Ser inocentes y caer en combate

El “día de los inocentes” que por estos tiempos se conmemora cada 28 de diciembre, es una fecha trágica para la humanidad. Es uno de esos días en los que se puede ser inocentes y caer en combate. Tal como ocurrió en la unilateral declaración de guerra contra la humanidad, desatada por el imperio romano, hasta alcanzar el exterminio masivo de niños, luego de que un decreto gubernamental y monárquico declarara como “amenaza inusual y extraordinaria” para la seguridad nacional de la –para entonces- nación más poderosa del planeta, la presunción del pronto nacimiento de un revolucionario que, como mesías, haría estremecer los cimientos  del dominio imperial de entonces.

Tiempos distantes y prácticas cercanas. Es el pensamiento único. Es la visión fascista del dominio, más allá de los contextos históricos que establecen detalles de diferencias. Es el dominio imperial, dictatorial, de una minoría por encima de una prominente mayoría de pobres, de desarrapados, de desheredados, de proletarios.

Ser inocentes no es una forma de salvarse de la persecución y el exterminio planificado y ejecutado por los dominadores. De ello sólo puede escapar el pueblo organizado y conciente, como lo alertara nuestro militante de la Revolución y el canto necesario, Alí Primera: “Lo salvará su conciencia, y en eso me apuesto el alma”.

El “día de los inocentes” ha devenido en una celebración lúdica en la que “caen por pendejos” todos aquellos que se dejan sorprender por alguna información, generalmente falsa, que al darla por verídica, la víctima es ridiculizada o sometida al “chalequeo”. La banalización de un genocidio sólo puede conseguirla el genocida. En efecto, quienes lanzaron al olvido a los inocentes, asesinados masivamente por órdenes de Herodes, son los mismos que luego se inventaron una iglesia y le crearon sede imperial en el mismo territorio de la antigua Roma y que, ahora, se le llama Vaticano.

Es decir que, a la muerte de aquellos niños inocentes, le siguió, de inmediato, el exterminio de la memoria de todo testigo, del pueblo denunciante, de los dolientes por sus víctimas. En fin, el memoricidio de la humanidad y la consecuente pérdida de conciencia sobre hechos que jamás debieron olvidarse ni banalizarse.

Cuando recordamos, desfigurados y caricaturizados, a los inocentes asesinados hace unos dos mil años, la humanidad se hace cómplice de aquel genocidio. Es aquí cuando resalta la frase preclara de Alí Primera, que citáramos al comienzo de esta nota.

La verdad verdadera –y, acerca de esto queremos llamar especialmente la atención hoy- es que cuando el enemigo del presente, el imperio asumido por el gran capital, organizado y pertrechado de expresiones militares, económicas, políticas y, sobre todo, ideológicas, ataca por el mundo (Irak, Libia, Grecia, Siria, Honduras, Paraguay, Argentina, Brasil) o lo hace ferozmente, como en Venezuela, sometida a la asfixia económica y social, la mayor de sus victorias es la que logra al arrancar, a sectores del pueblo, su conciencia.

Las y los patriotas concientes, en Venezuela, resisten hoy los embates del imperialismo yanqui y de sus aliados en la contrarrevolución vecina e interna. La guerra económica, concentrada en hambrear a nuestro pueblo, en golpear los estómagos de las grandes mayorías, en desaparecer los alimentos o el acceso a los mismos, la multiplicación de dificultades para abastecerse de productos culturalmente “necesarios”, como los que distribuye la empresa transnacional Polar, se arreció recientemente atacando a la moneda patria, a su circulación, a los mecanismos electrónicos para el intercambio, creando angustia y desasosiego en las grandes mayorías. En el fondo, en la mira imperial, está el asesinato masivo de inocentes, de su memoria, de su recuerdo, en fin, de su conciencia.

Cada nueva vacilación es una baja. Cada desconfianza, cada vacilación, cada rumor propagado, cada vez que alguien se hace eco de los “antimadurismos”, hay un debilitamiento de la conciencia y, por tanto, de las posibilidades de victoria en unidad. El enemigo sabe lo que hace, sigue disparando contra “inocentes” de conciencia frágil. Una nueva masacre apunta contra las esperanzas de la humanidad. Es hora de salvar la conciencia de toda pretensión ideológica de otra masacre como la de Herodes.

Ilustración Xulio Formoso