¿Qué hubo detrás de la operación pernil contra Maduro?

Quienes me conocen, pueden dar fe de mi escasa pasión por el corricorri decembrino. El pragmatismo de ese último mes del año no roza mis gustos y –por el contrario-, enciende de cierta forma mis disgustos. No probé una hallaca, un bollo, tampoco un tajo de pan de jamón y me siento tan bien como quien se inundó en el hartazgo.

Desde semejante punto de vista, soy el tipo más aburrido que mis panas puedan haber conocido. Pero, y acá debo ser consecuente con la pasión y el sentir colectivo, debo aceptar que el asunto va más allá de una preferencia. Sacarle la chicha a diciembre en materia de gula, me agrade o no, es un asunto cultural que llegó para quedarse entre quienes se doblan y desdoblan por hacerlo. Una sencilla interpretación política de esta realidad, me desnuda como miembro de una pírrica –aunque democrática- minoría.

La confesión-reflexión viene a propósito de algunos cuestionamientos que escuché contra Nicolás Maduro, por haber activado para este ocaso del año 2017 mecanismos que garantizaran la importación de pernil, rubro que junto a los ya mencionados es impelable en las preferencias del grueso de la población. No dejó de sorprenderme que algunas de esas puñaladas contra el Jefe de Estado (sé que me llamará jalabola, ataque que también es cultural), procedieron de compas ¡identificados con la izquierda!

“¿Hasta cuándo el papá Estado?, la gente debe pagar lo que se come y sarna con gusto no pica”, fueron algunas de las expresiones empleadas para guillotinar la decisión del Mandatario. Justo aquí, soy yo quien se permite formular las siguientes preguntas:

¿Por qué lanzaron a las llamas la intención del Presidente Obrero? ¿dónde estuvo el pecado de pensar en –como señalamos- garantizar que la carne de cerdo estuviera al alcance de las víctimas de Dólar Today? ¿qué pretendieron? ¿acaso no han logrado despojar de sus almas la inoculación del neoliberalismo? ¿lo intentarán alguna vez?

El famosísimo pernil, reiteramos, forma parte de la cultura gastronómica gaitera de nuestra población. A mi entender, dicha condición obliga al Estado a aligerar la maquinaria que permita a su acceso como hace con la vivienda, la salud, la educación y el deporte entre otros derechos humanos. ¿Es muy difícil entenderlo? Por nada del mundo, debemos admitir que el pernil se transfigure en un producto (dispensen la herejía del término), que reine solo en las mesas de las mafias burguesas de nuestro país.

Con humilde moral, espero confiado la reconsideración de la “rueda ‘e pescao” hecha a Maduro, por parte de las y los camaradas que se mal empataron en semejante infantilismo izquierdoso. La fulana “autocrítica” es mala consejera, cuando se nutre de “peros” que vacilan incluso hasta cuando están presuntamente preñados de buenas intenciones.

¡Chávez vive…la lucha sigue!