códigos en toda su estructura. ¿Qué se está diciendo a las grandes masas de usuarios que a diario leen los códigos de la desesperanza y el caos?

Ilustración: Iván Lira